Home/ El regalo del destino Ongoing
Perdí mi tesoro para encontrar a mis padres biológicos y la única manera de recuperarlo es casarme con ese hombre guapo y poderoso.
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La noche se hizo más profunda en la suite presidencial.

Aurora Hampton yacía en la enorme y suave cama, sintiéndose extremadamente incómoda. 

Los efectos del alcohol habían ido más allá de sus expectativas.

"Te lo preguntaré una vez más, ¿de dónde vino este colgante de oro?", dijo el hombre junto a la cama, mirándola con condescendencia.

Aurora abrió ligeramente los ojos y lo miró, encontrándolo increíblemente apuesto. Se preguntó si sería por el efecto del alcohol.

Tenía un rostro frío pero atractivo, con rasgos definidos y un par de ojos profundos. ¡Nunca había visto a un hombre tan guapo en toda su vida!

Puesto que iba a morir de cualquier manera, bien podría probar antes de que todo terminara, pensó Aurora. Esos veinte años no debían ser vividos en vano.

Se incorporó y sostuvo la cintura del hombre. Sonriéndole levemente, ella susurró con atrevimiento: "¿Quieres saber de dónde vino mi colgante de oro? Sé un caballero entonces...".

El hombre se irritó visiblemente, frunciendo el ceño y empujando a Aurora.

Pero ella tiró de su corbata y halando con fuerza, ambos aterrizaron en la cama.

Aurora puso sus brazos alrededor del cuello del hombre y lo besó; el contacto de sus labios le produjo un ligero escalofrío.

Decepcionada con su destino, tímida pero apasionadamente encontró los labios del hombre frente a ella...

El resto de la noche transcurrió en una neblina.

Cuando despertó al día siguiente, le palpitaba la cabeza y todo el cuerpo le dolía terriblemente.

Se incorporó, observando los alrededores. Al ver las zapatillas desechables y la gran cama doble blanca, supo que estaba en un hotel.

Retiró la colcha y se miró. Estaba desnuda...

Aurora dejó escapar un profundo suspiro mientras enterraba la cara entre las palmas de sus manos. Podría decirse que Dios realmente la estaba 'favoreciendo'.

Le diagnosticaron cáncer cerebral terminal hacía apenas medio mes. Con apenas un mes de vida por delante, viajó hasta Sleinport en busca de sus padres biológicos, a quienes nunca había visto.

Su intención fue simplemente conocerlos antes de que se acabara su tiempo. Sin embargo, durante varios días no tuvo noticias de ellos, a pesar de sus esfuerzos 

Sintiéndose terrible, Aurora entró en un bar a beber para olvidar sus problemas, solo para emborracharse en compañía de un tipo sórdido.

Terminó por deshacerse de él, disgustada por su apariencia, solo para tropezar con los brazos de otro hombre que era tan frío como un iceberg. El hombre que la había llevado al hotel...

En cuanto al resto de la historia, Aurora se había olvidado de todo.

¿Cómo era exactamente ese hombre? ¿Cómo se sintió la noche anterior? ¿Realmente habían...?

Ella suspiró con frustración. De repente, se acordó del bolso que solía llevar en su hombro. ¡Cómo podía haberse olvidado de eso!

Aurora siempre había llevado una cámara espía, atada a la correa del bolso. Su propósito era registrar el viaje de búsqueda de sus padres y prevenir accidentes.

Ella era una chica que siempre estaba alerta y era cuidadosa con su entorno. No fue una tarea fácil encontrar a sus padres, sin mencionar que su seguridad estaba en riesgo, por lo que siempre iba preparada con un Plan B para cada situación.

La cámara estaba conectada a la aplicación del teléfono. Si la abriera, vería la cara del hombre en cuestión.

Sin embargo, Aurora negó con la cabeza. Debería olvidar todo el asunto y no mirarlo. Si él fuera un sujeto horrible, el hecho de verlo solo la haría sentir peor...

Se puso de pie y se dirigió hacia el baño, pensando en marcharse después de tomar una ducha.

Entonces, cuando se miró frente al espejo del baño, sus ojos se abrieron de par en par con horror.

¡El colgante de oro que siempre llevaba en su cuello había desaparecido!

Su corazón se derrumbó. Corrió de vuelta al dormitorio y rebuscó en toda la cama y por todas partes.

No estaba por ningún lado.

Aurora estaba en un estado de desesperación total. El colgante era la única pertenencia que le habían dejado sus padres, ¡y nunca debió perderlo!

En ese momento, su teléfono sonó con un mensaje de texto.

"Tengo el colgante de oro. Si lo quieres, ven al Grupo Empire".

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