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Cuando Lucy me dijo que el Capitán Bermúdez me esperaba en la biblioteca, mi corazón comenzó a latir desesperado. ¡Maldito corazón! Llevaba más de una década sin acelerar sus latidos y en cuestión de semanas, desde que lo conocí, parece haber recuperado diez años de inactividad.

Maldije por segunda vez ese día y lo peor, por el mismo motivo. Ese hombre se ha convertido en la piedra en mi zapato, mi dolor del costado, mi grano en el.... bueno mejor me ahorro las obscenidades.

Respiro profundamente,tratando de calmar los nervios. Desde el inicio de mi carrera como diseñadora, el mundo me ha conocido como la " Dama de hielo", la mujer que no muestra ni una sola emoción, la belleza inalcanzable, y por más que me afecte ese hombre, no voy a permitir que su presencia se filtre en mi coraza. Nunca más permitiré que alguien me destroce el corazón, mucho menos ese hombre. Elevo los hombros y alzo orgullosamente la cabeza, doy un paso hacia adelante hasta cruzar el umbral de la biblioteca y encontrarme frente a él.

Está de espaldas a mí, observando el cuadro que me regaló mi hermano Darío en mi último cumpleaños, mi retrato. Parece enajenado en la pintura, lo cual agradezco, porque me permite estudiarlo detenidamente por primera vez desde que nos conocimos.

Es un hombre atractivo, demasiado para mi gusto. Si la justicia divina existiera, sería un hombre enano y gordo, feo como su carácter. Pero no, no existe algo feo en él. De hecho es el prototipo de la belleza ruda masculina: alto de hombros anchos y brazos musculosos, cabello ondulado del color del oro viejo, nariz aguileña y labios carnosos, sin mencionar esa sonrisa llena de picardía...

Maldición!!!! Otra vez mi corazón da golpes en mi pecho. Me llevo la mano a él como si pudiera de alguna manera controlarlo, pero lo único que logro es mostrarme vulnerable ante el capitán, que en ese instante descubre mi presencia.

- Vaya al fin decide dar la cara.- murmura dejando escapar todo el odio que siente por mí. En ese momento, aparto la mano de mi pecho, alzo más la cabeza y me aferro a la máscara de frialdad que me caracteriza ante el mundo.

- Parece ser, capitán Bermúdez que no tiene nada más que hacer que venir a molestarme. Tal vez usted es un desocupado, pero yo tengo una empresa en la quiebra qué debo levantar. Así que diga a qué ha venido porque no deseo perder mi tiempo con usted.

- Una empresa que heredó gracias a la inesperada y poco ortodoxa muerte de su marido. Otro hecho que afirma mis sospechas. Estoy seguro que tuvo algo que ver con su muerte y lo voy a demostrar.

- No es la primera vez que me acusa de la muerte de Vicente, cuando todo el mundo sabe que fue un accidente de tránsito.

- Un accidente demasiado oportuno para la reciente esposa, que sin duda heredaría toda la fortuna de su marido si este moría.

- Basta ya. No me importa lo que crea o sospeche de mí. No existen pruebas que me condenen..

- Aún - me interrumpió él.

- Si tan seguro está de mi culpabilidad vaya ante un juez y acúseme, lleve las pruebas y demuestre que soy una asesina. Mientras tanto le aconsejo que se aleje de mi casa, de mi vida y de mis hijos, porque de lo contrario seré yo quien lo acuse a usted de difamación.

-Jajajaja- la carcajada que dejó escapar me hizo hervir la sangre, sentí unos desenfrenados deseos de abofetear su cara.- Crees que con semejante amenaza vas a impedir que te lleve a la cárcel, que te haga pagar por la muerte de mi amigo.

- ¿Amigo? Te consideras su amigo, cuando ni siquiera lo conocías de verdad? Si hubieras sido su amigo, hace tiempo hubieras hecho algo respecto a su adicción al juego y su millonaria deuda con la mafia.

- De qué estás hablando?

- Ahora me dirás que no sabías de la deuda que Vicente tenía con el dueño del casino "Madonna". Por favor lo sabía hasta el guardia de seguridad de la Textilera y tú, su mejor amigo, no? Vicente llevó a la quiebra la empresa con su maldita adicción al juego, que dicho sea de paso, existía antes de conocerme a mí. En vez de acusarme de su muerte, pregúntate quienes eran su verdaderos enemigos.

- No te creo. No permitiré que ensucies la memoria de mi amigo.- exclama hecho una furia, mientras se acerca peligrosamente a mí. De manera inconsciente retrocedo, intentando escapar de él, pero la pared me detiene. - Tú te casaste con él solo por la maldita textilera que perteneció a tu familia y que tu padre perdió por sus vicios. Te prometo América Vidal, que no descansaré hasta hacerte pagar la muerte de mi amigo, te arrepentirás de haber aparecido en la vida de Vicente, voy hacer que lo lamentes...

Su cercanía me afecta. Intento alejarme de su cuerpo pero la pared me lo impide, estoy atrapada, me siento pequeña, pero nunca le permitiré saber cuánto poder tiene sobre mí. Intento en vano controlar el temblor de mi cuerpo, aún así, lo miro a los ojos y lo enfrento. Sonrío con maldad y susurro a escasos centímetros de sus labios:

- Puedes intentarlo.

Lancé un desafío crucial para el futuro de ambos, un desafío que Javier Bermúdez está dispuesto a aceptar. La furia que brilla en sus ojos me asusta, si decidiera lastimarme, poco podría hacer yo contra su 1. 87 cm de altura. Sin embargo, no es un golpeador de mujeres, el nunca me lastimaría de ese modo. No, para mi pesar tiene otras formas de filtrar su ira y lo consigue estrellando sus labios contra los míos antes de que pueda siquiera reaccionar.

Por un instante no comprendo que sucede, me quedo congelada y temerosa, recordando un momento similar de mi pasado, cuando no pude defenderme y la fuerza bruta de un mal nacido me venció. Mi cuerpo se estremece del miedo. Intento apartarme, mis manos empujan su pecho para alejarlo, pero todo es inútil.

Entonces siento sus manos en mis costados, aferrando mi cintura y el tacto que antes había hecho renacer mis miedos, se vuelve suave y seductor. Sus labios tientan y embaucan los míos, incitandome a abrirlos para él. Mi cuerpo de pronto parece derretirse entre sus brazos y no puedo evitar entregarme al deseo. Abro los labios con timidez y de pronto estoy respondiendo a su beso con la misma pasión que me ofrece.

No comprendo que nos pasa, como es posible que a pesar de odiarnos, nuestros cuerpos se deseen con tanta pasión. Cómo es posible que mi cuerpo se derrita entre sus brazos y me asalten estas sensaciones, cuando nunca antes me había pasado. No lo sé, no puedo pensar, solo sentir, solo sentirlo.

Nos separamos para recuperar el aliento. Nuestros labios están hinchados, nuestra respiración acelerada y los cuerpos temblorosos. Nos miramos en silencio, demasiado afectados por lo que ese beso nos hizo sentir, como para decir algo coherente.

Él está tan sorprendido como yo, lo veo en sus ojos. Y es esa confusión, la que me permite tomar nuevamente las riendas de la situación.

- Si crees que esta es la forma de vengarte de mí, estás muy equivocado. Ese beso, si es que se puede llamar así, no significa nada.

- Puedes decir lo que quieras, respondiste a mi beso, tu cuerpo no miente, me deseas.

- Mi cuerpo solo siente lujuria, lo cual es comprensible teniendo en cuenta lo atractivo que eres. Pero no se confunda capitán, lo único que deseo de usted es tenerlo a kilómetros de distancia.

- Una lástima que no siempre tengamos lo que se desea...

- Es bueno que lo tenga claro, porque usted nunca me tendrá.

-Te equivocas, América. Un día te tendré en la palma de mi mano,y creeme cuando te digo que haré contigo lo que quiera.

- Lo veo muy confiado capitán, pero recuerde que usted no me conoce, tal vez sea yo quien lo tenga en la palma de mi mano.

- No lo creo, nunca estaría tan ciego como lo estuvo Vicente para caer en sus redes de viuda negra. Usted nunca me tendrá en sus manos por el simple hecho, que la conozco.

En ese momento sonrío, una sonrisa frío que no me llega a los ojos y le digo antes de darle la espalda y marcharme:

- Se equivoca capitán, no me conoce, no sabe nada de mí y créame, nunca me conocerá....

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