Home/ Ocultar al heredero de mi alfa Completed
Soy una Luna de rouge, ya rechazé a mi compañero Alfa.
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“¿Qué d*monios estás haciendo aquí, Desmond?”, pregunté con mi voz seria. “¿C-Cómo ingresaste a mi departamento?”, entré en pánico y mi voz comenzó a temblar porque estaba segura de que había cerrado la puerta con llave.

¿Cómo d*ablos la abrió?

Desmond sonrió, pero no de forma genuina y reconfortante, sino de una que me provocaba escalofríos en todo el cuerpo.

“He venido a buscarte a ti y a... nuestro pequeño Sander, serafín”, dijo con su voz ronca mientras avanzaba hacia mí.

Evité reaccionar cuando me llamó serafín, pero por dentro mi corazón se había partido en pedazos en el momento que lo escuché decir el nombre de nuestro hijo. “¿De qué d*monios estás hablando?”, le pregunté mientras me hacía la loca.

Hice de todo para ocultarlo de su padre, por lo que pensé que no había forma de que Desmond supiera que teníamos un hijo.

Se detuvo a unos metros de mí e hizo una expresión burlona. “Ya veo, ¿acaso pretendes jugar conmigo como antes, Serafina?”. Inclinó un poco su cabeza y luego siguió acercándose.

Con cada paso que daba me ponía más ansiosa. El poder que tenía como el Alfa me hacía temblar a pesar de que alguna vez fui la Luna de la manada en la que reinaba Desmond.

“¡No te me acerques, Desmond!”, grité mientras cerraba las manos y retrocedía un poco. Ya que él había bloqueado la puerta, solo debía esperar el momento perfecto para escapar por la ventana.

Una vez que estuviera fuera de peligro, iría a Niscia para llevarme a Sander y evitar que Desmond diera con él.

¡Simplemente no podían encontrarse!

De otro modo, Desmond haría todo lo que estuviera a su alcance como marqués de Blackmont para quitarme a mi hijo. Yo sabía cuánto poder tenía, por eso prefería evitar cualquier discusión con él.

“Vuelve a mí, Serafina”. Me ofreció su mano a pesar de estar tan cerca de mí. Tenía una expresión tan calmada que hizo que se me acelere el corazón. “Vuelve a mí y empecemos de nuevo... con nuestro hijo”.

No podía creer que lo había dicho. ¿Empezar de nuevo? ¿Y luego qué? ¿Debía esperar a que me traicione otra vez? ¡De ninguna manera!

“¡Ya quisieras!”. Le di la espalda y corrí hacia la ventana.

Estaba a punto de saltar cuando me tomó de la cintura. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, sentí que mi espalda chocaba contra la pared que estaba al lado de la ventana por la que planeaba escapar.

Grité del dolor antes de lanzarle una mirada a ese b*stardo que sonreía descaradamente. Entonces, me di cuenta de que él tenía mis manos contra la pared. La parte inferior de su cuerpo estaba bloqueando mi cintura para que no pudiera moverme.

“¡Desmond! ¡Libérame en este instante!”, grité e intenté liberarme.

“¿De verdad creíste que dejaría que mi Luna se escapara de mí otra vez?”. Intentó provocarme con su sonrisa mientras acercaba su rostro al mío.

Logré distinguir su aroma, con lo que pude rememorar los tiempos en los que solíamos ser pareja. Olía a una combinación de cítricos, naranja y cedro. Era tan cautivador que hizo que mi lobo y yo nos obsesionáramos con él.

Desmond sabía muy bien que una de mis debilidades era su olor masculino.

Él sabía perfectamente lo que estaba haciendo y su tonta sonrisa empezaba a molestarme.

M*ldito sea este hombre...

Lo m*ldigo por saber lo que está haciendo.

Me estremecí cuando su nariz rozó mi piel. “Así es... Aún adoras mi olor, serafín”, susurró en mi oído. “Y todavía me encanta tu aroma floral de iris blanco y peonías frescas”.

“Suéltame”, dije en un intento por ignorar sus palabras, las cuales me estaban haciendo perder la cabeza.

Desmond me miró y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

“Ni lo sueñes. No permitiré que vuelvas a engañarme, Serafina. Te has escapado de mí una vez, pero esto no volverá a ocurrir. Te prometo en el nombre de la Diosa de la Luna que nunca te dejaré ir, incluso si ruegas y lloras”.

“¡Como si fuera a rogarte!”, gruñí.

Mis ojos se abrieron de par en par y jadeé cuando sus labios rozaron mi oreja. “No te preocupes, mi querida Luna. Solo hay una forma en la que puedo hacer que me ruegues”.

Mi corazón se detuvo ante sus palabras, pues su susurro prometía algo tan oscuro y familiar.

“Sigue soñando, c*brón...”, le dije. Mi cuerpo se estremecía y no podía evitar sentirme exc*tada en ese momento mientras me besaba una y otra vez en el cuello.

«Querida Diosa de la Luna... ¿Por qué estoy disfrutando esto?»

“Quizás ahora estés diciendo eso, pero sé que pronto estarás rogándome que te f*lle hasta que no puedas moverte más. Esa es una promesa, Serafina Beryl-Verlice, mi Luna y marquesa de Blackmont”, concluyó.

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