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El anuncio

—No lo sé seguro, pero tengo una firme idea sobre lo que apostasteis; yo también me he dado cuenta —declaró con confianza.

—¿Nunca se te escapa nada, verdad? —preguntó Nora con diversión, él negó con la cabeza.

—Dejad de hablar en código, nosotros también queremos saber qué pasa —gritó Dan haciéndolos reír.

No obstante, de repente sintió un fuerte impacto en el coche y perdió el control.

Durante unos segundos todo se volvió negro y cuando volvió a abrir los ojos estaban bocabajo y su cabeza dolía como el infierno. Se llevó la mano a la cabeza y sintió que su mano se llenaba de sangre.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

—¿Cómo estáis vosotros? —preguntó con un hilo de voz’—. ¿Nora?

¿Ann? ¿Dan?

Más silencio.

—¿Nora?

Miró a su derecha y lo que vio lo dejó al borde de la desolación. Una viga atravesaba el estómago de su mejor amiga, que no se movía, y cuya palidez llegó a asustarlo. Completamente frenético, intentó liberarse del cinturón de seguridad, pero sus manos temblaban demasiado.

—¡Nora! ¡Nora! —gritó desesperado, pero ella no se movió.

¡No, no y no! ¡Ella no podía estar muerta!

—¿Ann? —preguntó en voz baja con auténtico pánico’—. ¿Dan?

Al no escuchar respuesta por parte de ninguno de los dos miró hacia atrás y la imagen casi le hace perder el conocimiento de nuevo. Su hermana estaba tirada entre cristales rotos y de su cabeza salía una gran cantidad de sangre, mientras que Dan también estaba tumbado de una forma antinatural.

Comenzó a respirar de forma agitada y una vez más trató de quitarse el cinturón, pero su cuerpo entero no paraba de temblar.

—Tengo que calmarme, no pueden estar muertos, no pueden estar muertos —se repitió una y otra vez creyendo que si lo deseaba con fuerza ellos estarían bien.

Trató de liberarse una vez más, pero al no conseguirlo gritó frustrado. Miró de nuevo hacia Nora, Dan y Ann… estaban muertos por su culpa.

Abrió los ojos abruptamente y se pasó la mano por su sudorosa frente.

Una pesadilla. Otra vez.

Respiró hondo un par de veces y trató de calmarse. Una vez que consiguió tranquilizarse se sentó en la cama y encendió la luz de la habitación.

Se pasó las manos por el pelo y a continuación se las miró con seriedad, era la primera vez que en una de sus pesadillas no tenía la sangre de sus amigos manchándolas. Eso debía significar que comenzaba a superarlo, ¿no?

Suspiró pesadamente y cerró los ojos por un segundo.

Sabía que el accidente no había sido culpa suya, pero aun así no podía evitar sentirse culpable. Su hermana y su mejor amiga casi mueren y su mejor amigo acabó con una pierna rota, y todo porque él no tuvo unos reflejos lo suficientemente rápidos.

Abrió los ojos y se puso en pie.

Todavía no había amanecido, pero una vez que se despertaba de una de sus pesadillas no podía volver a dormirse, así que prepararía el desayuno para su familia.

Abandonó la habitación y caminó hacia la cocina. Sin embargo, se detuvo frente al dormitorio de su hermana. Cada vez que tenía una pesadilla le gustaba entrar a su dormitorio y asegurarse de que estaba bien. Ann lo había acusado de ser un perturbado, pero no podía evitarlo. Quería asegurarse de que estaba bien, y sí, puede que fuera un poco sobreprotector, pero todos los hermanos lo eran.

Abrió la puerta con cuidado para no despertarla, no quería que le gritase de nuevo por ser exageradamente protector con ella. Entró con sigilo y se acercó a la cama lo suficiente como para darse cuenta de que el bulto no era otra cosa que una almohada puesta por su hermana para despistarlos.

Puso los ojos en blanco y salió a toda prisa de la habitación y de la casa.

Si se apresuraba aún era capaz de alcanzarla, bajó las cuatro plantas corriendo y solo vestido con unos calzoncillos y una camiseta negra atravesó el parque Lorca en dirección al edificio turquesa donde Kyle y Dan vivían.

—¡Quieta ahí! —gritó señalando a Ann con el dedo, y su hermana, que estaba abriendo la puerta del portal, levantó las manos al cielo y a continuación volteó hacia él con los brazos cruzados y una expresión de fastidio.

—Tus pesadillas empiezan a ser un incordio —dijo Ann con los ojos brillantes, aunque poco a poco su rostro comenzó a relajarse hasta que sonrió divertida.

—Ni una palabra —dijo con seriedad, Ann abrió la boca y él levantó la mano para hacerla callar’—. A casa.

—Claro, tú puedes corretear en calzoncillos por el parque a las cinco de la mañana pero yo no puedo ir a ver a mi novio —dijo Ann con un enfado fingido.

—Un novio que aún no tiene mi aprobación —contestó levantando un dedo al cielo, Ann rodó los ojos y se colocó una de sus manos sobre la cadera.

—Como si fuera a conseguir tu aprobación —reclamó su hermana—. Eres demasiado sobreprotector y no te lo digo como hermana que sufre tu exagerada sobreprotección, sino como futura psicóloga.

Puso los ojos en blanco, desde que Ann había empezado a estudiar psicología no paraba de analizarlo e insistir en que se sentará en su diván donde le haría una consulta gratuita. Como si él necesitase ir al psicólogo.

—A casa —ordenó señalando en dirección contraria, Ann entrecerró los ojos y lo miró mal durante unos segundos antes de separarse de la puerta y comenzar a caminar.

—Necesitas una novia —murmuró Ann.

—Lo que necesito es que dejes de intentar colarte en casa de Kyle —dijo con seriedad colocándose al lado de Ann, que rodó los ojos.

—No trataría de colarme en su casa si no fastidiases todas nuestras citas —protestó su hermana elevando la voz.

—Te sigo diciendo que pasé de casualidad por la bolera —repitió por enésima vez.

—Sí, y el bolo que acabó golpeando a Kyle en la cabeza también fue pura casualidad —respondió su hermana con sarcasmo.

—Eso fue culpa de Dan.

—Matt, te vi lanzándoselo.

—Sí, porque Dan me dijo que Kyle te estaba intentando hacer un chupetón —explicó con vehemencia, Ann enarcó la ceja y cruzó los brazos antes de mirarlo con seriedad.

—Dile a Dan que como siga fastidiando mis citas le diré a Sonia que desde hace una semana lleva un yeso de mentira.

Soltó una fuerte carcajada y siguió a Ann al interior del edificio. Le había dicho a su amigo que usar un yeso falso no era buena idea y que enseguida todos notarían la farsa, y efectivamente todos notaron el cambio. Bueno, no todos, para suerte de Dan, Sonia seguía pensando que era de verdad y seguía cuidándolo y mimándolo. Eso sí, en cuanto se enterase del fraude se pondría hecha una furia. De hecho, ya estaban haciendo una porra sobre cuándo se daría cuenta Sonia del timo.

—Bueno, no, que yo aposté que se enteraría dentro de otros ocho días —habló Ann sacándolo de sus pensamientos, su hermana se agitó el largo pelo rubio y luego sus ojos brillaron’—. Pero Dafne dijo que sería pronto, se lo contaré a Sonia y entonces Dafne ganará y repartiremos el dinero entre las dos.

—Eso es trampa —dijo mientras ambos entraban en el ascensor, Ann sacudió la mano como si eso no le importase.

—No tienes ninguna prueba de que lo sea.

—Acabo de escucharte —recordó pulsando el botón de la cuarta planta.

—Tú no cuentas, yo como psicóloga inhabilito tu testimonio —replicó Ann con burla, luego en cuanto el ascensor se abrió ella se marchó dando saltitos de alegría—. Me apetecen tortitas, sí, tortitas.

Se quedó mirando la espalda de su hermana y entrecerró los ojos. Teniendo en cuenta que la última vez que la atrapó intentando colarse en casa de Kyle luego intentó sacarle los ojos con el tacón de la bota, hoy se lo había tomado excesivamente bien.

Demasiado bien. Aquí pasaba algo.

...

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Nora desviando la mirada del libro.

—Creo que Ann está tramando algo —dijo con seguridad dejando de dar vueltas por el vagón del metro para sentarse frente a ella—. Y no me refiero a algo como pegar todos mis zapatos al suelo o bloquear mi puerta, sino a algo grande.

Nora cerró el libro y lo miró fijamente.

—Puede ser, Dafne y ella no han parado de cuchichear entre sí desde hace semanas —indicó Nora, lo que confirmó sus sospechas.

Nada bueno podía salir de la alianza de esas dos.

—¿Dónde está Damián cuando se le necesita? —preguntó en voz alta recostándose sobre el asiento con fastidio.

—¡Ah! Ahora lo entiendo —exclamó Nora con felicidad, él enarcó una ceja y ella lo miró con cara de haber resuelto un misterio—. Dafne le dijo a Damián que era guapo, lleva como una semana en shock y cuando la ve solo sonríe complacido.

—Es decir, no quería que interviniese en sus planes y lo ha distraído inflando su ego —habló con seguridad, algo a lo que Nora asintió—. Eso refuerza mi teoría, ¿alguna idea de lo que están haciendo?

—Algunas, y ninguna buena para ti —dijo Nora mientras se tocaba las trenzas para asegurarse de que seguían en su lugar—. Te lo estabas buscando, el otro día le causaste una contusión.

—Creo que exageró un poco.

—Se pasó la noche en observación porque le tiraste un bolo a la cabeza —continuó Nora mirándolo con seriedad.

—Fue culpa de Dan.

—¡Eh! ¡Que fuiste tú el que le tiró el bolo! —exclamó Dan desde su silla de ruedas, Matt y Nora voltearon hacia el final del vagón, donde estaban Sonia y Dan.

Ambos vieron cómo Sonia lanzaba una mirada sospechosa al yeso y luego a Dan; Nora y él intercambiaron una mirada divertida, era cuestión de tiempo que su amiga se diese cuenta y entrase en cólera.

—Te digo una cosa: si fueses mi hermano ya estarías muerto por entrometido —comentó Sonia mirándolo fijamente.

—No soy un entrometido, solo soy un hermano preocupado.

¿Por qué nadie lo entendía? Ann era su preciada hermana pequeña, él siempre la había cuidado, protegido y consolado cuando sus pececitos morían ¿y ahora tenía que dar su visto bueno al primer idiota que pasaba por allí y decía estar enamorado de ella? Pues no. Le daba igual que el idiota en cuestión fuese uno de sus supuestos mejores amigos, de hecho eso solo lo empeoraba. ¿Cómo uno de sus amigos había osado fijarse en su hermana?

—Maldito Kyle —murmuró irritado.

Por su culpa, Ann y él no hacían sino pelear.

Bufó y se acomodó en el asiento, y Nora, que estaba frente a él, había abierto el libro de nuevo y se había puesto a leer, así que se relajó y bostezó largamente.

—¿Otra pesadilla? —preguntó su amiga, él asintió y Nora lo observó con ternura—. No fue culpa tuya.

—No, pero si yo…

—Matt, no fue culpa tuya —repitió Nora.

—¡Oh, por dios! ¿Todavía sigues con eso? —preguntó Sonia, que se había acercado a ellos y abandonado a Dan, la pelirroja le pegó un puñetazo en el brazo y tomó asiento al lado de Nora—. Como sigas echándote la culpa te patearé.

—Vale, vale… No fue mi culpa, sino de los ladrones —dijo rápidamente, por lo que Sonia sonrió complacida.

—Cambiando de tema, ¿no veis extraño el yeso de Dan? —preguntó Sonia preocupada, inmediatamente Nora y él se miraron.

Decirle la verdad a Sonia era una terrible idea, pero mentirle en su cara y que luego descubriese que ellos sabían la verdad era aún peor. Así que, ¿cómo esquivaban el tema sin resultar demasiado obvios?

Afortunadamente todos sus móviles emitieron un vip, lo que solo significaba una cosa. Triz acababa de publicar algo en su web. ¡Bien por Triz!

—¡Eh, Matt! No sabía que buscabas novia —gritó Dan moviendo su móvil de un lado a otro con emoción.

—¿Que yo qué? —exclamó sacándose el móvil del bolsillo, al igual que Nora y Sonia.

Abrió la notificación y esta lo mandó a la página web de Noticias Tatata-chán, y lo primero que vio fue una foto suya seguida de “Busco novia”.

—Si eres mujer mayor de 21 años, soy tu hombre. Mi nombre es Matthew y busco novia. Interesadas mandad un mensaje a unanoviaparamatt@gmail.com —leyó Sonia con burla—. No sabía que estabas tan desesperado.

—Bueno, querías saber qué tramaban… aquí lo tienes —dijo Nora, mirándolo divertida.

Él le devolvió la mirada con enfado.

Ann, Dafne y Triz acababan de cavar su propia tumba.

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