Home/ Él y Ella Completed
Lidia, una actriz famosa, por una apuesta de su abuelo, tuvo que casarse con un hombre, Miguel, que ya tenía una novia.
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Con el guion en la mano y mirando a la cámara, el director gritó que cortaran.

En ese momento, Lidia estaba filmando una historia de amor titulada Él y ella. Al atardecer, ella caminaba por la orilla del mar de la mano de un atractivo protagonista, Sebastián del Valle. En la industria del cine, les llamaban los tortolitos.

Se presentaban juntos en películas, sesiones de fotos e incluso en entrevistas. Llevaban casi dos años actuando como pareja y, como hacía tanto tiempo que trabajaban juntos, Sebastián sentía una gran admiración por ella.

Aunque casi todos sus filmes eran románticos, nunca habían salido besándose o juntos en una cama, debido a que ella había sido categórica en una cláusula de su contrato en la cual se oponía a la política de besos y escenas en la cama. Por eso él la admiraba aún más.

El director fue sonreído hacia donde estaban ellos. “Si al menos permitieras una escena de besos, sería mejor”, le dijo a Lidia sin tapujos.

“Director, si realmente quiere hacer eso, podemos filmar una silueta y buscar otra actriz para que lo haga”, respondió ella.

A decir verdad, era una buena idea. Sin embargo, de repente, Sebastián habló en un tono firme: "Entonces, el actor también deberá ser un doble".

El director aplaudió y les dijo: “En realidad, ustedes dos son una pareja perfecta. Piensan igual y nada supera al hecho de ser una pareja genuina...".

Sebastián no lo dejó terminar: “Director, debe de estar cansado. Descanse un poco".

A pesar de quedarse atónito, el director siguió su sugerencia. Mientras se alejaba, gritaba a todo el equipo de filmación que necesitaban un doble para Lidia y otro para Sebastián, para la escena del beso de silueta. Tenían que rodar ya para aprovechar la radiante y hermosa puesta de sol.

Al tiempo que escuchaba la voz ronca del director, Lidia le preguntó a Sebastián por qué no hacía la escena. Él le arregló el chal que tenía sobre los hombros. Luego la miró: "No me perdonaría besar a otra mujer mientras estés mirando".

Sus palabras la impactaron y, después de unos segundos, rio entre dientes: "Estás bromeando, ¿verdad?".

Sebastián la miró y respondió con seriedad: "No".

Ella no pudo decir nada. Lo trataba como su hermano mayor y él acababa de manifestarle sus sentimientos, cosa que jamás había hecho. De súbito, hubo un momento de silencio mientras paseaban por la orilla del mar. La confesión de Sebastián parecía haberla dejado sin voz.

Finalmente, rompió el silencio: "Sebastián, sabes que te veo y pienso en ti como un hermano, ¿verdad?".

Él no dijo nada. Miraba al horizonte mientras ella tenía los ojos fijos en él. Sebastián medía 1. 90, por lo que Lidia solía levantar un poco la cabeza cuando hablaba con él, que en ese momento estaba en las nubes.

Llevaba tiempo pensando y preparándose para el día en que decidiera decirle lo que sentía por ella y, gracias a la escena del beso, acababa de adelantar su decisión de manera fortuita.

¡M*ldición!

¿Qué estaba pensando?

Cuando el director dijo que la escena sería mucho mejor si se besaban, ya él estaba pensando en cómo abordarla. Aunque sabía que ella no estaría de acuerdo, le dolió un poco cuando sugirió que buscaran un doble para esa escena.

Sebastián tenía la esperanza de que en Lidia también hubieran florecido algunos sentimientos por él, teniendo en cuenta que siempre estaban juntos y que en los últimos dos años se habían referido a ellos como los tortolitos.

“¿Ella me desprecia? ¿Me repele?".

Lo asaltaron todas las razones negativas posibles. Lidia le gustaba mucho.

¿Cuándo había empezado a gustarle?

Solo habían pasado seis meses. Fue el año pasado, cuando tuvieron una sesión conjunta de fotos para el comercial de un perfume. Ella llevaba un biquini blanco ceñido, de dos piezas. Aunque a veces usaba ropa pegada al cuerpo para las sesiones de fotos, esa fue la primera vez que usó un biquini de dos piezas. Era una diosa andante.

Ni siquiera los miembros del equipo de filmación podían quitarle los ojos de encima. Pero la gota que colmó la copa, lo que acabó de enardecerlo, fue la escena en la que casi se besan. Sus labios estaban a unos pocos centímetros de separación, y cuando él vio las miradas de los hombres que estaban en el set, sintió ganas de golpearlos a todos.

Desde entonces, se prometió a sí mismo protegerla a toda costa.

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