About
Table of Contents
Comments

  Max

  Lo primero que sentí cuando vi por primera vez a Suhail fue decepción. Durante meses imaginé que quien se mudaría a la casa de al lado sería un niño. Por eso, cuando vi a una niña, me negué a ser su amigo. Entiéndanme, en ese entonces yo no quería saber de niñas. Apenas tenía siete años.

  —¡Max, ven a conocer a Suhail! —me llamó mi mamá. Ella fue la primera en salir a saludar a los nuevos vecinos—. ¡Max! —insistió dos veces más, por lo que me vi obligado a acercarme.

  La familia de Suhail era una familia de tres personas, al igual que la nuestra; eso emocionó a mamá, que, en cuanto pudo, empezó a destacar todas las similitudes entre ellos y nosotros.

  —Mi hijo tiene siete años. ¿Qué edad tiene esta belleza? —preguntó, mirando a la horrible niña.

  —Suhail también tiene siete —dijo con orgullo su mamá. Mientras, la niña sonreía tontamente.

  —Suhail, ¡qué lindo nombre! —cuchicheó mi madre mirándola como si esta fuese adorable.Pero no, era horrible. Aunque todo empeoró cuando me obligó a acercarme a ella, a Suhail.

  —Suhail, él es Max —intentó presentarnos. Yo mantuve los brazos cruzados—. También tiene siete y estoy segura de que quiere ser tu amigo.

  Suhail, a quien a partir de ese momento empecé a llamar «el enemigo», tenía cabello pelirrojo y una cara redonda llena de pecas, me miró como si le cayera bien; pero yo sabía que era niña, y las niñas solo dan problemas.

  —Anda, Max, dale la mano a Suhail —me animó mi mamá, pero yo me negué.

  Eso pareció sorprender al enemigo.

  Suhail

  Los niños son escandalosos y sucios. Eso es lo que decía mamá cuando le rogaba permitirme jugar con los niños de nuestro antiguo vecindario. Y admito que no la creí del todo hasta que conocí a Max. Nunca antes había visto unos pantalones llenos de barro y unos modales tan bárbaros.

  —Dale la mano a Suhail, Max —insistió la mamá del salvaje.

  —¡No! —dijo él rabioso y mirándome como un perro con muchas pulgas.

  Yo lo miré de pies a cabeza y le sonreí para dejarle en claro que su actitud no iba a afectarme.

  —Lo siento —nos dijo la mamá de Max, todavía sujetando del brazo al tonto ese—. Desde que supo que tendrá una hermanita tiene cierto resentimiento hacia las niñas.

  ¿Hermanita? Eso me emocionó. Mamá me había autorizado a celebrar una fiesta de té en nuestro patio trasero y quería invitar a todas las niñas del vecindario. Algunas ya se acercaban a saludar.

  —No te preocupes, Miranda —dijo papá a la mamá del salvaje—. Es solo un niño.

  «Solo un niño» que hasta la fecha pronuncia mi nombre como «Susheil» con la intención de molestarme y no «Suail», como debe ser.

  —Las niñas son mejores que los niños —dije, para reforzar el comentario de papá, y porque era algo que mamá decía todo el tiempo.

  Escuchar eso enojó más al pequeño trastornado:

  —¡Las niñas son feas, en especial tú! —me ladró.

  —¡Yo no soy fea! —me defendí, mirándolo por encima del hombro—. Mamá dice que soy una princesa.

  Él ahogó una risa.

  —Las princesas no tienen la cara llena de pecas —bufó.

  No lo podía creer. Pensé que mis pecas eran bonitas. Papá siempre me decía que eran besitos de mariposas.

  Las demás personas que se habían acercado a saludar, entre ellas niñas del vecindario que también escucharon a Max decirme eso. Entonces empecé a llorar.

  Max

  El enemigo salió corriendo hacia su casa y no lo vi el resto de la tarde. Mamá se disculpó mil veces con los padres y me entró de la oreja a nuestra casa.

  —¡No puedo creer que me avergonzaras de esa manera! —me regañó.

  Sabía que estaba en muchos problemas.

  —¡Ella dijo que las niñas son mejores que los niños! —zapateé.

  —¿Y qué acabas de demostrar insultándola?

  Refunfuñé más:

  —La odio. ¡Quiero que se marche!

  En ese momento papá bajó las escaleras.

  —¿Qué pasó? —preguntó a mamá, dándose cuenta de que algo iba mal.

  —Max hizo llorar a la hija de los nuevos vecinos.

  —¿Por qué lo hiciste, enano? —Él suspiró y me miró como si le rogara a Dios que no fuese caso perdido—. Ven, vamos a tu habitación. Tenemos que hablar.

  «Tenemos que hablar».

  En mi habitación le platiqué a papá lo que pasó y él, poniendo toda su paciencia en ello, me aconsejó:

  —Los dos sabemos que tu molestia no es hacia Suhail, sino hacia tu nueva hermanita.

  —Odio a las niñas —remarqué, cruzado de brazos.

  —¿Por qué?

  —Porque... —Me animé a pensar en una buena respuesta—. ¿Viste a Suhail? ¡Las niñas lloran por todo!

  —A mi me enseñaron que las niñas son más sensibles que los niños, Max. —Papá colocó una mano sobre mi hombro, pero yo seguía molesto por todo y todos—. Te daré un ejemplo: ¿Recuerdas qué pasó la última vez que acompañamos a tía Giselle a comprar un vestido?

  —Sí —recordé, sonriendo—. Se puso a llorar y dijo que se veía como un oso polar.

  Papá también sonrió:

  —Porque había subido de peso. ¿Entonces qué dije yo?

  —Que sí se veía como un oso polar —me reí.

  —Me refiero a qué le dije yo… a ella.

  —Oh. Que no, que se veía bien —recordé y empecé a jugar con mis deditos.

  —Exacto. Porque, y tu abuelo me lo decía siempre, para una mujer es importante sentirse bonita. Y si tú haces sentir bonita a una mujer, ella te lo agradecerá y también te hará sentir bonito —me explicó papá al mejor estilo de un padre de los años 90.

  —¡A mí no me importa que Suhail no me haga sentir bonito! —Me crucé de brazos otra vez.

  —Ahora no te importa, Max, pero créeme, un día te importará.

  «Un día te importará». En ese momento no lo creí a papá.

  —Prométeme que le pedirás una disculpa a Suhail —me pidió como un favor.

  Dudé antes de responder, pero yo siempre hacía caso a papá. Aunque antes de contestar hice rodar los ojos:

  —Está bien, le pediré una disculpa a Suhail.

  Cuando estuve a solas me puse a jugar con mi colección de soldados.

  —¡Bam! ¡BAM! Ataca un tanque al otro. —Los hice chocar—. Rrrrrrrrrr. ¡Suena el motor de una avioneta antes de dejar caer una bomba! ¡BUUUUUUUUUUUUUUUUUUMMMMMMMM!

  Entonces la miré. Ahí, frente a mi ventana... porque resultó que a Suhail le habían asignado la habitación con ventana de cara a la mía. Cuando ella se dio cuenta se puso a llorar por segunda vez y salió corriendo a llamar a su mamá. «¡Niñas!». No obstante, cuando regresó, en apariencia resignada, esperó a que yo la estuviera viendo para cerrar de golpe su ventana en mi cara.

  «¡¿Qué?!» ¡Que se disculpe con ella la más vieja de su casa!

  Suhail

  Luego de convencer a mamá de plantar un árbol frente a mi ventana, me lavé, anudé en dos coletas mi cabello y saqué del armario mi vestido morado; el que tenía perlas, encajes y flores. Iba a visitar a las niñas del vecindario y quería verme bonita. Las invitaría a mi fiesta de té. Yo misma había hecho las invitaciones y decoré los pastelillos para el bufé.

  Ya había visitado la tercera casa e iba hacia las que faltaban, cuando vi a Max... Como era su costumbre, se hallaba sucio y llevaba puesta su camiseta del Hombre Araña. Él siempre vestía camisetas de superhéroes. Intentó ignorarme, pero yo decidí afrontarlo.

  —¡No te voy a invitar a mi fiesta de té! —lo empujé.

  Esperé a que se quejara y echara a llorar, pero se echó a reír en mi cara.

  —Muchas gracias —dijo, cínico.

  ¿Cómo?

  —¡No irás! —repetí—. ¡Y no me importará que tu mamá se lo pida a mi mamá!

  Él me miró sobre el hombro:

  —No se lo pedirá. Créeme.

  Apreté los dientes.

  —Habrá bufé de pastelillos rellenos de fresa, mantequilla y crema. También helado y galletas.

  Max puso los ojos en blanco:

  —Y niñas —dijo—. Muchas niñas cursis y lloronas.

  —Nos vamos a disfrazar de princesas —agregué para que se pusiera verde de la envidia—. Cintia de Blancanieves, Clara de Bella, Ana de Cenicienta... y yo de Ariel.

  —Mmm. Bien. Adiós —me ignoró.

  Pero sabía que lo vería rogarle a mamá que le permitiera entrar a la fiesta.

  Max

  Eric y Sam me ayudaron a subir todo mi armamento de guerra a la azotea. El enemigo iba a tener una fiesta de té en el jardín de su casa e íbamos a apuntar el cañón con bolas de lodo hacia su cara. Excelente idea, ¿no?

  Una por una, las demás niñas del vecindario llegaron a la casa de la llorona de Suhail.

  —¿También le vamos a disparar a mi hermana? —preguntó Sam, preocupado.

  —Sobre todo a tu hermana —dije, señalándola—. Mírala, es la que se ve más animada.

  Estaba molesto.

  Sam se encogió de hombros:

  —Okey.

  Eric y Sam son mis amigos desde preescolar, de modo que, para entonces, nuestra unión ya era sólida.

  —Suhail es bonita —dijo Eric con cara de bobo.

  «¡¿Qué?!» Sí, Eric era el más precoz de los tres.

  —¡Es una niña! —me quejé.

  —Nos tienen que gustar las niñas —se defendió él.

  Bla, bla, bla...

  —¡A mí no! —aseguré—. Cuando sea grande seré estrella de rock, no noviecito de niñas.

  —¡Pues yo seré Tortuga Ninja! —anunció Eric, dando patadas al aire. Fingí recibir una y caí al suelo de forma dramática.

  Aún recuerdo esa época, realmente confiábamos en ser lo que dijimos. Inocencia de niños.

  —¡Cállense, nos van a mirar! —advirtió Sam a los dos.

  El ruido había hecho que Suhail se volviera hacia mi azotea, pero estaba casi seguro de que no había visto que me encontraba cerca.

  Suhail

  Sonreí.

  Lo había logrado. El salvaje estaba mirando mi fiesta desde su azotea, seguro lamentando no haber sido invitado.

  Suhail: 1 — Max: 0.

  Me giré hacia las demás princesas y les serví más té y galletas. En general todo iba bien hasta que un proyectil de lodo aterrizó en mi cara, y después uno en la cara de Ana, y después uno en la cara de Clara, y así... De un momento a otro, mis invitadas comenzaron a llorar y huyeron de mi casa. ¡Huyeron de mí! Qué desastre. Después, frustrada, también me puse a llorar. Iba a ser la niña más odiada del vecindario.

  Al echar otro vistazo a la azotea de la casa vecina pude comprobar que desde allí vinieron las bolas de lodo.

  Todo era culpa de Max. Todo siempre es culpa de Max.

  Max

  —¡MAAAAAAX! —escuché aullar a mamá cuando todavía me encontraba en la azotea.

  El principio del fin.

  Suhail

  «¡Pero lo pagarás caro, Max Solatano!»

You may also like

Download APP for Free Reading

novelcat google down novelcat ios down