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- Apenas tengo dieciséis años, padre -. Refutó la joven sin poder creer lo que su padre informaba abruptamente -. Quiero casarme con alguien que yo elija, no con alguien a quien apenas vi una vez. No me apetece vivir con un extraño -. Expresó con súplica siguiéndolo con la mirada.

Pues su padre se encontraba de pie, caminando en un vaivén de la chimenea de la pequeña sala en el cuarto de su hija, al centro de la misma, frente a su primogénita, quien se encontraba sentada en un sofá frente a él.

- No pregunté si querías -. Rebatió el hombre en tono osco deteniendo su andar -. Dije que lo aras -. Le dedicó una mirada fría -. No te eduqué ni permití que vivieras por nada -. Recalcó sin quitarle los ojos de encima.

La joven que no se inmutaba por el tono osco de su padre ni por su fría mirada, ya que estaba acostumbrada a ese mismo trato desde casi toda su vida. Sin embargo, hasta ese momento, apenas había conseguido mantenerse herguida con la miraba llena de determinación mientras observaba con sigilo a su padre, retándolo con la mirada. Mas ese último comentario había logrado ponerla rígida. No obstante, pese a ello, siguió desafiando a su padre con la mirada y no tuvo miedo de fruncir el ceño mientras lo observaba.

- Invertí mucho en ti y ya es hora de pagar. Realmente gasté mucho en ti -. Recalcó con firmeza.

- Vaya -. Bufó incrédula -. ¿Entonces debería estar feliz por el hecho de finalmente poder pagarte, padre? -. Añadió con sorna - ¿O será que eres tú el feliz por finalmente poder deshacerte de esta carga? -. Masculló entre dientes con la vista fija en el hombre frente a sus ojos.

Llegados a ese punto, a ella no le quedaban ganas de llamarlo 'padre'.

- ¿Cuándo será el día que dejes de verme como un peso al cual culpar? -. Se escuchó cuestionar apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos empezaban a ponerse pálidos. Intentaba con todas sus fuerzas mantener la calma. Inhaló profundamente y continuó con sus cuestiones sin darle oportunidad al hombre frente a sus ojos, refutar sus palabras. No lo aguantaba -. ¿Realmente me ves como una simple mercancía? ¿Eso es lo que soy para ti? ¿Es esta la mejor manera que encontraste para deshacerte de mí? -. Cuestionó sin parar.

Sintió que no podía seguir aguantando más dolor. Ya no podía más con ese sentimiento que la quemaba por dentro. Era agobiante y desesperante. Muy frustrante.

Su voz quebrada delató ese sentimiento.

Sus ojos vidriosos reafirmaron con más certeza ese sentimiento de abandono.

No obstante, pese a todos esos sentimientos que finalmente salían a relucirse en silencio, fue suficiente para quebrarla por completo. Por lo general, ella no se daba a torcer. Pero esos sentimientos ominosos que se estaban dando a conocer, la estaban doblegando. No quiso verse lamentable frente a alguien que no la quiso, por lo que tuvo que pararse firme para no romperse a llorar frente a alguien que no merecía ese mar de lágrimas.

- Tu madre hubiera preferido lo mejor para ti -. Fue la respuesta que obtuvo tras un corto silencio.

- Ja. No me hagas reír -. Añadió con ironía y furia contenida -. No contradigas tus palabras ahora -. Se puso de pie -. Mi madre no me hubiera vendido a un extraño -. Siseó ahora sintiéndose que no podía ocultar más su molestia. La sangre le hervía ante la simple mención de su madre.

"La vida seria distinta con ella en vida"

Eso es lo que ella siempre creía al pensar en la mujer que le dio la vida.

- Es lo mejor que puedo hacer ahora -. Fue todo lo que dijo el hombre de cabello castaño. Su mirada castaña aun miraba de manera fría a su única hija.

- Que gran estupidez -. Soltó sin pensar pasando su mano por su cabello cobrizo, que era tan largo que llegaba hasta por debajo de sus glúteos, y estas al tener ondas semi gruesas, estas podrían llegar a ser más largo de lo que aparentaba -. Lo único que has hecho desde su muerte, fue buscar lo mejor para tu propio beneficio. ¡En todo este maldito tiempo no has hecho más que pensar en ti, olvidando la verdadera obligación que ganaste como padre! -. Explotó sin poder retener por más tiempo su ira.

» Pero, ¿sabes? -. Prosiguió ahora más calmada tras el silencio de su padre. Sin pensar, caminó con determinación para pararse frente a él -. Nunca te pedí nada. No soy tonta y menos estúpida -. Añadió segura -. Dejé de buscar tu atención y cariño cuando dejaste claramente entre indirectas que la única mujer a la que amaste y amaras, fue mi madre, y que, desde su muerte, ya nada te importó. Ni siquiera la única hija que ella te dejó. Una hija que ella creo con tu maldita ayuda -. Masculló colérica con la vista endurecida mientras observaba con fijeza a quien se hacía llamar su padre -. Se que me dejaste vivir por tu propio bien, para más tarde usarme sabiendo que te traería beneficio propio, justo como lo estás haciendo ahora. Maldita sea. Siempre lo supe -. Siseó para sí al dejar escapar una sonrisa amarga desviando la mirada. Ya no podía ver a su padre a los ojos, porque si lo hacía, el muro que había construido por años, se derrumbaría ahí mismo y ella no se sentía en condiciones de perder la determinación que había tomado. Ella estaba refutando a su padre por primera vez en tres años -. Por eso nunca te pedí nada.

» Aun así... tuve la osadía de esperanzarme y creer que nunca me usarías del modo en el que lo estás haciendo. Pensé que por lo menos tendrías un pedacito de corazón hacia la hija que dejo la única mujer a la que amaste. Entonces, aun así... solo por ahora, ¿podrías concederme este único deseo? -. Regresó su vista vidriosa hacia los ojos castaños con un mínimo de esperanza de haber llegado a su corazón. Sin embargo...

- La decisión ya está tomada.

Dicho esto, tras lo que pareció un largo silencio, el hombre de aparentemente cuarenta años, dio media vuelta y dejó a su hija sola en la habitación.

La joven, sintiéndose derrotada ante su propio padre, se dejó caer sobre el mismo sofá en el que estuvo antes, no aguantando más la tensión. Las lágrimas pronto surgirían mientras ella pensaba e intentaba calmar sus silenciosos sollozos.

El dilema se derivaba a causa de un matrimonio arreglado que se daría origen dos años más tarde, que ya se encontraba programada para la fecha en que Dreana Gray cumpliera sus dieciocho años. De momento solo se daría a conocer el compromiso que daría inicio en aproximadamente dos horas en la casa de la familia Diamond, donde pasaría a vivir tras finalizar la reunión programada de ese momento.

Dreana Gray, era una joven que había perdido a su madre en un atentado a causa de su padre, quien estaba implícito en conflictos con el bajo mundo. Tras la muerte de su madre, su padre dio a conocer el tipo de persona que era realmente. Desde ese entonces, Dreana pudo ver una nueva faceta en su padre que nunca dejó conocer a su madre, descubriendo también que, a este hombre, lo único que le importó aparte del poder, fue Della Dyken, la única mujer que amo. Su madre. Desde ese día, la joven creció recibiendo el rechazo de su padre y recibiendo sus maltratos cuando no cumplía con las obligaciones que se le designaba o cuando tenía una mala nota en clases, hasta que finalmente su padre decidió ofrecerla al único hijo de un socio suyo, quien en realidad resultó ser parte de una familia mafiosa.

Este matrimonio había sido concebido con el único fin de obtener más ganancias por ambas familias que, tras este lazo, obtendrían más poder. Dos horas más tarde, Dreana pudo conocer la cara del hombre con quien ahora compartiría el resto de su vida según papeles y un acuerdo que fue dado sin su consentimiento.

La familia Diamond, quien en realidad era conocida por ser poseedora de una gran empresa que era creadora de ropas y perfumes de alta calidad, con el nombre: Infanty, era conocida también por ser una de las empresas más reconocidas a nivel nacional e internacional por los buenos productos que generaban, ganando así, buena fama. Sin embargo, lo cierto es que esta empresa había sido levantada con lavado de dinero, dado que estaban relacionados con el bajo mundo, del cual, eran líderes de la mafia más grande y reconocida, puesto que por la influencia que tenían, los movimientos que hacían, eran minuciosos y bien cubiertos para no dejar rastro alguno.

Quien pronto podría heredar todo esto, era el único hijo de la familia Diamond, Gorka Diamond, quien sobrepasaba por cinco años de edad a Dreana.

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