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Todo empezó literalmente así:

—No me pienso casar — elevo la voz totalmente molesta mirando con puro odio a mi padre, quien hace un segundo me acaba de decir que me tengo que casar con un tipejo al que ni siquiera conozco.

—Ya está decidido, no hay vuelta atrás — dijo totalmente serio y con mucha calma tanta que provocaba cierto escalofrío en mi cuerpo.

—Soy mayor de edad, no me puedes obligar a casar con nadie — replicó con seriedad muy consiente de mis palabras, yo era muy joven para convertirme en la esposa de alguien al que cabe recalcar, no conozco y no quiero conocerlo.

—Claro que si puedo y lo sabes muy bien — dijo mi padre para luego tomar un sorbo de su café de la manera más tranquila como si nada pasara, yo por mi parte me mantenía sentada frente a él con una mirada matadora.

—Que acaso quieres obligarme, inténtalo — dije con una voz retadora para luego levantarme bruscamente de mi asiento, tomando mi bolso en mano e irme sin esperar ninguna respuesta por parte de mi padre.

Salí rápidamente de mi casa para subirme a un taxi, ya que no estaba en condiciones de manejar, al cabo de unos minutos llegue al trabajo hecha furia, me fui directamente a mi oficina tomando asiento frente a mi escritorio y cerrando los ojos por un breve momento para poder pensar en la e******a decisión de mi padre, aún no concebía la idea de que mi propio padre pudiera obligarme a casar, pero bueno que podía esperar del señor Edward Smith que todo lo veía como un negocio, para él era muy fácil tener todo lo que quería y desechar lo que ya no le importaba, me pregunto cómo mi madre se enamoró de este hombre sin corazón al que llamó papá.

Abro los ojos lentamente tratando de relajar mi mal humor, pero creo que eso no será posible si no me pongo hacer algo productivo, por lo que es preferible ponerme a trabajar para distraer mi mente, saco mi USB para colocarla en la computadora hasta que me doy cuenta de que está apagada, estoy a punto de encenderla, pero me distraigo porque la puerta de mi oficina es abierta por mi jefe quien entra con una cara de pocos amigos la cual hace erizar mi piel.

—Señorita Mariana, buenos días — me saluda de manera seria algo muy extraño, ya que mi jefe era una persona muy alegre a la cual nunca había visto con tal seriedad en el rostro, pero bueno, siempre hay una primera vez y espero que sea la última porque realmente no me gusta ver así a mi jefe.

—Buenos días, señor Cardona, ¿cómo le va? — hable de manera cortés prestándole toda la atención posible, aunque creo que los nervios de verlo muy serio hicieron que preguntará algo tonto, ¿cómo le va? Es una pregunta muy tonta, ya que se nota a leguas que algo muy delicado paso y está afectando a mi jefito.

—Bueno, a decir verdad nada bien — dijo pasando una de sus manos por sus cabellos mientras la otra mano se mantuvo en el bolsillo de su pantalón — tengo que darle una noticia que lamentablemente no es nada buena.

—Está bien dígame — dije rápidamente en cuanto escuche que no eran buenas noticias, el señor Cardona me miro por un breve instante con algo de tristeza y angustia, se notaba claramente en sus ojos que algo malo podía pasar.

—Señorita Mariana, usted esta despedida — dijo manteniendo la seriedad en sus palabras, causando un nudo muy grueso en mi garganta, la cual evitaba mi buena respiración, antes de quedarme sin aire por la noticia quisiera saber cuáles eran las razones de mi despido.

—¿Cómo que despedida? — pregunto completamente extrañada, con ceño fruncido mirando fijamente a mi jefe, no comprendía que había hecho mal si mi trabajo en esta empresa era excepcional.

—Lo siento, la empresa está en quiebra y estamos haciendo un recorte de personal — dijo mi jefe con un tono nervioso que pude notar y al instante me di cuenta de que algo aquí no estaba bien.

—¿Por qué me miente? Yo estoy a cargo del área de finanzas y sé muy bien que la empresa está mejor que nunca — dije, sería mirando con decepción a mi jefe al que consideraba una persona integra la cual no tenía motivo alguno para despedirme de esta manera inesperada.

—Mariana, seré sincero contigo — dijo en un suspiró bastante pesado producto de los nervios a lo que puedo deducir — efectivamente no te mereces ser despedida, por lo contrario, había pensado en darte un ascenso, sin embargo, lamentablemente tu padre es muy poderoso en el ámbito de negocios y me exigió que te despidiera o terminaría hundiendo a la empresa en la quiebra.

—Entiendo — dije sin más comprendiendo la situación difícil en la que se encontraba mi pobre jefe, él no tenía la culpa de nada, solo estaba asustado y no lo juzgaba, porque cualquier empresario de menor rango que mi padre le temía a sus amenazas.

—Por favor no lo tomes a mal, pero tú sabes muy bien que si esta empresa quiebra dejaría a muchos trabajadores en la calle — hablo nuevamente mi jefe y comprendí que era lo mejor, yo no podía perjudicar a tantas personas.

—No se preocupe, señor Cardona, comprendo las cosas a la perfección — dije manteniendo la calma sin ganas de querer explotar en la ira misma, mi jefe me miro con algo de nostalgia sabiendo muy bien que perdía a una de sus "mejores trabajadoras" como él siempre me había llamado.

—Gracias, Mariana, fue un gusto conocerte — finalizo mi jefe con tono más relajado al ver que mi reacción fue de lo más tranquila, sin ningún tipo de escándalo, en fin yo solo asentí con la cabeza sin ganas de querer hablar más — bueno te dejo sola para que puedas alistar tus cosas con calma.

—Está bien, gracias — respondí simple, mi jefe solamente me dio una sonrisa triste para luego retirarse dejándome completamente sola.

Me quedé en silencio sin hacer ningún movimiento con la espira como único sonido en esta oficina, sentía mucha rabia porque este era mi primer trabajo al cual le había puesto tanto empeño y nunca pensé que terminarían despidiéndome por órdenes de mi padre, al parecer piensa que de esta forma logrará casarme, pero estaba muy equivocado.

Respire profundamente para darme fuerzas morales y no rendirme tan fácilmente, luego empece a ordenar todas mis cosas en una pequeña caja de cartón. Al poco tiempo ya estaba lista para irme, por lo que di una última mirada a la oficina que un día fue mía.

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