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El multimillonario atractivo me propuso matrimonio porque le di un caramelo hace 15 años...
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En el Aeropuerto Internacional de Ciudad Esmeralda.

"¡Más rápido!".

"¡Deprisa!".

Varias docenas de hombres vestidos con trajes negros se precipitaron por la salida, cada uno lucía una expresión seria, como si se prepararan para enfrentarse a un adversario formidable.

Todos los pasajeros del aeropuerto les abrieron paso rápidamente, inseguros de quién había causado semejante alboroto.

El líder de ellos frunció el ceño y, de repente, se dio la vuelta y se marchó como si acabara de recordar algo.

Pronto, todo el grupo llegó a la acera que se encontraba afuera del aeropuerto.

Emanuel Heredia estaba sentado en una banca, exhalando humo lentamente por la boca.

"El señor desea que vuelva; le echa mucho de menos", dijo el líder al joven, de manera muy respetuosa.

Entre los demás, el hombre ostentaba un alto rango, y nadie se atrevía a desafiarlo o a tratarlo como menos.

Sin embargo, en presencia de aquel joven, se sentía como un subordinado más.

"¿Me echa de menos?".

Emanuel se giró ligeramente, con una sonrisa en el rostro. "¿Echa de menos mi influencia? ¿O mi dinero?".

Si otra persona hubiera hecho tal afirmación, el líder lo habría tomado a mal. ¿Cómo podría la rica e influyente familia Heredia de Ciudad Montenegro desear el poder y la riqueza de otra persona?

Pero el joven que tenía delante no era cualquier persona.

¡Él era el único heredero de la familia Heredia!

Lo que asombraba aún más al líder era que aquel hombre era conocido como el Dios Oriental de la Guerra, poseedor de habilidades extraordinarias y una inmensa riqueza.

"Yo morí para él cuando me desheredó de la familia y se casó con esa z*rra hace quince años".

Emanuel exhaló su última bocanada de humo. "Ahora, yo no tengo ninguna conexión con la familia Heredia de Ciudad Montenegro".

Dicho eso, se levantó para marcharse.

"No vuelvas a enviar a nadie a buscarme. De lo contrario, mataré a todos los que envíes".

Su presencia aterradora y asesina envolvió inmediatamente al líder.

El hombre solo pudo soltar sus puños apretados después de ver a Emanuel desaparecer en la distancia.

El sudor que recorría su espalda era un claro signo de lo nervioso que lo ponía la presencia del joven.

En el estacionamiento del aeropuerto, un auto esperaba por Emanuel.

El joven se subió al vehículo e inmediatamente hizo una llamada.

"Rogelio, ¿está todo listo?", preguntó.

"Dame la dirección", una voz le contestó desde el otro extremo.

Emanuel colgó rápidamente. En su mano, tenía un envoltorio de caramelo arrugado. Al contemplarlo, no pudo evitar retroceder a lo que sucedió quince años atrás.

Solo tenía quince años cuando lo echaron de casa de los Heredia, dejándolo a su suerte. Por lo que terminó vagando por las calles.

Tenía frío y hambre cuando se encontró con una niña que vestía modestamente. La pequeña, en un acto de desprendimiento, le ofreció a Emanuel el único dulce que le habían dado en toda su vida.

Inmediatamente después de aquel incidente, un hombre misterioso se lo llevó.

Cuando apareció por primera vez luego de lo sucedido, el mundo entero se estremeció.

Tres años luego de ello, recibió el título de "Dios de la Guerra de Oriente" a la temprana edad de dieciocho años.

Para ese entonces, habían pasado doce años y poseía todo el poder capaz de asombrar al mundo, pero Emanuel prefirió regresar en silencio.

Nunca olvidaría a aquella niña, aquellos ojos inocentes y aquel rostro amable.

Emanuel guardó con cuidado el envoltorio del caramelo y respiró hondo.

Si alguien que él conociera lo viera, se sorprendería. Incluso el gran Dios de la Guerra podía sentirse nervioso.

"Estoy de regreso", dijo.

Y con ello, el auto salió rápidamente del estacionamiento.

Mientras tanto, la familia Puig se encontraba en el Hotel Intercontinental de Ciudad Esmeralda.

Ellos habían estado recibiendo propuestas de matrimonio de diferentes hombres con el objetivo de encontrar el mejor partido para la joven Delia Puig. Y, por supuesto, todo esto había llamado mucho la atención.

Delia estaba sentada en uno de los salones, con los puños apretados y los ojos rojos, sintiéndose totalmente oprimida.

Por su parte, su madre, Alba, estaba a su lado y lucía molesta.

"Gastón, ¡definitivamente ninguno es adecuado para ella! ¡Compórtate como un hombre y enfréntate a tu padre!".

"¡¿O acaso pretendes quedarte de brazos cruzados y dejar que arruine el futuro y la felicidad de tu hija?!", siguió exclamando.

¿Qué tontería es esa de encontrar un buen marido? ¡Qué absurdo!

Alba no podía creer lo complacientes que estaban siendo.

Los Puig eran los empresarios por excelencia. Lo que comenzó con un pequeño negocio, en quince años de trabajo les había dado grandes frutos: se habían convertido en la tercera familia más rica de Ciudad Esmeralda. El cabeza de familia, Gonzalo, era la personificación de un empresario hecho a sí mismo.

El patriarca tenía tres hijos: Sebastián, Nicolás y Gastón.

Sebastián se había hecho cargo de la mayoría de los negocios de la familia Puig, mientras que Nicolás se encargaba de expandir el negocio a distintas ciudades. Gastón, sin embargo, había perdido el uso de ambas piernas en un accidente, por lo que estaba confinado en casa, sujeto a la condescendencia.

Sebastián y Nicolás habían conspirado para convencer a su padre para que aceptara encontrar un esposo para la hija de Gastón, asegurándole incluso que le encontrarían la pareja adecuada para ella.

Pero esa no era su verdadera intención.

A ellos no les importaba que todos los candidatos fueran unos pelagatos. Uno de ellos era incluso diez años mayor que Delia y tenía antecedentes de enfermedad mental.

No estaban haciendo un buen trabajo para encontrarle un marido adecuado, ¡sino todo lo contrario!

Gastón también tenía el rostro enrojecido por la ira, pero no se atrevió a oponerse a los deseos de su padre.

Conocía el temperamento de Gonzalo, que siempre tenía la última palabra. Nadie en la familia Puig podía ir en contra de sus decisiones.

"Es el abuelo de Delia, así que no le haría nada perjudicial", pronunció Gastón a regañadientes después de contemplarlo durante un rato.

Alba estaba a punto de explotar. Simplemente no podía creer lo que estaba pasando.

Señaló con el dedo a Gastón, y gritó: "¡Cómo pude casarme con un enclenque como tú!".

Sabía que Gastón era un hijo obediente y que siempre había sido sumiso con Gonzalo. Pero después de su lesión, se había vuelto en un hombre aún más frágil y no podía reunir el coraje para desafiar a su padre.

Pero independientemente del partido que ella eligiera para Delia, este asunto pondría en peligro el bienestar de su hija.

¡Su familia se convertiría en el hazmerreír de Ciudad Esmeralda!

Alba sollozaba amargamente mientras reprendía a su marido, y Delia lloraba en silencio. Gastón solo podía agarrarse los muslos entumecidos, mostrando lo mucho que se culpaba y lo impotente que se sentía ante tal situación.

"Mamá, no le vuelvas a gritar a papá, por favor".

Delia consiguió esbozar una sonrisa, aunque había restos de lágrimas en su bonito rostro.

"¿Quizá el abuelo piensa que soy una chica muy simpática?".

Era muy consciente de que todo esto se trataba de una estratagema creada por sus dos tíos.

Tras graduarse de la universidad, ella se había incorporado al Grupo Puig y en dos años había obtenido resultados notables, superando a sus primos por mucho.

A los tíos le preocupaba que pudiera tener dificultades para controlar el negocio, así que manipularon a su abuelo para que este le buscara un hombre dispuesto a casarse con ella. De este modo, la joven perdería su derecho a hacerse cargo de la empresa familiar.

Ella lo sabía, sus padres también, pero ninguno de ellos podía refutar al patriarca.

En la familia Puig, nadie podía oponerse a lo que el abuelo había decidido, nadie.

En cuanto sonó el reloj, Delia se levantó.

"Vámonos. Si hacemos esperar al abuelo, nos regañará otra vez".

Gastón sintió amargura e impotencia al observar el leve temblor de su hija. Y no se atrevió a encontrarse con la expresión hosca de su mujer.

Sabía que era duro para ellos ser parte de la familia, pero al menos no tenían que preocuparse por sus gastos de manutención. Si los expulsaban, ¿qué sería de ellos?

En el salón principal del hotel, el lugar estaba brillantemente iluminado, y todos los invitados se habían reunido.

Gonzalo estaba sentado al frente, ataviado con un refinado traje, sosteniendo un bastón e irradiando felicidad.

"¡Felicidades, Sr. Puig!".

"¡Felicidades, señor Puig! Escogerá al mejor partido".

Los invitados se turnaron para felicitar a Gonzalo.

"Padre, es hora de hacer el anuncio", dijo Sebastián, de pie a su lado, con su imponente y fornido cuerpo llamando la atención.

Miró a Delia, que estaba sentada no muy lejos, y declaró con voz fuerte: "Ya tenemos aquí los resultados. Tengan la certeza que hemos seleccionado al joven más prometedor de entre todos los pretendientes".

¿El más prometedor? ¡Patrañas!

En el fondo, sabía que el hombre que habían elegido era el menos cualificado de todos los pretendientes, ya que supuestamente ocultaba algunos problemas de salud no revelados.

Pero mientras su sobrina se casara con él, ella quedaría desvinculada del negocio familiar y ese era el objetivo.

Gonzalo, sin duda, nunca permitiría que ningún miembro de su familia pasara a manos de alguien con otro apellido.

"¡Escuchen todos!".

El abuelo se levantó, y todas las miradas se volvieron hacia él. "¡Hoy quiero anunciar formalmente al futuro esposo que hemos elegido para mi nieta!".

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