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Mi nombre es Gabriela Vidal, tengo 37 años he vivido toda mi vida en una pequeña ciudad al norte de México, el clima es muy caliente en primavera y verano, mientras que en invierno es en extremo frío.

Hoy es uno de esos días calurosos, pero el aire corre como una brisa algo aliciente que hace que las gotas de sudor no me empapen por completo. Y aquí estoy frente a un nuevo comienzo en mi vida.

Debo decir que tengo mucho miedo y tengo esa sensación que te da en el centro del estómago cuando estás nervioso, y dónde te preguntas si estás haciendo lo correcto, si el camino que has decidido dejar atrás en realidad se irá y ya no te alcanzará.

Pues estos son los pensamientos que abrazan mi mente mientras contemplo esta construcción grande, que digo grande, grandísima, de estilo rústico, cómo lo es todo en el campo, sus grandes ventanales dan aspecto de frescura, el jardín de entrada es hermoso, hay muchos árboles, flores, rosales, caminos, todo está perfectamente acomodado, parece diseñado, tal cual, por Dios mismo.

Huele a fresco, hermoso y relajante.

Giro mi cuerpo hacia todos lados y me doy cuenta que este lugar es precioso, nunca había estado en un lugar así, parece una casa de campo tan acogedora y a la vez me otorga una paz que hace un par de años no sentía. De hecho podría decir que, aún sin verla por dentro, este es mi nuevo lugar favorito.

Sin percatarme, ha pasado una hora, en la que he estado aquí frente a esta hacienda, solo contemplándola, el calor no me afectó, no lo sentí, solo centré mis pensamientos y emociones en la perspectiva que traería el llegar a un lugar así.

De pronto el ruido de pisadas de caballo me sacó de mis pensamientos, escuché como se iba haciendo cada vez más fuerte, ya no parecía solo un caballo sino varios, ¡y así fue!, me volví para encontrar con mi mirada un par de caballos cuyos jinetes hicieron que los animales pararan en seco, al verme parada en medio del camino que lleva directamente a la casa, por poco me atropellan, pues jamás esperaron que alguien pudiera estar en este lugar.

Yo me asusté al verlos tan cerca, mi corazón latió muy fuerte y sentí que se salía de mi pecho, me quedé paralizada por completo.

Agradecí profundamente a Dios que estos hombres fueran tan hábiles jinetes, porque de no serlo, de seguro me hubieran atropellado y yo hubiera terminado muy lastimada.

Los dos hombres bajaron rápidamente de sus caballos y se acercaron para asegurarse que yo estuviera bien, lo cual me pareció un gesto muy amable.

Uno de ellos parecía un hombre mayor, de algunos 65 años, su cabello estaba algo cano, de tez morena, su piel de rostro y manos se miraba muy dañada, quiero suponer que es por el trabajo de campo, tiene un estilo vaquero pues lleva puesto un sombrero, camisa gris con dibujos de cuadros blancos y un par de botas muy gastadas, puedo asegurar que es porque son para trabajo pesado.

El otro hombre un poco más joven que el anterior, de al rededor unos 45 años, muy alto, como de 1.90 mts de altura, tiene el mismo estilo vaquero, con sus pantalones deslavados, botas sucias, camisa verde de cuadros y su sombrero vaquero para cubrirse del sol, tiene unos ojos muy grandes color miel y su piel es un poco más clara que el otro hombre.

Ambos, al verme paralizada y viéndolos de arriba abajo, me preguntaron al unísono - "¿Se encuentra usted bien?"

Yo inmediatamente reaccioné, corregí mi postura y les respondí lo mejor que pude;

- ¡Me encuentro bien, muchas gracias.!

- ¿Qué hace una mujer como usted en un lugar como este? - preguntó el hombre mayor.

Le respondí - Disculpe, no me dieron tiempo de presentarme, jeje, soy Gabriela Vidal, la dueña de esta hacienda – pude ver mucho asombro en sus rostros, y se miraron uno con el otro, por lo que pregunté:

– ¿Ustedes quiénes son y qué hacen aquí?

– Disculpe señorita Gabriela, nos ha tomado por sorpresa, no esperábamos verla por aquí. Solo la había visto por las fotografías que su Papá Don Alonso Vidal, tiene dentro de la casa. Yo soy el capataz de la hacienda, soy Gerónimo Flores – dijo el hombre mayor y continuó señalando al hombre a su lado – ¡y éste de aquí es mi hijo Carlos Flores, también trabaja en su hacienda, hace de todo un poco, mucho gusto y placer tenerla por aquí!. Pero disculpe nuevamente nuestra sorpresa, no se quede fuera, pase, es literalmente su casa. – dijo señalando hacia la gran puerta de madera color caoba.

Don Gerónimo se me adelantó mostrándome el camino yo lo seguí con mucho nerviosismo.

Su hijo Carlos tomó las correas de los caballos y los guío hacia la parte de atrás de la casa, por un camino de tierra, solo hizo un pequeño saludo con el sombrero y me sonrió, yo no pude devolverle el saludo puesto que desapareció de mi vista pues yo ya estaba llegando a la puerta de la hacienda.

Al entrar a la casa me di cuenta que mi imaginación no había errado al pensarla tan bonita, estaba fascinada con todo en ella, no dejaba de ver hacia todos lados, entre más observaba más me encantaba, una amplia sala de estar muy iluminada por la luz natural que entra por los grandes ventanales, las cortinas son transparentes, lo que le dan al lugar un toque de elegancia, con un par de sillones color marrón y todos los muebles de estilo vintage campestre, no sé si esa combinación existe, pero a mí me parecieron así.

La cocina estaba un poco más al fondo a la izquierda, era muy espaciosa y simple, pero con detalles tan lindos, el comedor era muy grande color caoba, las paredes color beige, unos tragaluces en el techo le daban un aire muy acogedor.

Mientras caminábamos me di cuenta que había fotografías mías y de mis hermanos en marcos de todos los tamaños. Un sentimiento de nostalgia invadió mi corazón. No creía que este lugar existiera y ahora estaba aquí pisándolo con mis pies y viéndolo con mis ojos.

De pronto Don Gerónimo empezó a gritar:

–"Luisa, Luisa, ven aquí pronto".

Al fondo se escuchó una voz de mujer, decía – "Que quieres viejo desgraciado, después que te vas sin despedirte en la mañana, ni un besito me diste, me dejaste en la cama bien dormida, y ahora vienes como si nada, gritándome cómo si nada pasara, no me tienes nada contenta, ni creas que te voy a hacer de cenar y no te daré nada de nada..." – seguía hablando y hablando, Don Gerónimo solo me miró avergonzado y la señora Luisa no aparecía a la vista, por lo que Don Gerónimo le gritó de nuevo:

– " Luisa por Dios, puedes guardar todos esos reclamos para cuando estemos solos, ¿Que impresión le vas a dar a la señorita Gabriela?"

– "¿Cuál señorita Gabriela?, De seguro estás mintiendo para que te dirija la palabra..." – salió apurada y al verme abrió los ojos impresionada, se quedó sin habla, yo sólo sonreí, me pareció muy interesante la forma en que se llevaban los dos aún a pesar de ya ser una pareja mayor.

– "Perdóname amor mío, mi intención no era irme sin despedirme, pero es que te vi tan serena dormida que pensé que era mejor dejarte descansar un poco más, y pues ella es la hija de Don Alonso, la señorita Gabriela, creo que deberías saludarla y disculparte por tan impertinente recibimiento querida" – la tomo de la mano para acercarla a mi.

Yo inmediatamente respondí: –"Nada de impertinente, es un placer señora Luisa"

La señora salió de su asombro y me dijo: –"solo dígame Luisa, por favor, y el placer es completamente mío, disculpe no sabía que usted estaba aquí, este viejo, no avisa y pretende que uno adivine. Me alegro mucho que esté en la hacienda y espero que se quede mucho tiempo, la casa ha estado muy sola, últimamente no viene su padre por aquí, pero aún así me gusta tenerla lista por si llegase a venir, a lo que me emociona que su pequeña Gabriela esté aquí, él nos ha hablado mucho de usted y no se quedó corto al decirnos que es una chica bastante guapa y carismática, bienvenida, ¿Tiene hambre?, ¿Le gustaría descansar?, ¿Viene sola?, ¿Vendrán sus hermanos con usted?, ¿Le gustaría un poco de limonada fresca?, Hago una limonada deliciosa que le quitará el calor que hace por aquí..." – hablaba sin parar, por lo que me empecé a reír de nervios y don Gerónimo intervino por mi, – "Mujer deja de bombardearla con tantas preguntas, ya habrá tiempo para que ella nos platique lo que quiera platicarnos. Señorita disculpe nuevamente..."

– no se disculpen por nada, y me encantaría responder a todas sus preguntas, pero claro que con una limonada fresca, porque muero de sed. Este es un lugar hermoso... Que pena que no haya venido antes... – dije con un tono nostálgico, imaginando en mi mente los momentos que pude haber pasado con mi papá si tan solo hubiera sabido que este lugar existía.

Luisa era una mujer muy simpática y bonita, parecía de la misma de edad de Gerónimo, su cabello largo color castaño, llevado al aire, le da un aire de simpleza y libertad, lleva puesto un vestido color celeste lo que hace resaltar su piel blanca y sus ojos azules.

Caminamos todos hacia la cocina donde Luisa rápidamente saco de la nevera una jarra con limonada y tres vasos para servir en ellos tan refrescante bebida.

–"Tenías razón Luisa, ésta limonada está deliciosa"

–"Gracias señorita..."

–"Nada de señorita, tu me pediste que te dijera solo Luisa, yo también prefiero que me digas solo Gabriela" – le sonreí sinceramente, me parecían unas personas muy auténticas, amables y hospitalarias, me hicieron sentir en casa.

Que ironías de la vida, estaba en mi casa, y un par de desconocidos me hicieron sentir que ya formaba parte de este lugar desconocido.

–"Y ¿Cómo ha estado su, digo tu padre, porque no ha venido por acá?, Hace ya mucho tiempo que no lo vemos". – preguntó Luisa curiosamente.

Yo bajé la mirada, pues pude percibir el cariño que sentían por mi Padre.

Guardé silencio un momento y ellos esperaron pacientemente que yo siguiera hablando, intuyeron que algo había sucedido. Y no se equivocaron, no quería afrontar la verdad que me había llevado hasta este lugar. Quería evitarlo a toda costa, pero sabía que no iba a ser posible, pues estas personas conocían a mi padre, trabajaban para él, lo estimaban y lo peor, él no había hablado con ellos hace tiempo, entonces desconocían lo que había sucedido y era yo quién tenía que contarles lo que pasó.

Suspiré profundamente y levanté la mirada hacia ellos, me di cuenta que me miraban algo curiosos y preocupados.

Por lo que ya no quise ocultarles la verdad y empecé a contarles:

–"La verdad Luisa y Gerónimo, no se como empezar a contarles lo que ha sucedido a lo largo de estos últimos meses, pero me temo que es algo que no puedo evitar y debo contarles la verdad. Pues verán es algo doloroso para todos, pero mi padre ha fallecido, hace ya 2 meses. – hice una pequeña pausa y continué – "Fue algo muy imprevisto, nadie nos lo esperábamos". A decir verdad, nosotros no éramos muy cercanos a él, no porque no quisiéramos, sino porque mi padre tenía una manera muy peculiar de demostrarnos su cariño. Siempre se mantenía distante. Pero me busco unas semanas antes de morir, la pasamos juntos algunos días, fueron momentos muy bonitos, fue como si él presintiera que sus días estaban contados, me pidió perdón por el tiempo que se mantuvo alejado y me abrazó como nunca me había abrazado, sentí su amor por primera vez. Y un mes después de pronto no despertó, él estaba en mi casa, ahí se quedaba, y me parecía raro que no se levantara, fui a su habitación y lo ví ahí sin vida, fue una impresión horrible, no sabía que hacer..." – recordarlo y contarlo por primera vez, aunque fuera a personas que no conocía, hizo que sintiera dentro de mi, cómo si algo se abriera y desatara las emociones que había contenido en este tiempo, y me di cuenta, estaba llorando... Por primera vez en 5 años.

Luisa se levantó de su silla, se acercó a mi y me abrazó fuertemente, sentí tanta consolación, sentí mucho cariño y empatía. Y dejé de resistirme, lloré mucho, Luisa no mencionó una sola palabra, solo me abrazó.

Después de algún momento sentí como si me hubiera liberado de mucho de lo que cargaba mi corazón.

Agradecí que por el momento no preguntaran nada más, porque no estaba lista para contar todo lo que mi vida ocultaba.

Les pedí que me mostraran la casa, don Gerónimo se disculpó diciendo que tenía que supervisar que guardaran los caballos y las herramientas, porque parecía que esa noche habría una tormenta, fue cuando me percate que ya había oscurecido, él le pidió a Luisa que me mostrara el resto de la casa y que me dijera cuál era mi habitación, me repitió que estaba muy feliz que yo estuviera aquí y que estaba a mi disposición, le agradecí sinceramente y seguí a Luisa.

El resto de la casa era igual de bonito a lo que ya había visto, quedé encantada, aunque no tenía la emoción de cuando llegué.

Me mostró mi recámara, era muy grande, tenía una cama tamaño Queen, olía a limpio y tenía una ventana grande hacia el oriente y un balcón con una pequeña mesa y una silla súper cómoda, me di cuenta que mi padre la pensó para mí, pues Luisa no me dió a escoger, ella sabía que esa era mi recámara, había una foto mía de pequeña dónde mi papá me cargaba en los brazos, había dibujos enmarcados, dibujos que yo había hecho para mí papá, cuando era yo pequeña, mi papá en verdad me amaba.

De pronto tocaron a la puerta y era Carlos quien llevaba todo mi equipaje cargando, era mucho, dos maletas gigantes, dos maletas medianas, una cosmetiquera y tres bolsas... Dijo con tono amable –"Bienvenida a su casa, ahorita traigo el resto de equipaje..." – salió de la habitación sin darme la oportunidad de responder nada. Y al poco tiempo estaba de vuelta con 3 cajas y dos maletas más, yo solo me disculpé y agradecí con sinceridad:

–"Muchas gracias, enserio muchas gracias". El me sonrió y salió de la habitación.

Luisa me contó que Carlos era su hijo y que era muy servicial a lo que yo asentí con un gesto sincero, me mostró la habitación de baño que mi recámara incluía y se despidió diciéndome que ellos volverían a su casa, que se encontraba a unos 100 metros de la casa grande, me dijo rápidamente que lo que se le ofreciera le llamara, que el teléfono de la casa estaba enlazado al suyo y que solo marcara el número uno y ya me comunicaría automáticamente a su casa.

Yo me llene de pánico, y le pedí de favor que durmieran en la casa grande, que no podría quedarme sola en un lugar tan grande y que apenas conocía, le dije que podía tomar cualquier habitación de la casa, asegurándole que nadie más llegaría a la casa.

Ella aceptó impresionada y me aseguró que le diría a Gerónimo que trasladaran sus cosas a la casa grande. Le agradecí emocionada.

Me di una ducha con agua fría, al salir me seque y me puse mi pijama, me cepillé el cabello, salí al balcón para ver un hermoso cielo nublado y se percibía un aroma a campo, flores, hierba verde, tierra mojada y a limpio, era increíble.

Ahí permanecí por un largo tiempo, hasta que comenzó a lloviznar y con ello a refrescar el ambiente, por lo que cerré la puerta del balcón y me senté en la cama, me trencé el cabello que ya se había secado, me miré directamente al espejo, consumida por un sin fin de recuerdos que querían embriagarme en un mar de emociones incomprensibles.

Callé mis pensamientos y emociones para no recaer en lo que quería dejar atrás y pensé mañana será un nuevo día, "LA VIDA QUE COMIENZA ES MÍA".

De pronto me quedé dormida, en una cama que no sólo parecía cómoda, era realidad, estaba muy cómoda.

Dormí profundamente.

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