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  ¿Crees en el mal?

  ... Yo si.

  Mi familia cuidaba de un templo que el abuelo del abuelo de mi abuelo construyó en el jardín trasero de la mansión Crimson, el terreno es amplio así que no era molesto pero siempre me pareció una ridiculez el afán y el miedo con el que mi familia cuidaba de el, si, cuidaban de ese templo con bastante miedo.

  Mi abuelo decía que a "El señor" se le debía cuidar y limpiar el altar ya que tenia un carácter difícil, mi abuelo decía que a "El señor" le gustaba mucho la fruta y que su favorita era la uva, por ello mi abuelo le dejaba uvas los días domingo sin falta, tambien decía que gracias a "El señor" el apellido Crimson logro el reconocimiento que tiene a día de hoy, que debemos estar agradecidos con el.

  Pero era estúpido porque siempre creí que eso era más mental.

  Mi abuelo me contó que años atrás el abuelo de su abuelo hizo un pacto con un demonio porque el tatarabuelo era un vagabundo sediento de riquezas, el demonio acudió al llamado y cumplió la petición del abuelo pero a cambio le ordenó hacer un templo en su honor y no solo ello, su alma también estaba en juego, la codicia del abuelo fue tal qué acepto pero conforme el tiempo avanzó el demonio se hacia más fuerte y por obviedad peligroso así que desesperado, el abuelo acudió con un monge para poder encerrarlo en el templo, antes de ser encerrado el demonio maldijo el apellido Crimson abarcando toda la descendencia, el abuelo hizo un trato para que las tragedias no mortificaran, el abuelo le prometió cuidar el templo y cumplir con los cuidados qué incluían satisfacer su gula.

  El Demonio acepto.

  Tenia 6 años cuando salimos de vacaciones y pese a que el abuelo estaba asustado y tercamente reacio a la idea de quedarse al menos el, mamá lo convenció y lo llevamos casi en contra de su voluntad, era la primera vez en años que salíamos de vacaciones todos juntos así que el trayecto en tren fue mas placentero de lo pensado. Eran vacaciones cortas de dos semanas y la primera semana mi abuelo no dejaba de lamentarse pues no había quien dejara uvas en el altar de "El señor" pues pese a la fortuna Crimson, el abuelo decía que meter a alguien en casa era riesgozo. El estaba paranoico pero no ocurrió nada malo justo como temía, eran tonterías esas, a la segunda semana tampoco ocurrió nada, no fue sino hasta el lunes por la noche que llegamos qué apenas pisamos nuestro hogar mi abuelo se desplomó frente al templo y fue tan grave qué tuvo que ser internado en el hospital de urgencia.

  Los medicos no dieron ninguna explicación lógica pues mi abuelo siempre había sido un hombre muy sano.

  Sujeto mi mano y casi llorando me imploro —Por favor, Hei, deja uvas en el altar del señor, dile que me disculpe, que por favor me disculpe

  Asentí solo para que se tranquilizara porque verlo tan preocupado me descolocaba muchísimo, pero yo tenía en mente otras cosas, jamás creí en demonios o fantasmas así que no, al llegar a casa no le lleve ninguna sola uva.

  Al día siguiente mi abuelo murió.

  Llore como jamás había llorado y una parte aunque sea leve de mi no dejaba de decir que era mi culpa pero mi otra parte, mi parte realista me decía una y otra vez que esa basura no es real, el templo no era más que un engaño terrorífico y tedioso, falacias sin sentido creadas por una mente débil y seguidas por otras tantas.

  Paso un año, tenia ya 7 cuando escéptica me dedique a jugar al escondite con mi hermano menor y no se me ocurrió mejor escondite qué el templo ya qué a Isaias le daba un miedo terrible dicho lugar dado a todo lo que mi abuelo solía decir. Me subí a un banco de cemento en donde mi madre ahora era quien ponía la fruta y dulces para "El señor", ella también era escéptica pero con lo que ocurrió con mi abuelo ella adoptó la frase "mejor prevenir qué lamentar".

  No tenia idea de lo alto que era hasta que me hayaba arriba y accidentalmente tire una cuanta fruta, hice una muca de desagrado porque si el escándalo fue tan fuerte como creí mi madre no tardaría en venir y regañarme. Hice amago de bajar pero las alturas me daban un poco de miedo así que ahí caí en cuenta de lo estúpida qué fue mi idea, me sostuve de las decoraciones de madera de aquella pared que yacia cubierta por pergaminos sagrados y fragmentos de la biblia, viejos y sucios pero según el abuelo era eso lo que mantenía encerrado al demonio.

  Frunci el ceño cuando mi collar de zorro —Un relago de mi padre— quedó atorado entre un par de hojas, jale un poco y los mismos trozos de papel se rasgaron casi por completo, en ese momento sentí escalofrío, una corriente eléctrica paso por mi cuerpo, asustada junte las hojas y las pegue para disimular un poco. Mire por última vez la pared y trague nerviosa para correr fuera del templo.

  Mi abuelo lo advirtió, "El templo no es lugar para jugar"

  Esa fue la primera noche qué lo vi.

  Mi habitación se sentía increíblemente caliente pese a ser invierno, no lograba conciliar el sueño cuando de golpe abrí los ojos y lo vi parado en la esquina de mi habitación, grite horrorizada tras su silueta.

  Era alto y emanaba de el neblina completamente oscura pero a pesar de ello podía diferenciar el brillo malicioso de su mirada qué al chocar con la mía heló mi sangre por completo, tenia cuernos grandes y venas completamente negras semejantes a las raíces de un árbol qué recorrian desde su cuello hasta la mitad de su rostro pálido, estaba tan asustada que el habla se me fue.

  —¡Hija, dios mio, hija!— mi madre alarmada entro en mi habitación con ese común hedor a hiervas para tomarme con preocupación entre sus brazos —Que paso?

  Temblorosa señale la esquina de la habitación —¡Un monstruo, mamá!— tome aire —Hay un monstruo en mi habitación

  Ella giro y suspiro abrumada —Hei, los monstruos no existen

  No, los monstruos no existen pero los demonios si.

  Podía verlo todas las noches y todas las noches me asustaba de igual forma, nunca me hizo nada, solo se quedaba ahí de pie mirándome con una sonrisa tan grande y hosca, yo lo veía, solo yo así que pensé que estaba loca pues con el tiempo me acostumbre a verlo ya no solo en mi habitación sino detrás de mi en el espejo o su sombra cuando caminaba por la calle aunque nunca lo vi con claridad, solo era una sombra borrosa.

  No fue sino hasta que cumplí los 10 años que al volver a casa después de un taller de costura me encontré una tragedia terrible en casa.

  Un tragedia qué hasta día de hoy recuerdo vividamente. Vi a mi madre y a mi hermano muertos, asesinado de una forma grotesca en la cocina. Tenían las manos amarradas con púas de alambre y quemaduras en la piel provocadas con agua hirviendo así como cortes profundos en la piel. Lloraba desconsolada porque no sabía a quien recurrir, no es como si tuviese más familia, no es como si mi núcleo de amigos fuese grande, yo me sentía sola, alarmada, llena de preocupación en aquella vieja y enorme mansión qué no hacia más que recordarme lo sola qué estaba desde hace años.

  Escuche un ruido del jardín trasero y me puse de pie llena de temor cuando un grupo de hombres ebrios y sonrientes se adentraron a la cocina ensangrentados y felices, casi tengo náuseas. Corrí fuera de casa con ellos persiguiendome y gritandome cosas terribles, cerré mis ojos con fuerza atinando a correr al templo y cerrando las puertas, mi piel estaba fría por completo, mis manos temblaban, el habla se me había ido, tenia un nudo en la garganta y era imposible parar las lágrimas.

  Fue entonces que lo escuche por primera vez.

  "Sacame de aquí, jovencita"

  Cubrí mi oídos plagada de paranoia y miedo tras escuchar su voz suave y aterciopelada como quien quiere dar paz, las puertas eran golpeadas cada vez más fuerte, asustada era poco para decir como me sentía, estaba acorralada.

  —¡Los Crimson son una puta plaga!

  Uno de los hombres se jacto de mi apellido, hay muchas cosas en la familia que yo no se pero este pueblo nos amaba casi tanto como nos temía, cerré mis ojos.

  "Ellos van a matarte, jovencita, yo puedo ayudarte"

  Solloce, estoy loca, hace mucho que estoy loca,la voz, las sombras, es mi imaginación. Las puertas se abrieron e intente ingenuamente salir corriendo pero uno de ellos sujeto mi cintura con fuerza para sacarme de ahí, gire a como pude para aferrarme a las decoraciones de madera en aquella pared tapizada de pergaminos.

  —¡Sueltame, sueltame!

  Exclame alarmada hasta que uno de ellos corto levemente la piel de mi brazo y fue entonces cuando escuche el papel de los pergaminos que cubrian la pared de madera romperse con coraje.

  Yo había liberado al demonio.

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