Home/ Más allá del ruido y la ira Completed
¡Mi pareja me rechazó porque no tenía loba, pero cuando mi loba despertó mi vida cambió de rumbo!
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" Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz..." escuché cantar a Michael después de reírse cerca de mi cama. "¡idi*ta!"

Respiré hondo y comencé a llorar mientras intentaba calmarme, al notar que estaba mojada de pies a cabeza, rodeada de un charco de agua helada. Todo estaba mojado, la ropa que tenía puesta y el colchón donde dormía. Intenté tomar una manta para calentarme un poco, pero Alfa Brandon me arrojó un segundo balde de agua.

"¡Levántate, mocosa! ¡Es hora de divertirse!" dijo al darme una palmada en el cuello, provocando que me cayera de la cama.

Sentía las lágrimas corriendo por mis mejillas. ¡Ahhh! ¡Los odiaba! ¡Los odiaba a ambos! Michael era mi hermano o al menos eso creía. Un verdadero hermano jamás se comportaría como él lo hacía. En cuanto a Alfa Brandon; él era mi compañero, uno que me había rechazado y humillado incesantemente durante el último año.

Justamente en mi cumpleaños pasado, Brandon... Alfa Brandon me dio la paliza de mi vida rechazándome delante de sus amigos, mientras mi hermano se quedaba de brazos cruzados observando con gran alegría todo lo que pasaba. Ahora cumplía 19 años y esperaba tener un día tranquilo.

Había todo tipo de historias sobre hombres lobo. Algunas verdaderas, y otras que iban más allá de la realidad. Era cierto que estábamos destinados a amar y ser felices toda la vida con nuestro compañero predestinado, pero lo que la gente no sabía era que a veces las cosas se complicaban y eso era exactamente lo que me estaba sucediendo. Mi vida nunca había sido de color rosa antes, pero desde que cumplí 18 años todo se había vuelto en extremo complicado.

Mi familia no era una familia cualquiera. Mis padres eran beta y pertenecían a la manada Luna Dorada, quienes los amaban y respetaban demasiado. Fue por ello que, cuando murieron al tratar de protegerme del ataque masivo de unos renegados, la manada comenzó a odiarme. Michael tenía 16 años y había peleado junto con ellos para salvar a los demás, en cambio yo solo tenía 13. Nadie comprendía que yo era solo una niña en ese momento, y me culpaban por haber sido una distracción para ellos durante el ataque. Ese día lo perdí todo. A mis padres, mi hermano, mi estatus social, mis amigos, mi casa... absolutamente todo. Aunque yo fuera una beta, nadie me consideraba parte de la manada, solo me toleraban porque yo hacía el trabajo necesario para mantener la casa en orden; limpiaba, cocinaba, planchaba... Hacía todo lo que ellos me ordenaban para no ser expulsada de manera permanente. Era igual que una renegada.

No sabía siquiera que era mejor para mí. Pensaba que al cumplir 18 mi vida cambiaría, pero todo empeoró. A esa edad, todo hombre lobo conocía a su lobo interior y mi loba jamás apareció. Todos se reían de mí por no tenerla, y algunos decían que ese era el castigo por la desgracia que había infligido a mi familia. Brandon era el futuro alfa de nuestra manada, y al saber que era mi compañero, me rechazó diciendo que nunca aceptaría que un ser tan bajo e inútil ocupara el puesto de luna de la manada junto a él. Me golpeó delante de sus amigos y me obligaba a ver como las mujeres hacían fila en su dormitorio. Sin embargo, yo no tenía una loba porque no sentía la conexión entre nosotras como él la había sentido, así que no podía permitirme rechazarlo.

Solo sentía el dolor de su rechazo en su lugar. Sentía una rabia especial por él porque sabía que se había opuesto a la felicidad que me había sido dada por la Diosa de la Luna. Su madre igual me odiaba porque era la mejor amiga de mi madre. Y en cuanto a Alfa Taylor; no sabía si él me odiaba también. Era de los pocos de la manada que no me golpeaba u ofendía directamente, pero yo lo odiaba porque tenía el poder de detener la manera injusta en la que me trataban y sin embargo no hacía nada, solo me ignoraba.

"¡Est*pida! ¡Levántate!" Brandon me pateó. "¡Estamos celebrando!" me agarró del pelo y me sacó del cuartito donde dormía en el sótano de la casa de mis padres.

Michael me miraba riéndose de mí, con sus manos en su pecho.

"Tenemos una sorpresa para ti."

Esa palabra solo tenía un significado para él. Significaba que estaba arruinada. Tirando de mi cabello me llevó a la sala de estar donde los gemelos gamma, Jacob y Jake Sullivan, los esperaban. Juntos eran como los cuatro mosqueteros de la manada. Así les gustaba llamarse.

"¡Desnúdate!" exclamó Alfa Brandon.

"No, te lo ruego..." dije con voz apagada.

"¡Te dije que te desnudaras!" gritó, dándome una bofetada en la cara. "¡No tengo todo el día!"

Yo me quedé atónita. Lo miré a los ojos, pero sabía que no podía hacer nada para cambiar lo que tenía en mente. 

Miré a mi hermano y dije: "Michael... por favor," pero él solo me miró con seriedad, sin decir una palabra. No sabía lo que pensaba realmente.

"Agárrenla y desvístanla," ordenó Brandon a los gemelos, quienes inmediatamente me agarraron y rasgaron mi ropa para luego tirarme al suelo y sostenerme allí mientras luchaba por soltarme.

"¡Déjenme en paz! ¡Déjenme en paz! ¡Nunca les he hecho algo! ¡Déjenme en paz!"

"¿Entonces?" preguntó Jacob. "¿Quién es el primero?"

Miré a los ojos a Michael pensando que él no podía dejar que me trataran de esa forma... no importaba cuánto me odiara, era mi hermano. Y mientras los gemelos me sostenían con más fuerza junto al suelo, Brandon se desabrochó los pantalones y se sentó entre mis piernas. Si lograban hacer lo que se habían propuesto, mi vida se acababa. De lo único que iba a estar orgullosa, era el hecho de que me había guardado para mi pareja. Yo creía en las segundas oportunidades. Creía que todo tenía un plan y que más allá de la desgracia estaba la felicidad.

Miré a Michael y grité con enojo: "¡Te odio! ¡De ahora en adelante ya no eres mi hermano!"

Giré la cabeza y cerré los ojos al sentir que Brandon se deslizaba dentro de mí.

Dolor, ira, y odio profundo era lo único que sentía. Después de dos movimientos de entrada y salida, en una fracción de segundo, sentía que mi cuerpo involuntariamente comenzaba a temblar. Parecía como si la ira que sentía quisiera salir de cada poro de mi piel.

Brandon se detuvo y me miró con pánico.

"¿Qué rayos está pasando?" exclamó. "Michael, ¿qué le pasa a tu hermana?"

De repente, con una fuerza que nunca supe que poseía, pateé a Alfa Brandon con mis pies, haciéndolo volar a casi dos metros de mí, golpeando la mesa del comedor. Él intentó levantarse, gimiendo de dolor. Probablemente le había roto las costillas por lo fuerte que lo había golpeado. Me levanté de inmediato y golpeé tan fuerte a los gemelos que, Jacob casi se desmayaba y Jake tenía la nariz rota. Michael corrió hacia mí para detenerme, pero tan pronto como cruzamos las miradas, se detuvo.

Segundos después, me agaché y recogí mi ropa rota para tratar de cubrir mi cuerpo.

"Ya no queda nada..." le dije en voz baja mientras me miraba en estado de shock.

"Aquí no queda nada," continué, señalando mi corazón. "Está vacío... no hay nada para ti... nada para mí... Hoy te llevaste el último pedazo de mí. Espero que seas feliz, Michael... Espero que hayas obtenido la venganza que querías."

Él tragó saliva antes de escuchar a Alfa Brandon decir: "Ayúdame, Michael."

"Será mejor que lo ayudes, no creo que los médicos quieran encontrarlo con su trasero al descubierto." Después de eso, conseguí cubrirme parcialmente con la ropa rota y mientras regresaba a mi habitación, escuché un ruido en la sala de estar.

Ni siquiera me importaba que vinieran detrás de mí. No me importaba nada. Alfa Brandon me había quitado lo último que me quedaba en este mundo.

De repente, escuché la débil voz de una mujer. "Elle..." 

Entré en pánico y miré hacia atrás, pero no había nadie alrededor.

"¿Quién eres?" pregunté asustada. "¿Dónde estás?" 

"Soy Athena... tu loba," respondió la voz.

"¿Mi loba? No tengo loba..." dije resignada. Pensaba que estaba volviéndome loca y que hasta ese momento me había dado cuenta de lo fuerte que me había golpeado la cabeza antes.

"Ahora la tienes, Elle. Estaré contigo y no te dejaré. Todavía no es mi momento para aparecer, pero seré una amiga con la que puedas hablar. No te dejaré sola."

"Athena... Brandon..." respondí, estallando en lágrimas.

"Lo sé, Elle. Es hora de que tomes esta dolorosa vida con calma, ya es hora de que yo esté a tu lado."

"Athena... Quiero irme de este lugar, aquí no hay nada para mí. Me temo que si me quedo aquí solo podré dejar que me maten."

"¿Quieres dejar la manada Luna Dorada?" ella preguntó atónita.

"Quiero alejarme lo más posible de este lugar. Quiero estar sola, no quiero ver a nadie más a mi alrededor."

Athena guardó silencio y yo tampoco me atreví a decir nada más, solo me paré frente al espejo y me miré. Mis ojos azules estaban brillando y supuse que era por la aparición de Athena, pero mi cuerpo inerte estaba lleno de moretones. Tenía los labios rotos y un serio rasguño en la sien derecha. Mi cabello castaño estaba empapado de sangre, la cual en parte era mía... y de los gemelos. Ese era el regalo que la manada tenía por mi cumpleaños.

Empaqué la poca ropa que tenía en mi mochila y después de un rato escuché a Athena decir: "¡Vamos, Elle!"

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