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Ella lo amó durante diez años, y sin piedad él la encerró en la cárcel.
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'¡No... no lo hagas delante de mi papá! ¡Por favor, no lo hagas!".

Solían hacerlo en muchos lugares: el baño, la oficina, el pasillo e incluso en medio de la naturaleza. Cada vez, Estela gemía tan fuerte como podía, pidiéndole más a Esteban.

Pero esta vez, cuando se vio atrapada por él, gritó desesperada: '¡NO!'.

Las manos del hombre, que normalmente solían tocarla con tanto afecto, ahora se estaban volviendo más brutales con cada movimiento; como si no hubiera una relación romántica entre ellos.

“¿Por qué no? ¡Ja! ¿Acaso no recuerdas aquella vez que trajiste café? Desabrochaste dos botones de tu camisa frente a mí y frotaste tu cuerpo contra mí como una p*ta.

¿O ya olvidaste aquella vez que llegaste temprano a mi oficina, te subiste la falda y te sentaste sobre mis piernas para pasarla bien? ¿Por qué negarte ahora? ¿Estás tratando de jugar a la niña inocente frente a tu m*ldito papá en silla de ruedas?”.

Con estas palabras, Esteban arrastró a Estela, desnuda y con las manos atadas con una corbata, hasta el escritorio donde se encontraba sentado el anciano en silla de ruedas, quien no pudo más que inclinar la cabeza, temblando y con los ojos abiertos como platos.

Su rostro se puso rojo como la sangre. Intentó gritar, pero solo logró soltar un débil gemido.

Estela intentó correr, pero Esteban presionó su cuerpo contra el escritorio y entró en su cuerpo antes de que ella pudiera evitarlo.

¡Se sintió tan avergonzada que lo único que deseaba era morir en ese momento!

¿Cómo se atrevió a hacer esto frente a su papá?

Entonces, Esteban dirigió su atención hacia el anciano en silla de ruedas. “¿Estás viendo esto, Evan Song? Mira a tu hija, tu única hija, siendo foll*da por mí ahora. Y no solo eso; ella se ha convertido en mi amante desde su primer año en la universidad. Cada y cuando que me apetecía, solo necesitaba hacer una llamada y ella se apresuraba a venir, ¡lista para foll*r!”.

Lo único que el anciano pudo hacer fue soltar un sollozo.

La garganta de Estela ya estaba ronca de tanto gritar. No podía creer que este fuera el mismo hombre que la había presionado contra la cama, llamándola bebé la noche anterior. ¿Cómo podía haberse vuelto así en tan poco tiempo?

Simplemente no podía aceptarlo.

“¡Esteban! ¡No puedes hacerme esto!”.

“¿Y por qué no podría?”, él sujetó uno de sus pechos, pellizcándolo con fuerza, sin dejar de golpearla. “Evan Song, le mentiste a mi madre. Ella abandonó a su esposo e hijos por ti. Pero, ¿cómo se lo pagaste al final? Llamándola p*rra. ¡La empujaste al mar y le mentiste, haciendo que se suicidara porque le rompiste el corazón!”.

“Y ahora es tu preciosa hija quien se ha convertido en una auténtica p*rra. Destruí tu empresa. Nunca prometí casarme con ella, pero siguió montándome como si quisiera correrse hasta la muerte. Jaja, si le pido que use la boca, seguro me obedecerá; ¡en verdad que es la mejor p*rra del mundo!”.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Evan Song. Trató de levantarse pero cayó al suelo.

¡Estela no sabía que había un rencor tan fuerte por parte de Esteban hacia su padre!

Entonces, ¿qué habían significado exactamente los últimos diez años?

El negocio familiar de los Song comenzó a ir cuesta abajo y quebró cuando ella estaba en el tercer año de la secundaria. Durante el primer año, conoció a Esteban Gu. Él era cuatro años mayor que ella y siempre parecía cuidarla.

Ella se entregó a él mientras seguía cursando el primer grado. Desde entonces, él la había tratado como si fuera una princesa, e incluso hizo su pasantía en la compañía de los Gu. Sin embargo, nunca dijo que se casaría con ella.

Desde el momento en que el negocio de los Song se fue a la quiebra, ella supo que no contaba con el apoyo de su familia; si quería convertirse en la esposa de Esteban Gu, tendría que ser por méritos propios. Por lo tanto, tuvo que aprender a ser más fuerte, esperando llegar a ser digna de él algún día.

¡Había estado enamorada de él durante diez años! ¡Diez años!

El corazón de Estela no dejaba de temblar. “¡Esteban! ¿Por qué me has mentido? ¡Por qué?!”.

Su llanto fue miserable y desgarrador.

“¿Por qué? Porque ese maldito Evan Song solo tiene una hija y resultaste ser tú. Fue él quien llevó a mi madre al suicidio, así que me vengaré haciéndote pasar un infierno. ¿No te parece justo?”.

Las lágrimas de Estela se convirtieron en risa.

Había estado enamorada de este hombre durante diez años y, al final, lo único que recibió fue el dolor desgarrador de un corazón roto.

Esto era peor que vivir en el infierno; su dolor fue más fuerte que cualquier quemadura.

La chica nunca pensó que, justo en el momento en que enviaron a su padre a la UCI debido a la conmoción, recibiría la citación del tribunal.

¡La habían acusado de filtrar secretos comerciales!

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