Home/ Luna y Sus Cachorros Cuatrillizos Completed
Mentí a mi exmarido Alfa diciéndole que estaba muerta, pero en realidad estaba embarazada de sus cuatrillizos.
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Narradora: Jimena.

"Concéntrate", la voz áspera de Alex atraviesa mis pensamientos difusos, sacándome de estos y atrayendo mi atención a su rostro de nuevo.

"¡Oye, no estoy teniendo s*xo con una tabla de madera!", él grita y agarra mi cabello con tanta fuerza que me da miedo que me lo arranque de la cabeza. "¿Qué pasa, Jimena? ¿No me sientes dentro de ti?", exige una respuesta al tiempo que impacta con intensidad sus caderas contra las mías, y estoy segurísima de que eso me dejará un moretón. "¿Acaso no te estoy f*llando con la suficiente fuerza?".

Sigo sin decir nada, y no soy capaz de hacer otra cosa que no sea imaginármelo con Emma García; que la besa, le hace el am*r y le brinda todo el cariño que antes me daba. En mi mente, puedo ver que gimen mientras sus cuerpos d*snudos se retuercen y se enredan entre las sábanas de la cama del alfa. Me causa repulsión saber que mi esposo estuvo dentro de otra mujer hacía apenas unas pocas horas. ¿Será que su l*bido es tan potente que una sola licántropa no es suficiente para satisfacerlo? ¿Cómo es que le queda tanta energía para utilizarme de esta manera después de que su am*nte estuvo complaciéndolo durante toda la noche?

Lo único que agradezco es que se haya duchado después de su encuentro con ella, ya que no logro percibir su aroma en él. Aun así, tengo la certeza de que la realidad me atormentará por un tiempo prolongado, pues Emma siempre me recordará lo mucho que mi marido se deleita con su cuerpo.

Alex no está consciente de que estoy al tanto de su aventura. De hecho, lo oculta demasiado bien, tanto así que no me habría dado cuenta de no ser porque Emma me lo hizo saber. A ella le encanta atormentarme con cada detalle de su vida s*xual, me cuenta el nivel de placer que él le proporciona, y el cómo se burlan de mí a mis espaldas.

Mi esposo está encima de mí y su piel brilla a causa del sudor. Es tan fornido y apuesto que me hace arder de deseo. A pesar de que me dan ganas de llorar por percatarme de lo poco que le importo, mi cuerpo reacciona por instinto, impulsándose por sus abrumadoras feromonas y habilidosas manos.

Alex solía decir que yo era su mundo y ahora no soy más que un juguete s*xual para él. No estoy segura de por cuánto tiempo más podré soportarlo, pero sea como sea, debo hallar la manera de acabar con esto, o de lo contrario, estas imágenes me agobiarán por el resto de mis días.

Debido a todas las cosas horribles que me imagino de su infidelidad y a las estocadas que llegan a lo más profundo de mí, siento que estoy a punto de explotar, tanto física como mentalmente.

"¡Aah!". Justo cuando Alex me embiste en aquella zona especial, emito g*midos sin poder contenerlos.

"C*ramba, eso te gustó, ¿verdad?", sonríe con picardía, repite el mismo movimiento y se ríe de los quejidos que se escabullen de mi boca. "Eso es, Jimena, dime lo mucho que lo disfrutas".

Me muerdo el labio para impedir que más sonidos se escapen. De pronto, él incrementa la velocidad del vaivén, y eso es una clara indicación que está a punto de culminar, así que miro hacia el techo vagamente y él gruñe al correrse dentro de mi vag*na.

Posterior a ello, él busca mis labios con los suyos, y yo giro la cabeza antes de que pudiera besarme. "¡No!".

Como su amplia mano sigue agarrando mi cabello, me jala para que mi rostro quede enfrente de él. "¿Cómo que no?", pregunta en un tono intimidante.

"¿También besas a Emma cuando terminas de hacerle el am*r?", inquiero con amargura.

Ni siquiera yo logro asimilar mi propio atrevimiento, ya que me había aguantado las ganas de confrontarlo por casi un año. No obstante, parece que a él no le afecta mi reclamo, pues solo niega con la cabeza y se aleja de mí mientras murmura en voz baja: "Estás loca".

Me siento y doblo las piernas contra mi pecho en lo que inhalo y exhalo profundamente para regular mi respiración. "Eso no merecía un beso", hago una pequeña pausa para bufar. "Más bien, no valía nada, y a decir verdad, eres tan malo en la cama que me dan ganas de divorciarme".

Al verlo voltearse, siento una oleada de puro triunfo. Luce furioso, y a mí me complace presenciar su ira. En realidad, es tan habilidoso en la cama que las posibilidades de que quede insatisfecha son casi nulas. Si no fuera por su traición, tal vez podría deleitarme con solo contemplar sus hermosos atributos físicos. Aunque sé que quiere castigarme, no voy a permitir que juegue conmigo a su manera. No puede tratarme como basura y al mismo tiempo tenerme como su esclava s*xual.

Alex me mira de forma amenazante. "¿Qué dijiste?", grita y le cuesta controlarse.

Ahora que me he armado de valor, no voy a desperdiciar la oportunidad. Durante mucho tiempo, he tratado de reunir el coraje necesario para dejarlo y por fin lo he logrado. Siempre supe que Emma es quien Alex ama de verdad. No es de extrañar, pues para él, ella es la licántropa que salvó a su madre, mientras que yo solo me quedé de brazos cruzados; y ella es la mujer que se enamoró de su personalidad, mientras que yo me casé con él por dinero.

Claro, puede que él haya pensado que me amaba cuando éramos jóvenes. Sin embargo, ahora que todos sus allegados le han convencido de que no soy más que una omega oportunista, es posible que ya no me considere digna de ser su luna. Tal vez esa es la razón por la cual se refugia en Emma… Aunque siga sintiendo cierta atracción hacia mí y manteniéndome a su lado, ella será quien dé a luz a sus herederos.

Con un terrible dolor de cabeza, camino tambaleándome hasta llegar a la cómoda, abro el segundo cajón y rebusco entre los objetos. Tan pronto como encuentro un sobre grande, lo saco y se lo entrego a Alex.

Él revisa el documento antes de mirarme con sorpresa y enojo. "¡¿De verdad te quieres separar de mí?!".

"¿Y de qué te sorprendes?", pregunto, señalando a la cama. "¿En serio pensaste que era feliz en este matrimonio?".

Sus ojos se ensombrecen y pasa las páginas del documento hasta llegar a los términos financieros. "Todos me decían que te acercaste a mí por dinero", Alex gruñe. "¿Este ha sido tu plan desde un principio? ¿Te casaste conmigo solo para robarme durante el divorcio? ¿Siempre fuiste cruel con mi mamá y con Emma porque sentías que se interponían en tu camino?", me acusa.

«¡¿Pero qué dice?! ¡¿En serio me está llamando cruel?!», pienso con indignación.

Puedo jurar que todos esos comentarios provienen de las mismas mujeres que siempre me han acusado de ser perversa, las mismas que han hablado patrañas de mí desde el día en que nos casamos. Él nunca les había creído hasta que Emma maquinó para «demostrárselo». Esa mujer alega que soy una egoísta y una m*ldita cazafortunas como si sus propias acciones fuesen moralmente correctas.

Si fuera hace tres años, tales acusaciones me habrían enfurecido, pero ahora ningún dolor se compara con el sufrimiento que él me ha infligido. Ya no me importa lo que piense, tan solo quiero alejarme. Y si tener una mala imagen de mí lo impulsará a firmar los documentos, estoy dispuesta a aceptarlo.

"Así es, no debiste ignorar sus advertencias", respondo.

Una vez que termina de escuchar mis palabras, la furia de su rostro se sustituye por una expresión aterradora e intimidante. De pronto, caigo en cuenta de que fue una muy mala idea provocarlo, ya que la situación no es tan simple como solo firmar los papeles o negarse al divorcio. Bien podría hacerme algo más.

Camina hacia mí con un semblante amenazador y luciendo sumamente enfurecido. Se me eriza el vello de la nuca y mi loba interior se encoge de miedo. ¿Me odia tanto como para atacarme o matarme?

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