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Los padres no deberían dejar las cosas importantes de sus hijos a un lado. Solo por el trabajo, por qué los niños crecen y luego nada de lo que perdiste podrás recuperar.

Me llamo Alexia Sanders, soy la hija mayor entre 3 hermanos y vengo a contarles mi historia de vida: Me encanta la música, pero lo que más me apasiona es cantar, ganar un concurso en un programa para niños y adultos. Quedando satisfecha y feliz, pensé que toda la vida sería color de rosas, hasta que empecé a convertirme en una señorita.

Cosa que la verdad, hubiese deseado que no llegara nunca… Digo que lo único bonito de mi vida, fue la familia que Dios coloco en mi camino.

Mi abuela: Carmen de Sanders; mujer luchadora que sacó a sus hijos a flote sola, 7 hijos de su matrimonio con Jesús Sanders. Bueno después hablaremos de él, por qué la verdad no lo conocí y tampoco fue como si quisiera saber de su historia de vida, de la familia de mi abuelo, conozco a algunos tíos y primos de mi papá.

Todos alegres y bochincheros como el gentilicio venezolano, pero siempre hay algo malo en las familias de estos tiempos.

Padres que se separan e hijos descarriados, en mi caso nada es diferente. Decidí escribir sobre mí, ya que ahora todas las historias son un cliché y hablan pura ficción.

>Que iba a pensar que la raíz de mis tristezas, vendrían de la mano de mis propios padres.

Y todo empezó cuando tenía 10 años mi madre Inés Bravo siempre trabajó en casa, pero llegó un tiempo donde empezó a trabajar en una fábrica de plástico. Se iba a las 5 AM y regresaba a las 5 PM, luego de eso los problemas familiares fueron creciendo.

Tanto así que el día de mi graduación, no asistieron, me sentí tan triste de ver a mis compañeros con sus padres y yo pues a un lado. En la pequeña reunión de graduación me tomé el atrevimiento de cantar.

—Aló, Cindy vienes a acompañarme en la graduación. Me siento sola, papi y mami, no llegaron.

—Deja ver, si me da tiempo de llegar… No te prometo nada Alex.

—Ok ojalá, te dé tiempo y vengas porque sé que ellos no llegarán.

Fin de la llamada.

Pasaron varios minutos y los maestros nos llamaron para darnos los diplomas correspondientes, ahí sí me sentí perdida, ninguno llegó para este momento tan importante.

Ahí comprendí, que cuando las cosas no tienen importancia no hay tiempo para nada.

—Darianna Villalobos.

—Alierqui Urdaneta.

—Jesbrith Puerta.

—Javier Medina.

Y así sucesivamente, fueron llamando a cada uno de mis compañeros hasta llegar mi turno.

—Alexia Sanders.

Me acerco hasta donde está mi maestra: Elsi Ochoa y ella me coloca la medalla, luego procede a entregarme el diploma.

El resto de la tarde nos tomamos fotos juntos, pero la celebración a los graduados debía terminar en algún momento. Unas horas más tarde, caminé hasta lo que era mi humilde hogar y aún no olvidó, allí tuve las vivencias más bonitas, pero también las más tristes.

Decepcionada de haberme quedado plantada esperando, abrí el candado y continúe hasta lo que era la división de la casa, unas lonas de tela gruesa.

Utilizadas en la compañía de electricidad en la cual trabajaba mi papá, digo que trabajaba porque hacía un tiempo era chófer de una línea de carros en el sector donde vivíamos.

Me senté en una silla en medio de la sala, esperando que alguno apareciera, sin embargo, como era de esperar todavía faltaban horas para su llegada. Coloque un cd de «Selena Quintanilla», cantante que siempre me gustó y que me sigue gustando aún, mi tema favorito «Como la flor» poniéndome a cantar a todo pulmón, solo quería llorar y ni siquiera pude, por qué se detuvo un auto frente a la casa… Era nada más y nada menos que mi mamá.

Ella al verme, sentada ahí preguntó:—¿Y tu padre, no fue a la graduación?.

Me sentí tan mal, que ni siquiera quería contestar, no obstante que más es mi madre y debía hacerlo:—! No¡Ni él, ni tú, ni nadie!

Eso fue lo único que pasó por mi mente de momento, tenía mezclados sentimientos de rabia y tristeza, que para mí eran indescriptibles.

—Tu padre es una cosa sería, yo por qué estaba lejos ¿Cómo iba a llegar a tiempo? Dime. — hablé sería, sin embargo, la verdad ni me importaba.

—Igualmente, no le tomamos importancia a nada, solo era una medalla y un diploma…[Dije haciendo comillas con los dedos].—No un botón de honor por ser mejor estudiante.—fue mi respuesta, que aunque no debí expresarlo era muy necesario.

—Pero hija… No pude llegar, yo estoy trabajando lejos ¿Por qué no me entiendes?.—mencionó mi madre abrazándome, no obstante de qué servía eso sí no llegaron y me dejaron sola en un momento importante.

—!Si; ya que importa¡. De verdad, que nada va a retroceder el tiempo... La graduación ya pasó y así haga mil berrinches, nada cambiará.

Salgo de ahí en mi bicicleta, con rumbo a la casa de mi abuela paterna, quién es como un ángel para mi. En un bolso lleve los zapatos de mi prima, esos fueron los que utilice para poder asistir, por que para ser realista no había dinero en ese momento.

Lo mínimo que me tarde fueron 15 minutos, me bajé de la bicicleta y abrí el portón, la casa estaba en silencio porque a esa hora estaban dando el programa “Lo que callan, las mujeres”.

Cuando me vio, me abrazó y saque mi medalla seguido de el diploma. Ella me regaló una amplia sonrisa, como siempre lo hacía.

Pasados los días, mi mamá decidió irse a casa de una de sus hermanas “Mi tía” y yo solo quería estar con la familia de mi papá, mi hermano también era igual que yo, pero tenía cercanía con nuestras familias por igual.

Mi madre compró una casa en un barrio de Maracaibo y allí empezó mi rebeldía... Había cosas por las que estaba muy molesta con ella, no me gustaba otro hombre que no fuera mi papá o que al menos se comportara como una mujer sensata y con hijos, pero no, ella era alegre se iba de fiestas.

Con el paso de los meses, acepto que un pretendiente me visitará y yo no me oponía, la verdad es que a mis 14 años, sentía atracción por él.

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