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Renací el día que mi esposa y mi hija murieron en el incendio.
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—¿Aún... sigo vivo...?

Luka se despertó poco a poco como si hubiera dormido por mucho tiempo.

Durante su sueño, había vivido una vida completa. Desafortunadamente, el problema era que a sus ochenta años se había enterado de que tenía cáncer terminal.

En el momento de su muerte, se vio a sí mismo y vio a todos sus familiares llorando a su lado.

De repente, hubo un destello de una luz blanca y Luka estaba allí, parado frente a una puerta con un sentimiento que lo hacía sentir como si estuviera en un mundo diferente.

Todo era como un sueño pero, al mismo tiempo, sabía que los sueños no son tan claros, ya que podía recordar lo que había pasado en cada minuto y segundo de ese sueño.

Podía recordar cada momento hasta el momento en que había despertado, estaba seguro de que ya había renacido.

¡Esa puerta en la que estaba parado era la puerta de la choza en la que había vivido!

Mientras veía esa puerta, su mano con la que sostenía la lleva estaba temblando. Al momento en que se abrió la puerta, se escuchó un crujido de lo vieja que era.

Lo primero que vio fue a su hija, Iris Miller, sentada en el suelo jugando con un tren de plástico que estaba roto.

Ella era una niña que acababa de cumplir cuatro años y en comparación con sus compañeros se veía mucho más pequeña, también muy delgada.

En el momento en que Luka vio a su hija, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos porque no esperaba volver a ver a su hija.

Su esposa e hija habían muerto en un incendio, lo que le causó un dolor que no podía olvidar. No importaba cuánto trabajara o cuánto dinero ganara, esa herida era una cicatriz que nunca sanaría.

—¡Papá!

Cuando Iris vio a su padre, se levantó a toda prisa del suelo y llena de alegría, fue a abrazar la pierna de Luke con mucha felicidad.

Luka sintió un fuerte dolor en su corazón al ver lo delgada que estaba su hija y más cuando vio que la ropa que traía en su pequeño cuerpo era de segunda mano y de mala calidad.

Los niños de su edad tienen las mejillas rojas y redondas con cuerpos gorditos, pero su rostro se veía demacrado y ligeramente amarillo.

¡Todo se debía a la falta de nutrición!

Luka se puso en cuclillas para abrazar a su hija en sus brazos con fuerza, mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas.

Para un hombre que podía crear milagros en los negocios, esas lágrimas podían ser una vergüenza.

—Lo siento mucho...

Dijo esas palabras sin poder contener sus lágrimas.

Iris no sabía por lo que había pasado su padre; sin embargo, comenzó a consolarlo con una voz muy tierna —Papá, tranquilo. No llores.

Las lágrimas de Luka empezaron a brotar sin parar, en el momento en que escuchó la hermosa voz de su hija.

—Papá, ya no voy a ir a la escuela. No llores, ¿te parece? —Iris consoló a su padre y en ese momento se apoyó en su cabeza.

Se decía que las palabras de los niños podían ser inofensivas, aunque Luka se dio cuenta que sus palabras podían darle un golpe de sabiduría, ya que era muy consciente de lo mal que se había comportado en ese entonces.

Él solía beber y jugar todo el día y cuando perdía, le pedía dinero a su esposa. Su comportamiento lo hacía porque sino se volvía loco.

Un día antes de que el incendio sucediera, su esposa quería que Iris fuera a la escuela pero Luka no la dejo porque pensaba que era una pérdida de tiempo.

Como resultado, ellos dos tuvieron una gran pelea.

Iris solo tenía cuatro años y mostraba una prudencia muy diferente a los niños de su edad. Sin embargo, ella envidiaba que ellos pudieran asistir a la escuela.

A pesar de su fuerte deseo de ir a la escuela, no dijo nada porque no quería que sus padres discutieran por su culpa, ya que sabía que ellos peleaban porque tenían que pagar la escuela.

La actitud que tenía Iris, a sus cuatro años, era admirable.

Luka se limpió las lágrimas de su rostro y levantó a su hija en sus brazos —te prometo que voy a trabajar muy duro para conseguir dinero y poder llevarte mañana a la escuela, ¿te parece?

—¿En serio? —en ese momento, los ojos de Iris brillaron como diamantes. Aunque, en un segundo, su pequeña frente hizo un gesto de preocupación —¡pero, pero no tenemos dinero! No quiero que tú y mamá se peleen.

—Todo está bien, Iris. Ya no voy a pelear con mamá —Luka prometió con sinceridad.

Cuando Iris escuchó las palabras de papá, inclinó su pequeña cabeza con incredulidad, después lo besó en la cara con mucha fuerza.

De repente, la puerta se abrió y al ver a la persona que había entrado, su cuerpo empezó a temblar poco a poco.

La mujer que estaba en la puerta tenía el pelo hasta los hombros, llevaba ropa de oficina que la hacía lucir muy profesional y con energía.

Se puede decir que era una mujer guapa, especialmente por los rasgos de la nariz y los ojos, que de algún modo hacían facciones sobresalieran, a pesar de tener una piel tan blanca.

Aunque, el único defecto en sus rasgos era su expresión altiva y fría, eso hacía que se arruinara un poco la belleza de su apariencia.

¡Ella era Emilia Clark, la esposa de Luka!

También era la responsable de haberle prendido fuego a la casa; aunque, él nunca la había odiado.

En ese entonces, lo único que él veía era a una madre y a una hija abrazándose con fuerza en ese furioso infierno. Esa imagen era un recuerdo que lo persiguió hasta el final de sus días.

En muchas ocasiones se quedó pensando cuánto se desesperó de él y cuánto le odió hasta que, finalmente, decidió suicidarse y terminar con su vida de esta forma.

En ese momento, ella sostenía una bolsa en su mano que el viento hacía que oliera delicioso.

Se podía adivinar con facilidad que era pato asado, comida que su hija había estado esperando.

A pesar de que el costo por cada pieza fuera de 80, su hija solo lo había comido una vez en toda su vida.

En el bolsillo de Emilia estaba un encendedor que había preparado, junto con la gasolina que también estaba lista y guardada en el armario de la cocina.

Cuando Iris olió el aroma, en ese instante se liberó de los brazos de Luka y corrió hacia Emilia —mami, ¿qué es eso?

—¿Acaso no es este el pato asado que siempre quisiste comer? —Emilia le dio una pequeña sonrisa a su hija; sin embargo, se veía que era una sonrisa bastante forzada.

—¡Papá, mira! Mami compró pato asado —Iris se dio la vuelta y le gritó a Luka con alegría.

Luka se acercó y se le quedó viendo a su esposa quien estaba viva. En un instante, quiso abrazarla y decirle cuánto la extrañaba, pero al ver el disgusto en los ojos de Emilia, él sintió amargura en su corazón.

Desde hace algún tiempo, ellos empezaron a dormir en habitaciones separadas porque, a pesar de todo, Luka solía regresar a casa, todos los días, en estado de ebriedad y con una actitud que podía terminar en pelea. 

Emilia no quería que eso le afectara a su hija.

Iris agarró el pato asado de Emilia con una sonrisa en su rostro —mami, gracias por trabajar tan duro para nosotros.

La prudencia y encanto de Iris hacía que Emilia se molestara un poco más porque sabía la crueldad que iba a cometer muy pronto.

Después de poner el pato asado sobre la mesa, Iris regresó con Emilia —mami, papi dijo que mañana me llevaría a la escuela.

Al ver tanta felicidad en su hija, los ojos de Emilia mostraron mucho enojo —¿crees que es gracioso mentirle a un niño?

Cada vez que se peleaban, lo hacían principalmente por dinero.

Porque en el pasado, él siempre decía que al otro día iba a hacer todo de una mejor manera, pero ese otro día nunca llegaba; al contrario, al otro día él era quien cambiaba.

No solo a Emilia la engañaba todo el tiempo, también engañaba a Iris con cosas como llevarla a un parque de diversiones. Esa era una promesa que había roto en muchas ocasiones. 

En el corazón de Emilia, Luka no era una persona de confianza, solo sentía decepción y desesperación.

Sin embargo, en esta ocasión, Luka no discutió —vamos a comer avena esta noche. Solo tomará un poco más de tiempo.

Sabía que el estómago de Emilia no estaba bien y que la avena era fácil de digerir para el estómago.

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