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'Veo que todavía duermes en pijama rosa'. ¡Mi ex Alfa me mandó otro mensaje!
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AZURA.

Una risa resonó en mis oídos, pero no era de diversión, era más bien una burla llena de malicia.

—¡Continúa!

—Oh, ¿qué pasa, tan débil eres?

—Tu destino es ser la mujer del jefe. ¿No puedes cumplir con tu deber? ¿De verdad eres tan débil?

De pronto, me congelé, parada entre mi novio y sus hombres. Los vi torturar a alguien que no pude reconocer en su forma de lobo, aunque no me sorprendía, pues esto era algo habitual para ellos. Por mi parte, yo siempre traté de hacer la vista gorda a sus métodos y de permanecer fuera de sus asuntos. Simplemente intentaba concentrarme en lo bueno de él, pero esa vez esperaban que me uniera a sus juegos enfermizos.

En ese momento, miré el cuerpo ensangrentado en el suelo y mi estómago se revolvió. «Esto no debería estar sucediendo, no quiero ser parte de esto», pensé.

—Solo aprieta el gatillo —me instó mi novio con una voz desprovista de emociones. Luego, sus ojos fríos y tenebrosos se encontraron con los míos al tiempo que me ofrecía el arma.

—No... no estoy segura de esto, esto no es lo que me dijiste —respondí con calma, a pesar de que mi estómago se retorcía por los nervios.

—¿Ni siquiera lo harás por mí, mi mascotita? —me insistió mirándome con la cabeza inclinada, mientras el resto de sus amigos me animaban.

Un instante después, miré el arma al tiempo que trataba de recordar cómo llegué a ese punto...

A decir verdad, no sé cuándo caí en esa relación tóxica. No soy una persona que necesite afecto, nunca he sido como aquellos que no pueden dormir por las noches debido a sus demonios. Al contrario, siempre fui despreocupada y salvaje. Me encanta divertirme, enamorarme de los chicos atractivos de mi clase o de cualquier alfa sexy que se cruza en mi camino. Pero ahora... me encuentro dando vueltas, tratando de alejar las pesadillas que mi supuesto novio me provocó.

—Vamos, por favor, olvidemos esto —traté de persuadirlo al tiempo que me encogía de hombros. Luego envolví mis brazos alrededor de su cuello con la esperanza de que me escuchara.

De pronto, su olor, mezclado con el de los cigarrillos y las drogas, invadió mi nariz. Entretanto, sus manos comenzaron a acariciar mi cintura y, con esa sensación, traté de recordar al hombre del que me enamoré.

¿A dónde se había ido?

—¿Olvidar qué? Ah sí, ¿olvidaste cómo te llamó? Permíteme reformularlo, mascotita, no quieres ser una desterrada, ¿verdad? Una marginada... La rarita... La bicho raro... —se mofó con una mueca fría, mientras sus ojos se clavaban en los míos.

Bicho raro.

Una vez más, miré al lobo ensangrentado en el suelo y mi corazón latió con fuerza.

No soy una bicho raro.

Soy Azura Rayne Westwood, hija del anterior alfa de la manada Blood Moon. Aunque para nacer tuve que desafiar a las mismísimas leyes de la naturaleza, no soy una bicho raro.

Es cierto, debería estar muerta, pero no lo estoy.

—Bicho raro, bicho raro, bicho raro —comenzaron a cantar sus hombres y lograron que la ira creciera dentro de mí. De inmediato, él sonrió, pues sabía que estaba a punto de ceder. Un segundo después, me solté de su agarre y le arrebaté el arma de la mano. No pude evitar que mi corazón latiera violentamente.

Recuerdo que cuando era niña no entendía por qué no le agradaba a nadie. De vez en cuando podía oír a los niños de la manada susurrando a mis espaldas, pero jamás se atrevieron a hacerme nada porque era la hija de su alfa. Además, no era alguien con quien meterse gratuitamente, pues cualquiera que intentara lastimarme a mí o a mis seres queridos terminaba sufriendo por mis propias manos.

Sin embargo, desde ese entonces se me pegó un apodo que nunca me abandonó: La bicho raro.

—Hazlo.

En ese instante, miré a mi novio. Por supuesto, él sabía que odio ese apodo, pero aún así lo usaba… La culpa era mía por ser tan ciega como para contarle mis secretos más oscuros.

—Bien —exclamé mientras me giraba y levantaba el arma, fingiendo cumplir sus órdenes—. ¿Qué tengo que hacer?

—Dispárale, bebé. —Su voz tranquila, mezclada con una indicación mortal, me llegó desde detrás.

Mi mano comenzó a temblar en el momento en que miré al lobo gimiendo en el suelo.

Su respiración era tan débil...

Sin importar cuánta lógica intentara ponerle al asunto, simplemente no estaba bien.

De modo que decidí que no haría lo que me pedían. De hecho, me tentó la idea de darme la vuelta y dispararle a mi supuesto novio.

Sin embargo, bajé el arma y, de inmediato, la risa se desvaneció y un tenso silencio ocupó su lugar ante mi desobediencia.

—No voy a...

Pero antes de poder terminar mi oración, algo me golpeó por detrás, haciéndome apretar accidentalmente el gatillo. Jadeé y luego vi que el cuerpo en el suelo se estremecía antes de quedarse quieto.

—¡No! —grité al tiempo que soltaba el arma y corría junto al lobo en el suelo.

—¡No, no, no!

En ese momento, la risa volvió a escucharse mientras yo miraba al lobo frente a mí. No pude sentir los latidos de su corazón, pero tampoco cambió a su forma humana. Sin dudas, lo que sea que esas balas tuvieran dentro, era mortal y actuaba con tanta velocidad que ni siquiera podía volver a transformarse.

—¿¡Por ​​qué, Judah!? —bramé.

El silencio se apoderó del lugar. Finalmente me di la vuelta y vi al hombre parado allí, con sus fríos ojos sobre mí. Aunque no decía nada, la ira en sus ojos me heló la sangre. Él odiaba que le faltaran el respeto.

—No me hables así —susurró con tono amenazante mientras caminaba hacia mí. De pronto, agarró el pelaje ensangrentado del lobo con un puño y levantó el cuerpo del suelo de una sola vez—. Tú hiciste esto —afirmó y, con esas palabras, arrojó el pesado cuerpo del lobo muerto sobre mí, aplastándome las piernas.

—¿Sientes pena por él? ¡Ahí lo tienes, cuídalo! —bramó señalándolo con la mirada. Al instante, mi ira aumentó en mi interior e intenté quitarme el cuerpo del lobo de encima. pero él añadió—: ¿Quién dijo que puedes levantarte, mi mascota?

—¡Esto no es una broma! Me harté de ti y de tus métodos enfermizos. Terminamos —escupí con resentimiento.

Él no era diferente de todos los demás, de hecho era peor.

En ese momento, sus ojos se oscurecieron y, de repente, me agarró del cabello con una de sus manos.

—Oh, no terminamos hasta que yo lo diga —gruñó en tono amenazador.

—¡Tú no eres mi dueño, y yo no soy tu mascota! —bufé, mirándolo desafiante.

Sin embargo, él simplemente se rió a carcajadas, como si mis palabras infantiles lo divirtieran. Conociéndolo, estaba más que enojado; acababa de faltarle el respeto delante de sus hombres y él no me lo perdonaría.

—Así es, terminamos —volví a escupir y mi corazón latió con rabia.

En ese instante, tiró de mi cabeza hacia atrás violentamente y frotó su otra mano sobre mi rostro, la misma con la que había agarrado al lobo, dejando así la sangre del lobo muerto sobre mi cara, antes de empujarme bruscamente al suelo.

—Creo que es hora de que te muestre con exactitud quién es tu dueño —afirmó antes de golpearme en la cara, haciendo que mi visión se oscureciera...

-

Me incorporé en la cama rápidamente. Los recuerdos de esa noche aparecieron en mis sueños una vez más, lo que provocó que mi cuerpo se empapara de sudor. Mi corazón latía violentamente mientras miraba a mi alrededor; me tomó unos momentos darme cuenta de que esaba en mi habitación... A salvo.

Tomé una bocanada de aire, todavía agitada, me levanté de la cama y caminé hacia el baño contiguo para lavarme la cara con agua.

Ha pasado un año desde que me alejé de mi ex tóxico, un año desde que terminé con él para siempre. Al menos eso es lo que creía hasta hace dos días, cuando recibí un video de esa noche junto con un mensaje: «Recuerda que sé lo que hiciste».

No pude evitar que aquellas palabras resonaran en mi cabeza de nuevo. Cada vez que lo recuerdo, siento un nudo en el estómago, como si estuviera enferma.

Finalmente, cerré el grifo y respiré hondo, para luego regresar a mi dormitorio.

Estoy a salvo aquí... ¿verdad?

No importa cuántas veces lo piense, no sé cómo me involucré con él.

La peor parte es que si mis padres lo supieran, estarían más que decepcionados de mí, y lo que más odio es decepcionarlos.

Aunque mis padres ya no son los alfas y, en su lugar, mi hermano quedó a cargo, ellos todavía son muy respetados. Su reputación es conocida en todo el país y papá está en el Consejo del Rey Alfa. También es uno de los Elite Eleven, un título que se le ha dado extraoficialmente a los alfas más poderosos de nuestro tiempo. Y, junto a todo ese reconocimiento, aquí estoy yo, complicando las cosas.

Desearía no haberlo conocido nunca, y desearía poder retroceder el tiempo. Con esos pensamientos en mente, miré el reloj. Recién eran las cinco de la mañana, por lo que debería intentar descansar un poco más.

De modo que apagué la lámpara, pero justo en ese momento, mi celular sonó.

No pude evitar tensarme y fruncir el ceño mientras miraba aquel dispositivo moderno. Después de tomar una respiración profunda, lo desbloqueé y leí el mensaje:

«¿No puedes dormir? Bueno, te daré algo más en lo que pensar. Vuelve conmigo o toda tu familia verá esos videos. Creo que les encantará. ¿Quieres que vean exactamente qué tan BICHO RARO puede llegar a ser su pequeña niña?».

Por supuesto, sabía a qué otros videos se refería y de solo pensar en ello me sentía enferma.

Luego de leer el mensaje, me tapé la boca inconscientemente y mi estómago comenzó a retorcerse de la repulsión que me generaba ese hombre. Luego, miré hacia mi ventana.

Él me estaba observando.

De inmediato, me acerqué a la ventana y miré desde allí. Mi corazón latió con fuerza mientras escudriñaba la oscuridad de afuera.

Nada.

No pude ver nada fuera de lo común... ¿Acaso solo me estaba tomando el pelo?

Sin embargo, mis dudas pronto se disiparon cuando mi celular volvió a sonar. Al desbloquearlo, un nuevo mensaje figuraba en la pantalla, uno que me heló la sangre.

«Veo que todavía duermes en ropa interior».

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