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Prólogo.

Elizabeth era una joven de veinte años de edad, quedó paralítica a consecuencia de un accidente automovilístico que sufrió con sus padres, los cuales desafortunadamente no lograron sobrevivir.

Para ese momento, el único familiar cercano que tenía la joven, era su tío Camilo, quien era el hermano de su padre y el cual le había quedado su custodia ya que ella apenas tenía quince años para el momento del accidente.

Elizabeth era la única heredera de la fortuna de sus padres, sin embargo como Camilo era su tutor, se encargó de manejar toda la fortuna de la joven haciéndole creer a esta, que sus padres la habían dejado desamparada económicamente, alegando que le habían ocultado que estaban en la ruina, por lo que de ahora en adelante ella tendría que vivir gracias al amparo de su tío.

Con el pasar del tiempo, Camilo había derrochado toda la fortuna de Elizabeth en juegos de azar, mujeres y licor, quedando totalmente arruinado y con la casa donde vivían hipotecada. No conforme con eso, se había endeudado con el que era su socio y amigo Ángel Gabriel, un joven proveniente de una familia muy adinerada y poderosa.

Sin embargo, Ángel Gabriel, no era económicamente independiente del todo, ya que todo lo que tenía era gracias al dinero de sus padres y la única condición para heredar toda la fortuna de la familia Mendizábal, era casándose y teniendo un heredero o de lo contrario su padre el cual sufría una enfermedad terminal, lo sacaría de su herencia.

Ángel Gabriel desesperado por disfrutar de toda la fortuna de su familia, decide buscar una mujer para casarse y tener un hijo, no importándole de quien se tratara, solo con tal de darle gusto a su padre antes de que este muriera y así poder heredar toda su fortuna. Esa mujer sería Elizabeth.

Capítulo 1

Cinco años después.

Aquella noche Elizabeth despertó con un grito de desesperación después de tener aquella pesadilla que se repetía constantemente desde que había tenido aquel fatal accidente donde murieron sus padres.

Ya habían pasado cinco años y aún ella revivía aquel horrible momento, que se había convertido en el peor día de su vida, en el que no solamente había quedado huérfana y sola, sino también paralítica.

No tenía a más nadie en el mundo, sino a su tío Camilo, el hermano de su padre, él se había encargado de cuidar de ella tan solo por el interés de quedarse con la fortuna que había heredado Elizabeth, fortuna que había despilfarrado a sus anchas en apuestas y mujeres, y de la cual no había dado un solo centavo a su sobrina, haciéndole creer a esta que sus padres la habían dejado totalmente desamparada.

De pronto se abrió la puerta de la habitación de Elizabeth y ella solo alcanzó a taparse con las sábanas, mientras escuchaba la voz de Camilo diciendo molesto y muy alterado:

— ¿Otra vez una de tus pesadillas? ¿Hasta cuándo tengo que soportar que no me dejes dormir?

— Tío Camilo, lo siento, pero es que no puedo evitar soñar siempre con aquel accidente, es como si hubiera pasado ayer.

— Pues ya es hora de que lo olvides, porque han pasado cinco años de los cuales te he mantenido y he costeado los gastos de tu invalidez, y quiero decirte que ya no puedo seguir manteniéndote porque he quedado completamente en la ruina.

— ¡Dios mío! Tío Camilo no sabía lo que estaba pasando, yo me siento tan impotente postrada en esta cama y condenada a estar en esa silla de ruedas sin poder hacer nada, sin poder ayudarte.

Camilo frunció el ceño y se acercó a Elizabeth tomándola de las manos y con una mirada llena de malicia a punto de decirle algo que cambiaría el destino de la joven ingenua.

— Pues fíjate que sí puedes hacer algo por mí, después de todo yo he velado por ti en todo este tiempo y te he dado todo cuanto he podido para no dejarte sola después de la muerte de mi amado hermano y mi cuñada, ahora ha llegado el momento en que tú me retribuyas todo mi sacrificio y esfuerzo.

Elizabth lo miró temblorosa e intrigada, pues ella no se podía imaginar qué podía hacer por su tío postrada en una silla de ruedas, sin ni siquiera poder salir a la calle a trabajar.

— Pero no comprendo, ¿Qué es eso que puedo hacer por ti? Sabes perfectamente que no puedo caminar y que llevo cinco años encerrada en las cuatro paredes de esta casa. No se hacer nada, no conozco a nadie, mi única compañía ha sido Rosarito tu ama de llaves que se ha esmerado en cuidarme desde que llegué a esta casa.

— Pues te lo voy a explicar, estoy endeudado hasta el cuello, esta casa está hipotecada y debo mucho dinero a mi socio Ángel Gabriel, en vista de eso me ha amenazado con quitarme esta casa que es lo único que tenemos y para colmo de males, puede llevarme a la cárcel si no le pago todo lo que le debo. Dinero que he gastado en ti durante todos estos años porque te recuerdo querida sobrina que tus padres no dejaron ni un solo quinto.

Elizabeth puso una expresión de asombro y se llevó las manos a la boca mientras decía:

— ¡Dios mío no puede ser! No podemos perder esta casa, no tenemos a donde ir. Pero, no entiendo qué puedo hacer yo por ti estando en estas condiciones.

— Puedes hacer mucho, querida sobrina, la única forma de poder salir de esta miseria y de que no quedemos en la calle, es que te cases con Ángel Gabriel.

Elizabeth palideció, en cuestión de segundos su rostro había alcanzado el color de las sábanas blancas que la arropaban y a las cuales apretaba fuertemente entre sus manos temblorosas.

— ¡No tío! Yo no puedo casarme con ese señor que no conozco, eso es una locura, además estoy paralítica ¿Quién me va a querer así? Es una idea descabellada, jamás he tenido contacto con ningún hombre.

— No empieces con tu lloradera que me tiene hasta la coronilla, no estás en condiciones de elegir, ya es una decisión tomada ¿O prefieres quedarte en la calle sola y paralítica pidiendo limosnas?

— Pero tío por fa…— Camilo no dejó que Elizabeth terminara de hablar y enseguida le gritó:

— ¡Cállate! No pienso escucharte más, además me voy a dormir porque mañana a primera hora debes estar lista para que conozcas a mi socio que viene muy temprano a conocer a su futura esposa.

Camilo salió de la habitación cerrando la puerta de un fuerte portazo, dejando a Elizabeth inconsolable llorando desesperada e impotente sin saber qué hacer. Jamás se imaginó recibir una noticia tan impactante como esa y mucho menos en las condiciones en las que ella se encontraba.

— ¡Dios mío! ¿Y ahora qué voy a hacer? Yo no quiero casarme con nadie, jamás he estado con ningún hombre, hubiera preferido haber muerto en ese accidente con mis padres. ¿Por qué Dios mío no me llevaste también? — Lloraba amargamente la pobre Elizabeth.

Camilo ya tenía todo fríamente calculado desde varias semanas atrás con su socio Ángel Gabriel, ya que ambos tenían intereses mutuos para llevar a cabo esa boda. Sin embargo no había encontrado el momento para contarle sus planes a Elizabeth, así que aprovechó ese instante en el que ella estaba más vulnerable que nunca para darle la estocada final. Además el tiempo estaba en su contra y no podía darle mas largas o terminaría en la calle junto a su sobrina, ya que la hipoteca de la casa estaba a punto de vencerse.

Ángel Gabriel era un hombre de 30 años, soltero, único hijo y futuro heredero de toda la fortuna de sus padres. Sin embargo, para poder llegar a heredar todo el Imperio de la familia Mendizábal, su padre el cual tenía una enfermedad incurable, le había exigido como condición casarse y darle un heredero antes de que él muriera o de lo contrario lo sacaría de la herencia.

Su padre sabía que Ángel Gabriel era un soltero empedernido, mujeriego, acostumbrado a derrochar el dinero a manos llenas. Y por esa razón no quería dejarle toda la fortuna de la familia sin que antes tuviera una responsabilidad de tener su propio hogar y así de esta forma, asegurarse de que no despilfarrara toda su fortuna; sabía que al darle un nieto habría otro heredero y como tal Ángel Gabriel debía velar por el futuro de ese hijo.

Es por esa razón que Ángel Gabriel, sabiendo que Camilo, su socio, tenía una sobrina joven y soltera, lo amenazó con dejarlo en la calle si no hacía que su sobrina se casara con él. No le importaba como era físicamente aquella joven, solo quería darle gusto a su padre de casarse y tener un hijo para que lo metiera en su testamento.

Lo que no sabía Ángel Gabriel, era que la sobrina de Camilo, era paralítica, ya que este no quiso decirle nada para que no cambiara de opinión, porque al fin y al cabo a Camilo no le importaba el futuro de su sobrina, él solo quería mantener la vida de lujos que había tenido gracias al dinero que había dejado su hermano y que él derrochó a manos llenas, ya que para el momento del accidente, Elizabeth era menor de edad y él era su tutor hasta que cumpliera la mayoría de edad.

Elizabeth ya tenía veinte años, pero en vista de su parálisis a consecuencia del accidente, ella se había mantenido encerrada durante estos cinco años sin salir de esa enorme casa, bajo una fuerte depresión no sólo por haber perdido a sus padres sino por la impotencia de no poder caminar y sentirse una mujer incompleta y llena de muchos complejos.

Después del accidente, Camilo asignó a su ama de llaves Rosarito, para que cuidara de Elizabeth, naciendo entre ellas un vínculo de afecto muy grande, para la joven aquella mujer se había convertido en su paño de lágrimas y de alguna manera había sustituido el vacío que había dejado su madre.

Ella al escuchar que Elizabeth estaba llorando inconsolablemente, entró a la habitación preocupada ya que sabía de las pesadillas constantes que tenía la joven desde que había llegado a esa casa.

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