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  "Estoy más que despierta en este mundo, veo y escucho todo."

  Todos teníamos problemas en casa, pero huir jamás fue una opción para mí, ni mucho menos pensar que irme solucionaría mis problemas, pero aquella noche no lo pensé de la mejor manera.

  Estaba a punto de irme a dormir, después de una larga pelea con mis padres,

lo cual era muy seguido

, pero antes me senté enfrente de mi ventana, deseando con todas mis fuerzas que por un momento, un segundo de mi vida no pasara todo aquello, de cómo sería ser libre, sin peleas, malos tratos o reclamos de mis padres, sin embargo mis pensamientos fueron interrumpidos por una sombra de apariencia demasiada oscura y abstracta, con unos enormes ojos verdes esmeralda, que con una macabra sonrisa estiro su mano hacia mí.

  —Dame tu mano, y te llevare de este lugar, a un lugar donde tu podrás ser feliz, donde tendrás esa libertad que tanto anhelas...solo tienes que venir conmigo—me propuso el.

  —¿Enserio?—pregunte entusiasmada, mi pulso estaba muy alto.

  —Si... ¿vienes o te quedas?—me pregunto.

  —Voy—dije segura mientras tomaba su mano.

  El me llevo volando, luego de unos minutos, me dejo en una isla y desapareció, yo me sentí un poco mal en ese momento, mi cabeza daba vueltas, no me sentía en mis cinco sentidos, un mucho menos bien....entonces todo lo vi negro.

  

................

  Me desperté ya que sonido de las aves y la luz del sol me molestaban de sobremanera, me di cuenta que no estaba en mi cuarto si no en otra, la cual era extraña y con un toque rustico, y entonces fue cuando recordé que lo de anoche no era un sueño, era verdad y lo estaba viviendo en carne propia.

  Antes de ponerme de pie, alguien entro, no pude hacer ningún movimiento, puesto que esta persona me puso una navaja en el cuello, y me tapo la boca.

  —Así con que eres la nueva—menciono en tono burlón el desconocido—Mery Chess, 16 años y queriendo escapar de los problemas. Otra más del montón.—concluyo, quitándome la navaja del cuello, y destapándome la boca.

  —¿Quién eres tú?—pregunte.

  —Peter Pan, rey de esta isla—dijo orgulloso de sí mismo.— ¿Quién te trajo aquí?—me pregunto.

  —Una sombra—dije.

  —Bien... no puedes ser un niño perdido, eres mujer—dijo el—ya sé que vas a ser aquí—me dijo maliciosamente.

  —¿Que voy a hacer?—pregunte con temor de su respuesta.

  —Mi esclava...

  Y aquello me heló hasta los huesos.

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