Home/ La maldición del Alfa: El enemigo interior Ongoing
¡Para hacer feliz a su novia, mi compañero alfa me metió en la mazmorra!
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Punto de vista de Stella

Me temblaban las piernas por la tensión que había en la habitación. Mi vida dio un giro de 360 grados en el momento en que la palabra "compañero" salió de mi boca.

Me agarré a la columna blanca de la sala para sostenerme, pues el clima se volvía cada vez más insoportable en la corte.

Los guerreros de nuestra manada estaban detrás de su Alfa, Lucien Cortero, sin duda, preparado para atacar en caso de que una pelea llegara a desatarse con los soldados de la manada Crescent North.

Mi padre, Lucien, mantenía una acalorada conversación sobre mí con Isaac. Era muy curioso cómo la polémica de hacía un momento acerca de que mi padre enviara pícaros a la manada Crescent North se convirtió de pronto en una vehemente discusión entre mi padre, el alfa de la manada Silver Mist, e Isaac, Alfa de la manada Crescent North y mi compañero.

No podía creer cómo mi vida había cambiado para peor en un abrir y cerrar de ojos.

Era como si el universo me odiara y la diosa de la luna me despreciara.

Él estaba allí, el alfa Isaac Acevedo, arremetiendo con sus guerreros contra nuestra manada, llenos de furia, y, para mi absoluto desconcierto, él era mi pareja predestinada.

Escuché un poco más de la conversación, ninguno de los dos estaba dispuesto a hacer un alto. Mi padre no podía haber hecho mejor esfuerzo por ocultar su alegría de enviarme con el enemigo.

Por alguna razón, Isaac se seguía negando, casi como si me estuviera rechazando. Aunque estaba bastante acostumbrada al rechazo de las personas, porque lo había vivido en primera persona con mi padre, el de Isaac me había dolido más de lo que esperaba. Acababa de descubrir quién era él, compartíamos un vínculo.

Mi padre e Isaac se miraban como si estuvieran a punto de matarse uno al otro, mientras seguían decidiendo mi destino como si yo ni siquiera estuviera presente. Aunque se referían a mí, Isaac no me dedicaba ni la más mínima mirada. Sentía un profundo dolor en el pecho.

"Como desees, alfa Lucien, me la llevaré", dijo Isaac con naturalidad, pero hubo algo en la forma en que pronunció esas palabras que me hizo estremecer: fue frío y amenazador.

Podía considerarse un milagro que la sala del tribunal aún permaneciera en calma. Cada manada del norte era consciente del odio arraigado que había entre estas dos. Eran las más grandes de la parte septentrional, y, a mi padre, eso no le gustaba nada. Él era un tirano, una bestia que se aprovechaba de las manadas, las aniquilaba y les robaba sus tierras. Ese era el tipo de Alfa que era mi padre. Y se rumoreaba que Isaac no era diferente.

Me vi obligada a salir de mi estado de ensimismamiento cuando Lucien se puso de pie. Luego de una última mirada horripilante, sonrió de manera sombría. Aquella expresión me había atormentado en cada despertar.

"Ella es tuya después de todo. ¡Puedes llevártela!", anunció mirándome. Nunca me había tratado como un padre a su hija.

Los años que pasé entre los muros de la Manada fueron un verdadero infierno. En esas condiciones infames, lo único que me animaba a seguir adelante era encontrar a mi pareja. Los criados siempre me contaban historias sobre el vínculo de pareja y su amor eterno, así que rogaba encontrar la mía. A diferencia de la mayoría de los lobos, que tenían la suerte de encontrar a su pareja a los dieciséis años, la mía nunca había llegado. Por lo tanto, resulta increíble que me concedieran una pareja. Por fin perdí la fuerza en las piernas y me dejé caer contra el pilar, que, de haber podido, habría sentido mi sufrimiento.

Isaac se comportaba de manera apática, imperativa e incluso intimidante. Me observó con detenimiento, lo cual me hizo sentir muy incómoda. Su fría mirada y el semblante impávido que mostraba no me dejaba vislumbrar sus verdaderos pensamientos.

"Dile que se prepare. Enviaré a alguien para que venga a buscarla antes del anochecer". Los macabros ojos de Isaac se posaron en mi cuello de manera interesada y carnal. ¿Cómo podía ser posible que estuviera vinculada a él?

Yo me burlaba por dentro, pero a él no le importaba.

"Eso no será necesario, te la puedes llevar ahora mismo". De hecho, mi padre estaba muy entusiasmado de que me fuera con él. Así, como en una terrible pesadilla, las sirvientas empacaron las pocas pertenencias que poseía en ese lugar al que nunca sentí mi hogar.

Una vez ensillado el caballo, me entregaron mi equipaje y mi padre me empujó hacia fuera, literalmente.

Comenzamos el viaje hacia la Manada Crescent North, mi nuevo hogar. Isaac iba junto a mí; a la izquierda, nos acompañaba su Delta; y el resto de los guerreros iban atrás.

Viajamos en absoluto silencio de camino a mi nuevo hogar. Incluso cuando intenté entablar una conversación, lo único que obtuve por respuesta fue un silencio brutal y una mirada asesina de su parte. Así que decidí que era mejor permanecer callada.

El incómodo silencio se prolongó durante horas, mientras tanto, cabalgábamos por las montañas hacia el norte, donde se encontraba la capital, que, según me había enterado, estaba bajo su territorio. Después de un tiempo, llegamos a la famosa Crescent North, conocida por todo lo que representaba. Montamos un poco más y llegamos a un castillo: era hermoso por fuera, jamás había visto algo igual.

Cuando nos acercamos a la edificación, unos guerreros se acercaron y se inclinaron hacía Isaac, otros tomaron las riendas de los caballos, y otros me ayudaron con mis pertenencias.

Cuando descendí sentí todas las miradas curiosas sobre mí. Nadie esperaba que Isaac llegara con su pareja y que, además, esta fuera la hija de su enemigo.

"Hola, Alfa". Una mujer se acercó a nosotros con los sirvientes, por la forma en que le habló, me di cuenta de que era alguien de alto rango. Ella inclinó la cabeza hacia Isaac y luego posó los ojos en mí con evidente interés. se notaba que tenía mucha intriga, pero, por alguna razón, no se atrevió a preguntar nada.

"Beatriz, por favor, prepara una habitación privada para ella. Y en cuanto a ti...". Se volvió hacia mí para hablarme. Su mirada era tan intimidante, dominante, que tuve que apartar la vista de él. "Mírame cuando te hablo". Su tono se volvió más enfático y estricto, así que yo obedecí sus órdenes y miré sus ojos color ámbar sin pestañear.

"Me ocuparé de ti más tarde", me informó Isaac en el tono severo habitual al que ya me estaba acostumbrando. Apenas me miró, y comenzó a caminar hacia la puerta de entrada. Me dejó allí con Beatriz, bastante confundida. ¿Por qué me asignaría un lugar solo para mí? Si éramos compañeros, ¿no teníamos que compartir la habitación?

La mujer, Beatriz, se acercó a mí con simpatía.

"Isaac". Pronuncié su nombre por primera vez, al parecer eso le llamó la atención, porque se detuvo y me miró.

"A partir de hoy, será Alfa para ti". Me habló como si se dirigiera a un ciudadano cualquiera. Yo era su compañera, por el amor de Dios. Eso me molestó, pero no le di importancia y mantuve la calma. Al fin y al cabo, seguía siendo mi compañero y era mi primer día allí.

Ignoré sus palabras. "¿Por qué una cámara privada? Somos compañeros, deberíamos compartir la misma".

Sus ojos ambarinos se volvieron pétreos y los suaves labios color cereza me sonrieron con picardía. Isaac se me acercó, tanto que nuestras narices quedaron casi pegadas. Sentí su cálido aliento acariciarme la cara. Comencé a respirar con dificultad y se me aflojaron las piernas, me costaba mantenerme de pie. La atracción entre nosotros era demasiado fuerte como para ignorarla. ¿Acaso no lo sentía también?

Mi pregunta pronto fue respondida por sus severas palabras. "No significas nada para mí, Stella Cortero", respondió a mi pregunta con una puñalada en el pecho. Se me llenaron los ojos de lágrimas e incertidumbre, si él no me quería, ¿por qué estaba aquí?

Estaba por hablar cuando una voz me interrumpió. "Isaac". Giré la cabeza en dirección a la voz. Era una mujer de mi edad, de una belleza deslumbrante, con cabello negro azabache y de movimientos elegantes. ¿Quién era?

Caminó hacia nosotros y se paró junto a Isaac. No me sacaba los ojos de encima, parecía muy tranquila y gentil; pero, la verdad, había una tremenda ira en sus ojos. Sin embargo, la disimuló con una sonrisa natural y se dirigió a mi compañero.

"Isaac". La forma en que dijo su nombre me revolvió el estómago.

"¿Quién es ella?", le preguntó.

Isaac dejó de mirarla y clavó sus ojos en los míos.

Eso era lo que yo debería haber preguntado. Él le rodeó la cintura con las manos.

"Un pequeño problema que encontré en la manada Silver Mist".

¿Un "pequeño problema"? ¿Era eso lo que pensaba de mí? ¿Que era un problema?

"Oh, ya veo", dijo en un tono condescendiente. La había juzgado demasiado rápido, ella era todo menos tranquila y gentil. Había algo en ella que me hacía desconfiar.

"Soy Stella Cortero, su compañera. ¿Y tú quién eres?". Sus ojos se abrieron como platos.

"Cuida lo que dices en mi castillo. Tina es tu superior y mi compañera elegida, así que debes respetarla".

Su reto me hirió. Si tenía a alguien más, ¿por qué me había aceptado? Sus palabras parecían alegrar a Tina. Ella se inclinó hacia sus brazos y le dio un beso en los labios, delante de mí, su legítima compañera.

No pude soportar ese insulto. "¿En esencia, dices que esta 'porquería' es tu juguete...?", la provoqué con disgusto. Mis palabras no le sentaron bien a Tina, y se largó a llorar.

Cuando vio la escena, los ojos de Isaac se posaron en mí, llenos de rabia y odio. Sentí pánico.

"¡Te dejé claro que cuidaras tus palabras en mi castillo! Tina es tu superior, por lo tanto, debes respetarla. Ya que te gusta desobedecer, serás castigada por tus acciones".

Estaba confundida, no tenía idea de lo que hablaba.

Un instante después, estaba rodeada por los guerreros de la manada. "¡Llévenla al calabozo!".

Su mirada asesina hizo que mi corazón se detuviera, no tenía idea de lo que estaba pasando.

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