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- Samantha, odio decirte ésto, pero estás despedida.

 Dice, Alan, el encargado de la tienda Molly Sweet donde trabaja Samantha desde hace 4 meses.

- Pero Alan, llevo trabajando aquí 4 meses, no puedes echarme así como así, además necesito mucho éste trabajo.

Samantha lo toma de las manos y le ruega.

- Samantha, te aprecio mucho, créeme, pero estamos teniendo problemas ecónomicos muy graves, creo que la tienda cerrará pronto, incluso yo seré despedido.

Alan dice frotando su frente con leve preocupación.

- Pero pensé que la tienda iba bien, hay muchas ventas a diario, a veces se aglomera de tanta gente que no podemos atenderlos a todos.

Alan mira a Samantha y se resigna.

- Bueno, te diré la verdad… ¿Para qué engañarte? El dueño quiere vender el local e invertir todo en la bolsa de Wall Street.

Samantha lo mira atónito.

- ¿Qué? ¿Acaso está loco? Las inversiones son un riesgo, no siempre se gana.

- Lo sé, pero es su tienda, y nosotros somos sólo empleados.

Dice Alan palpando el hombro de ella.

- Tengo demasiados gastos, mi padre ésta muy enfermo, debo pagar el seguro médico y no tengo el dinero, no sé que voy a hacer.

Las lagrimas empiezan a caer sobre las mejillas de Samantha, no pensó que se quedaría sin trabajo justamente ahora.

- Puedo darte algo de lo que tengo ahorrado, tal vez no cubra todo pero sería un anticipo, tu padre necesita estar en el hospital, si vuelve a casa puedo volver a recaer.

Alan toma las manos de Samanta con ternura, ella lo mira no sorprendida ya que desde que conoció a Alan desde que empezó a trabajar en Molly Sweet ha notado su amabilidad y solidaridad con ella.

- Agradezco tu ayuda Alan, pero es tu dinero, lo necesitas, yo sabré conseguir el dinero. No te preocupes.

Samanta se suelta de él y camina hacia donde está su bolso.

- No me desprecies, por favor, te ayudaré con esto, míralo como un préstamo, si quieres, cuando consigas trabajo me vas pagando poco a poco.

- Alan, no es necesario…

De repente Samantha se voltea a verlo y ahí esá está él, detrás de ella. Samantha se sorprende tanto que lo mira fijamente a lo ojos.

- Lo haré, quieras o no. Mañana paso por tu casa y te lo llevo. Por ahora, toma ésto.

Alan va a la caja registradora y saca 5 billetes de 500 dólares y se los da a Samantha.

- Véelo como una compensación por los daños causados.

Alan se ríe mientras se toca el cuello, Samantha lo mira como si fuera un ángel caído del cielo.

- Es mucho dinero Alan.

Samanta se niega  a tomarlo bajando la cabeza.

- No creo que al jefe le moleste, ahora que será un nuevo millonario de Nueva York, 500 dólares para él será 1 centavo.

Dice él y ambos empiezan a reír.

- Gracias Alan, debo irme, dile al jefe nuevo millonario que gracias por todo.

Samantha sonríe y camina hacia la puerta. Alan la ve alejarse, suspirando por decirle lo que siente, pero está bien así para él, admirarla de lejos y ser su amigo.

- Si tan sólo pudiera decirte todo lo que siento por ti… Soy un cobarde…

Resopla y cambia el aviso de la tienda a cerrado, necesita decirle a los otros empleados  y tiene mucho que hablar con el jefe. Samantha camina hacia la parada de autobús, mientras va pensando en como conseguir el dinero para el seguro, no contando con lo que le había ofrecido Alan, debía encontrar la forma de convencerlo de que no se lo diera, además, él tambien tiene sus gastos y sería arriesgado darle todo a ella, no se lo perdonaría jamás. Samantha llega a la parada de autobús y ve que se acerca un auto convertible y se detiene delante de ella.

- Hey nena, ¿te gustaría dar una vuelta conmigo?

Samantha no hace caso y sigue mirando si viene el autobús.

- Belleza, no hace falta que te hagas la desentendida.

Dice el hombre sonriendo mientras se quita los lentes.

- Entendí lo que diijste, pero no respondí porque no estoy interesada ni en subir en tu auto ni dar una vuelta contigo.

El hombre la mira con desafío.

- Entonces, he encontrado una fiera en mi camino. 

Samantha escucha lo que dice y lo mira sin comprender qué busca.

- Me gustan así, fieras, las fáciles son aburridas.

Samantha rara vez se sorprende, siempre le pasan este tipo de cosas, los hombres la halagan, le dicen piropos, es su día a día gracias a su belleza, y no era de extrañarse que anduvieran detrás de ella, tenía los ojos verdes oliva y un cabello largo y rubio despampanante, una silueta perfecta y natural que muchas chicas quisieran tener sin recurrir a cirugías. Samantha nunca en su vida ha hecho ejercicio, su madre murió cuando apenas tenía 4 años, desde entonces han sido ella y su padre contra el mundo, y ahora él estaba luchando contra eso, siendo tan buen padre y sufriendo, no lo merecía, y Samantha se sentía culpable por no ayudarlo como es debido. Debía encontrar otro trabajo pronto.

- Hey, estoy hablando contigo, belleza. 

Samantha sale de sus pensamientos y voltea hacia el hombre extraño.

- No estoy interesada. ¿Podrías dejar de molestarme?

Ella camina hacia el otro lado de la parada de autobús.

- ¿Sabes? Eres muy contestona y altanera. Lo que me sorprende más es que… mírate… Debes ser una de esas mujeres pobres con sed de dinero que se hacen las difíciles para que los hombres anden detrás de ellas.

- No me conoces.

Samantha lo mira ya cansándose de sus palabras.

- No, no te conozco, pero es porque tú te estás negando a que te conozca, mujer altanera.

Ella camina hacia él y lo mira de frente.

- Si te molesta tanto como soy, déjame en paz, idiota.

El hombre se queda atónito con sus palabras.

- Eres una mujerzue…

El hombre saca su mano derecha del bolsillo y Samantha está más que lista para bloquear el golpe pero una mano agarra la de él antes que llegue a su cara.

- Ella no quiere ir contigo Evan, déjala en paz.

Samantha se queda mirando al hombre recién llegado, él la mira y voltea a ver a su amigo.

- Es mi problema, Robert. Además… ¿Qué haces aquí?

El hombre misterioso suelta su mano y se acomoda el traje que lleva.

- Venía manejando cuando reconocí tu auto y vi que estabas hablando con la… dama…

Samantha oye algo de escepticismo en la forma que dice dama.

- Además… Conoces mujeres más hermosas. ¿Qué haces molestándola a ella?

Vuelve a mirar a Samantha, pero ésta vez de arriba a abajo.

- No es tu problema, amigo. Yo sé lo que hago.

Dice el hombre llamado Evan.

- Bien, puedo actuar como si no te hubiera visto acosando a una chica que a leguas se ve mucho menor que tú, además… Estás en el centro de Nueva York, ella puede gritar y pedir ayuda y tendrás que responder por tus actos a la prensa, piensa un poco amigo, eres hijo de Arnold Lennox. ¿Crees que a tu padre le gustaría ver otro escándalo de su querido hijo?

Samantha puede notar el poder de persuasión y convencimiento del hombre misterioso llamado Robert. Evan se calma y mira de Robert a Samantha.

- De acuerdo, tienes razón. Perdón por lo de antes. 

Evan dice y tiende su mano en señal de disculpa  a Samantha.

- No pasa nada.

Ella tiende su mano, mientras Robert los mira y sonríe.

- Debemos irnos, Evan.

- Si, perdón de nuevo.

Evan mira a Samantha y ella suelta una leve sonrisa. Evan camina hacia su auto, lo enciende y se coloca los lentes. Samantha nota que el hombre misterioso sigue parado delante de ella, sin decir nada.

- Perdona a mi amigo, tiene problemas de carácter, sin contar que es muy mujeriego.

Samantha sonríe con su comentario.

- Si, lo noté, pero me pasa a menudo, así que estoy acostumbrada a toparme con hombres como él. Puedo defenderme perfectamente.

- Debes ser muy buena en artes marciales.

Robert se comienza a reír, y Samantha también, ella no puede negarse, él tiene una sonrisa contagiosa. Como una leve brisa que te pega en la cara y refresca la existencia.

- Debo irme.

Él dice  y camina hacia su auto, Samantha tiende su mano para estrecharla con la suya pero cuando se da cuenta ya él está en su auto a punto de arrancar.

- Nos vemos, belleza.

Dice Evan y arranca su auto a toda velocidad, Samantha alza su mano despidiéndose de lo que acababa de pasar, se había topado con hombres millonarios, hijos de millonarios, en pleno centro de Nueva York, debían de tener sus propias empresas, Samantha quizo llorar, había querido estudiar Diseño de modas, pero tuvo que pausar su sueño para trabajar, además, era una carrera muy costosa, no tenía oportunidad. Miró que el autobús se detuvo frente de ella y se subió, iba a visitar a su padre al hospital, mañana tendría que conseguir un trabajo.

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