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4 años antes

—Ábreme, por favor— el cuerpo de Arlene se estremeció al escuchar la voz de su esposo del otro lado de la puerta. Se aferro a sus piernas abrazándose a sí misma para poder soportar lo que estaba pasando.

Le dolía el cómo habia tomado la noticia, parecía estar bastante tranquilo a pesar de que acababa de pedirle el divorcio, pero así era él.

Bastante sereno e imperturbable, pero no porque fuese indiferente ante la exigencia de su esposa, si no que, él solía afrontar las dificultades de esa forma, sosegado y resuelto a solucionar el problema puesto que de nada servía alterarse.

—Vete—le suplico a su esposo, aunque su voz apenas era audible, pero gracias al eco del baño, él logro escucharla.

—No, hasta que hablemos—le propuso, pero Arlene se quedó en silencio mientras varias lagrimas resbalaban por sus mejillas, porque incluso en ese lugar, dentro de la bañera. Ellos dos habían disfrutado mutuamente de sus cuerpos desnudos y eso le enfadaba, que cada parte de aquella casa rentada, tenía recuerdos de él, siendo felices, juntos, a pesar de las carencias.

—Ya no hay nada de qué hablar—dijo después de reunir el valor suficiente, aunque realmente era una cobarde por encerrarse en el baño y esconder dentro de la bañera— ya no puedo con esto, ya no más…

—Por favor, mi cielo— dijo Jay en tono suplicante, pero a pesar de ello, su voz seguía sonando varonil y sexi. Era una de las cualidades por las que Arlene se habia enamorado de él, tan solo un susurro de esa voz era capaz de hacerla humedecer y por primera vez la odio.

—No—bramo ella desde el interior de la bañera, era claro que habia estado llorando, su voz se escuchaba extraña debido a la congestión de sus fosas nasales y eso preocupo un poco a Jay.

Ella era una chica dulce y comprensiva, era extraño escucharla o verla llorar, puesto que en sus delgados labios rosados siempre se hallaba una encantadora sonrisa.

Arlene se cubrió la boca con las manos para ahogar el llanto, trato de evitar hacer el menor ruido posible, era inevitable llorar debido a todas las emociones que sentía en su interior, rabia, impotencia, miedo, amor y devoción. Era una lucha interna que la estaba consumiendo, así que instintivamente, se llevó las manos a su vientre, el cual ahora estaba vacío.

—Ya no quiero verte más—logro decir después de recordar porque estaba haciendo todo eso, porque le pedía el divorcio— te llevaste mis sueños y esperanzas, te di lo mejor de mí y…

—No—dijo él, movió la perilla de la puerta con la intención de abrir y acortar la distancia que los separaba, como si con ello fuese a conseguir que su esposa cambiara de opinión, que un abrazo, una caricia, un beso y quizás sexo, la hicieran cambiar de opinión, pero ella habia asegurado la puerta con seguro y una silla para evitar que él entrara— esto no puede terminar así.

—¡Ya no te amo! —grito Arlene tapándose los oídos para no escuchar su declaración. Al casarse enamorada, nunca imagino que aquel profundo amor que sentía por Jay Winter, terminaría en tan poco tiempo.

Jay se quedó en silencio, asimilando lo que habia escuchado, tenía que ser una mentira. Esa mañana, al salir, todo estaba perfecto o al menos así lo quería pensar. Arlene no le habia dado ninguna sospecha de que algo andaba mal, pero con todo lo que le estaba diciendo, era obvio que hacía mucho que Arlene se habia estado guardando algo, algo que termino por quebrarla.

—¡Estupideces! —respondió Jay con severidad. Arlene nunca lo habia escuchado hablar de esa forma, al menos no a ella.

—Es la verdad— insistió Arlene, aunque interiormente dudaba mucho de sus propios sentimientos.

—Pero yo aun te amo—respondió Jay un tanto desesperado, quería verla a los ojos, ver en ellos la verdad— ¿Qué quieres de mí? ¿Qué tengo que hacer para que desista de dejarme? ¿Acaso no sabes que no puedo vivir sin ti?

—¡Vete! — le exigió Arlene, no quería oírlo ni escucharlo, pero sabía que él no desistiría, no era el tipo de persona que se rendía tan fácilmente.

—¿Qué hice para que dejaras de amarme? — dijo él exigiendo una respuesta lógica, él la amaba igual que aquella vez en que se habia dado cuenta que estaba enamorado o incluso más después de aceptar casarse con él, simplemente no podía imaginar una vida sin ella.

—¡Jay! — dijo una voz femenina. Se trataba de Julie, la mejor amiga de Arlene, quien la habia visto sufrir los últimos meses y por petición suya, estaba ahí para acompañarla, para darle valor y no acobardarse, porque Julie conocía bien a su amiga y sabía que su corazón era tan pequeño y blando, que posiblemente terminaría cediendo a las suplicas de su esposo— por favor déjala en paz. Sera mejor que te vayas ahora mismo.

Jay se volvió hacia Julie, por un momento le sorprendió verla ahí. Ella vivía en Dublín, a más de tres horas de la localidad donde habían decidido residir, por lo que su presencia indicaba que Arlene, estaba decidida a dejarlo.

—Arlene—dijo ignorando la presencia de Julie.

—Ella no se siente bien, por favor ya no la hagas sufrir—le solicito su amiga, pero Jay no estaba dispuesto a escucharla.

—¡Arlene! — volvió a gritar, situación que irrito a Julie. No podía entender cómo es que su amiga habia soportado tanto al lado de aquel hombre.

—Déjala. ¿Qué no te das cuenta que solo la estás haciendo sufrir? —refuto Julie situándose a un lado de Jay, aunque en realidad quería interponerse entre él y la puerta, pero temía que ese hombre perdiera lo estribos y desquitara en ella, su rabia.

—¿Sufrir? —cuestiono Jay con ironía—es ella quien me está haciendo sufrir a mí.

—¿Cómo puedes decir eso cuando ella acaba de perder a su…?

—¡Julie! — grito Arlene levantándose de la bañera, acortando la distancia que habia entre ella y la puerta con desesperación, sin embargo, ella no se atrevió a quitar el seguro de la puerta ni a quitar la silla, aun no estaba lista— por favor, no.

Julie guardo silencio, intuyendo que Arlene seria quien debía contarle la circunstancia por la que ella habia viajado desde tan lejos para ver a su amiga, cuando se suponía que él era el esposo y él debía estar al tanto de la salud de Arlene, pero hacia una semana que no se aparecía por su casa. ¿Cómo iba a saberlo?

—Maldita sea, Arlene— bramo Jay frustrado y enfadado por la cobardía de su esposa— si me vas a pedir el divorcio, sal y dímelo en mi cara.

—Por favor, ya no hagas esto más difícil. Si ella ya tomo su decisión, tendrá sus razones y ni porque grites o te enfades, cambiará de parecer— argumento Julie tratando de detenerlo, sabía que Arlene no estaba lista para verlo y mucho menos para enfrentarse a él cara a cara, pero ella no quería poner a pelear a Julie aquella pelea que era únicamente suya.

Respiro hondo y contuvo la respiración un par de segundos, para darse valor a sí misma, así que después de sacar el aire que tenía en sus pulmones, retiro todo lo que impedía abrir la puerta para salir.

—Por favor vete—dijo Arlene con valor mientras limpiaba sus mejillas humedecidas. Jay la observo un instante, su esposa era una hermosa mujer con buenas curvas y delgada, pero en esa ocasión, su belleza estaba siendo opacada por la tristeza, se veía un tanto demacrada, como si algo le hubiese absorbido la vida.

—¿Qué fue lo que hice para que tomaras esta decisión? —cuestionó Jay volviéndose hacia ella, más lo hizo con voz serena, no quería asustarla, aunque de hecho se moría por abrazarla y envolverla entre sus brazos, no quería perderla.

Arlene memorizo todo aquello que la habia obligado pensar en la posibilidad, eran muchas cosas, pero la que habia derramado el vaso, habia sido su incesante deseo de alcanzar sus propias metas personales.

Habia renunciado a su empleo estable en una oficina para darse la oportunidad de iniciar su propio negocio, uno que no habia prosperado, tiempo en que Arlene se habia hecho cargo de los gastos de la casa gracias a sus dos empleos. Julie creía que su amiga habia sido muy paciente con él y hasta permisiva para ayudarlo a cumplir sus metas, a tal punto de que Arlene se habia caído de las escaleras mientras hacia la entrega de un pedido, situación que la habia llevado al hospital, no porque hubiese lastimado exteriormente, sino porque por aquella caída, Arlene habia perdido un embarazo de dos meses, el cual ella habia mantenido en secreto para no preocupar a Jay.

—¿Qué puedo hacer para evitar el divorcio? —pregunto Jay. Arlene pudo ver en la expresión de su rostro angustia, pero, aunque su esposo estaba sufriendo, lo que él estaba pasando no se comparaba con lo que ella habia pasado en el hospital. Se culpaba a sí misma por no tener el suficiente cuidado sabiendo su estado de salud y también lo culpaba a él, por no haberle dado prioridad a sus necesidades. La muerte de su primer hijo, habia sido culpa de ambos— hare lo que tu me pidas, todo lo que tu desees.

Arlene desvió la mirada e inesperadamente se encontró con los ojos de su amiga, quien la miraba con el ceño fruncido, temiendo que esas palabras lograran convencerla, pero Arlene ya habia tomado una decisión, no podía seguir a su lado.

—Ya no hay nada por hacer—respondió Arlene con una frialdad que sorprendió a Jay— por favor, vete.

Jay se quedó inmóvil sobre su sitio, trago saliva y por un momento estiro su mano hacia ella, intentando tomarla, pero Arlene se dio media vuelta para no verle el rostro, para que él no se diera cuenta lo mucho que le dolía aquella separación, pero le era mas doloroso todo lo que ella habia hecho por él, pero Jay nunca habia valorado todo su esfuerzo, todo lo que ella habia hecho por amor.

Jay cerro su palma en un puño y regreso su mano a su sitio. Estaba enfadado, lo estaba consigo mismo y también con Arlene. ¿Lo dejaba por otro hombre? ¿O porque era un vil y maldito pobre con aires de grandeza?

—Bien—se vio obligado a decir—si quieres que me vaya, entonces me iré, si quieres que te deje sola, lo hare, pero olvídate del maldito divorcio porque no te lo daré.

Jay se dio media vuelta y camino a zancadas por la habitación hasta llegar al pasillo y de ahí hacia la estancia. Arlene escucho como Jay desquitaba su frustración con los objetos de la casa, escucho vidrios hacerse pedazos y alguno que otro mueble ser empujado con furia. Julie y Arlene se miraron entre si cuando escucharon la puerta ser azotada, luego de eso solo hubo silencio.

Arlene cayo sobre sus rodillas y estando hincada, se llevó las manos al rostro.

—¿Hice lo correcto? —pregunto, pero no a Julie, sino a si misma. Habia luchado para que ese matrimonio funcionara, para que el hombre que amaba fuese feliz y, aun así, habia terminado de esa forma.

—Estoy orgullosa de ti—dijo Julie aproximándose a ella para levantarla del suelo, para abrazarla y consolarla, puesto que Arlene habia sufrido tanto y no solo por dejarlo, sino por lo que habia hecho por él.

—Recuerda porque lo haces. Debías darte tu lugar, amarte a ti misma—le recordó Julie dándole un ligero masaje en sus hombros, pero Arlene presto atención a su entorno, siguiendo su instinto, el mismo que habia tenido al cuidar de su esposo.

Jay se habia ido a pie, puesto que no habia escuchado el motor del auto, el mismo que Jay se habia abstenido de vender porque era el único medio de transporte que tenían para que Jay pudiera movilizarse al hacer los tramites que necesitaba para el negocio que intentaba levantar.

—¿Arlene?—expreso Julie cuando su amiga se levanto de su lado y camino hasta la estancia donde diviso el desastre que Jay habia dejado antes de irse.

La estancia estaba hecha un desastre, habia vidrios de marcos de fotografías por todos lados, utensilios de cocina regados por doquier y que decir de los muebles que estaban patas arriba, pero a Arlene no le sorprendió ver todo eso, de hecho, su mente estaba en otro sitio. Las dudas nadaban en su cabeza, preguntas de haber hecho o no lo correcto.

Cuando se dio cuenta, ella ya habia atravesado la estancia y estaba al pie del marco de la puerta, donde ella habia puesto las maletas que habia preparado con la ropa de su esposo. Estas ya no estaban, pero al abrir la puerta, efectivamente, noto la presencia del auto de Jay. Se habia ido a pie, pero ¿Adonde?

Arlene bajo los peldaños que separaban la casa de la acera, toco el pavimento frio y húmedo y a pesar de que su cabeza y su corazón le recriminaba que ya no tenia caso seguirlo puesto que ella lo habia echado de la casa, siguió caminando.

Se abrazo a si misma para aliviar los escalofríos de aquella brisa helada que soplaba sobre las calles del pueblo en el que vivían. Al llegar a la esquina, diviso una figura a la distancia que caminaba hacia una parada de autobús y aunque quiso caminar en esa dirección, algo la detuvo, su dignidad.

No podía ir detrás de un hombre que no le habia dado su lugar, que no la habia puesto como su primera y única prioridad.

—Arlene— escucho la voz de su amiga llamarle a la distancia, giro hacia la casa para descubrir que Julie, corría hacia su encuentro para darle un suéter para ella—¿Qué rayos haces?

—Asegurándome de que se vaya—mintió, entonces se dio media vuelta, pero antes de comenzar a avanzar, miro de reojo hacia la parada del autobús, ahí ya no habia nadie.

Julie le entrego el suéter y ambas caminaron de vuelta a la casa. Solo entonces Arlene sintió que estaba despertando de una pesadilla. Vio de nuevo el desastre que estaba obligada a limpiar.

Encontró las pequeñas lámparas que iluminaban la estancia, partidas en diferentes partes y un par de cojines de los sofás, rotos y sin relleno.

Miro hacia la pared, justo en el sitio donde se encontraba una fotografía de su boda, la favorita de Arlene. No estaba, camino alrededor del lugar buscando entre los escombros aquella fotografía, pero lo único que encontró fue el marco hecho añicos.

—¿Ahora que hare? — se preguntó Arlene mientras recogía los vestigios de lo que habia sido una rosa de cristal, un obsequio que Jay le habia dado meses atrás, justo el día de San Valentín.

Julie no supo que responderle, Arlene no habia terminado la universidad, por lo que conseguir un trabajo bien remunerado era casi imposible para ella, pero aunque tuviera eso en contra, era libre y soltera, lo que le daba la oportunidad de buscar algo digno de ella, algo que la ayudara a sobrellevar el divorcio y también que le permitiera seguir con su vida.

—¿Quieres venir conmigo a Dublín?— le propuso— mi departamento es pequeño, pero creo que es mucho mejor que este lugar.

Miro el sitio, era una pequeña casa que apenas tenía una habitación, un baño y un salón grande que estaba repartido en diferentes partes para ser, la estancia, el comedor y la cocina. Si iba a divorciarse por lo que no era bueno que se quedara en ese sitio, en el que Jay podía aparecer en cualquier momento.

—¿Dublín? —expreso ella un poco conmocionada. ¿Qué iba hacer ella en la capital del país? — ¿No seré una molestia para ti?

—Al contrario, será una alegría tenerte en casa— la animo Julie y aunque Arlene sonrió, aquel gesto estaba vacío, en ese preciso momento, no podía sentir ninguna emoción que no fuese decepción y tristeza puesto que después de todo lo que habia pasado, entendió que habia invertido tiempo y esfuerzo en un hombre que probablemente no era para ella.

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