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¿Cómo hacemos cuando estoy embarazada de mi esposo durante nuestra relación abierta?
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Mandy

Maldije en silencio cuando me despertó el sonido estruendoso de la alarma y me forcé a abrir los ojos. 

"¡Vaya! Estaba durmiendo tan plácidamente", me quejé para mis adentros y estiré la mano para apagar la alarma, solo para descubrir que no era mi teléfono el que estaba sonando. 

¿Qué estaba pasando? 

Sobresaltada, me di cuenta de que era el teléfono de Leo el que sonaba. 

¿Qué d*monios estaba pasando? 

Molesta, me puse de pie y agarré su teléfono para ver por qué estaba sonando y tratar de silenciarlo. ¿Cuántas veces tenía que decirle que mantuviera su teléfono alejado de mí? 

Leo llama y recibe llamadas como si fuera el alcalde de Nueva York. ¿Por qué dejaría su teléfono en la cama cuando sabe que sigo dormida? 

Estaba a punto de tirar el teléfono contra la pared cuando mis ojos se posaron en el nombre de la persona que estaba llamando. 

Leo la había guardado como "Betty". 

Sí, Betty. 

Con un emoticón de corazón al costado de su nombre. 

Suspiré, indignada. Betty era su secretaria. 

Miré el nombre mientras echaba humo por las orejas. ¡Dios mío! En serio tenía muchas ganas de tirar el teléfono al suelo y hacerlo añicos. 

En fin, ¿qué podía esperar tras casarme con un hombre de 21 años que era considerado como un dios y que coqueteaba con todas las mujeres que miraban en su dirección? 

De repente, la puerta se abrió y mi esposo salió del baño con el cabello mojado y una toalla blanca atada alrededor de su pequeña cintura.

Al ver su pecho d*snudo y su rostro recién salido de la ducha, no pude negar que era un hombre muy guapo. 

"Oye, tú", dije fastidiada. 

"¿Por qué d*ablos dejaste tu teléfono cerca de mí cuando sabías bien que estaba durmiendo?" 

Leo me miró sin decir una sola palabra antes de acercarse a mí para quitarme el teléfono de la mano e irse al armario. 

¿Quién se creía que era? 

"La tonta de tu secretaria, Betty, interrumpió mi sueño al llamarte", dije. "Sabes de quién estoy hablando, ¿no? De Betty que tiene un corazón al lado de su nombre", agregué en un tono sarcástico y me crucé de brazos, pero Leo no reaccionó y se enfocó en buscar qué ponerse. 

¿Era en serio? ¿Le estaba hablando y no iba a responderme? 

"¿Los oídos se te taparon en la ducha o algo así?" Pregunté, indignada, pero Leo siguió sin decir una palabra. 

Molesta, apreté los dientes y entrecerré los ojos, imaginando que lo golpeaba. 

De cualquier modo, ya casi era hora de que empezaran las clases, así que supongo que Leo tenía suerte de que tuviera que empezar mi día y no pudiera darle ese puñete que sabía que se merecía. 

Lo que más se me antojaba a esa hora de la mañana era un café, por eso decidí bajar a prepararme uno y, de camino hacia la puerta, me detuve en su armario por un segundo. 

"Eres un idiota, ¿sabías?" Pregunté en voz baja. 

"La próxima vez, dile a tu secretaria que no te llame mientras duermo", le advertí. "De lo contrario, le freiré las extensiones de cabello que tiene". 

"Dios, ¿puedes callarte?" Leo dijo justo cuando estaba a punto de abrir la puerta. "Hablas demasiado". 

Al escucharlo, me volteé y resoplé. Me había casado con un imb*cil. 

Abrí la puerta y fui a la cocina. 

Ahora, supongo que es hora de que me presente. 

Soy Mandy Jones y tengo 20 años.

Estoy casada y curso el segundo año en la universidad, y, en caso de que te lo estés preguntando, Leo y yo tuvimos que casarnos sin que nos amemos.

Sí. 

Tuvimos que casarnos porque nuestros padres nos obligaron, no porque quisiéramos.

Leo es lindo y, gracias a que es el director ejecutivo más joven de la empresa de su padre y, por ende, es increíblemente rico, mucha gente cree que debería sentirme afortunada de haberme casado con él, pero la verdad es que él es un idiota y un mujeriego que se acuesta con cualquier cosa que use falda.

Es bien sabido que ha roto como mil corazones.

Además, es muy grosero y arrogante, como ya pudiste notar, y si bien puede actuar como un lunático, la buena noticia es que yo soy más lunática que él. 

Ambos somos una pareja de lunáticos que se casaron y no aceptamos que la gente nos trate con desdén, sobre todo yo. 

Leo está tan enojado como yo por el asunto del matrimonio, ¿y quién nos puede culpar? Él siente que es demasiado joven y demasiado guapo para estar casado y, para ser sincera, yo pienso lo mismo. 

Por eso, no nos preocupamos el uno por el otro y solo vivimos juntos por el bien de la empresa. Sin embargo, eso no quiere decir que dejaré que me trate como basura. 

Mi única esperanza ahora es que una vez que el contrato se afiance, podamos divorciarnos, ya que él es un completo idiota. 

Un idiota muy guapo. 

Por fin llegué a la cocina y me encontré con Becca, la vieja bruja que es tía de Leo. 

La razón por la que la llamo bruja es porque actúa como una. Quiero decir, parece que no le gusto, pero no es como si me importara lo que ella piense de mí. Al fin y al cabo, mis padres me obligaron a casarme con un hombre al que no amo. 

La verdad es que Becca no es vieja. En realidad es una mujer joven y bonita, pero yo sigo diciéndole bruja porque así es como la veo. 

Oh, y en caso te lo estés preguntando, Leo y yo estamos viviendo con sus padres, en la mansión de la familia. 

A pesar de que Leo tiene su propia casa, sus padres decidieron que no tendría sentido que él siguiera viviendo solo cuando está casado, así que compartimos una habitación aquí. 

Por suerte, Leo siempre está ocupado con sus reuniones y acostándose con todas las mujeres a las que encuentra, y no lo veo tan seguido. 

Tampoco es como si me importara lo que hace.

"Buenos días", le dije a Becca mientras me paraba a su lado, frente al mostrador de la cocina. 

"Sí...", fue todo lo que Becca murmuró. 

Al oírla, la miré y resoplé. ¿Estaba hablando en serio? 

Fastidiada, puse los ojos en blanco y cogí la lata de café. Aunque sé que las mucamas pueden hacerme el café, prefiero hacerlo por mi cuenta. 

A mi lado, Becca terminó con lo que estaba haciendo y se dio la vuelta para salir, pero en ese momento, sentí algo raro, algo diferente. 

Tenía náuseas. 

¿Qué estaba pasando? 

Traté de taparme la boca, pero las náuseas eran tan fuertes que no pude contenerme y terminé vomitando en el suelo. 

¡Ay, Dios mío!

Aterrada, vi hacia abajo y me di cuenta de que no había vomitado en el suelo, sino en las piernas de Becca. 

Becca soltó un grito ahogado y, asqueada, me miró antes de mirar sus piernas. 

Fruncí el ceño, confundida.

¿Por qué diablos vomité?

*

*

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