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Abusada por mi padre biológico, le pedí ayuda a mi novio hombre lobo.
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15 de diciembre de 2004

El bosque me rodeaba y la noche me envolvía como un manto negro.

Mi respiración salía en pequeñas bocanadas, ya que el gélido aire obstruía mis vías respiratorias. Tropecé y caí sobre mis manos y rodillas.

Pude sentir la sangre resbalándose por mis piernas cuando unas ramas afiladas me arañaron, pero ni siquiera le presté atención al dolor.

Seguí corriendo...

Y corriendo...

¡Y corriendo!

Tenía que alejarme todo lo posible de él, porque si me atrapaba... Negué con la cabeza, ya que ni siquiera deseaba considerar la idea.

Las lágrimas empezaron a caer por mi rostro cuando escuché ese aullido familiar acercándose.

Pero no sabía adónde ir.

Vacilé cuando esa realización volvió a golpearme.

¿Adónde podía ir?

No tenía dinero.

Tampoco parientes.

Era solo una niña pequeña y estaba sola..., completamente sola.

Mientras me quedaba parada, el frío penetró mis jeans y mi chaqueta, por lo que sentí un escalofrío a través de todo mi cuerpo.

Los pasos siguieron acercándose.

Me quedé congelada, pero una vez que recuperé el sentido, volví a correr.

Tropecé varias veces porque no podía ver las raíces de los árboles ni las ramas bajas.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, no pude seguir corriendo más.

Tenía tanto frío que mis extremidades se estaban entumeciendo con el invierno de diciembre.

Fue entonces cuando caí al suelo, estaba tan cansada que ni siquiera pude apartar el palo que me pinchaba las costillas.

Cerré los ojos y dejé que el sueño me llevara.

Cerca de mi cabeza, escuché el débil chasquido de una ramita y luego todo se volvió negro.

Diez años después

25 de agosto de 2014

Me desperté con el sonido de mi despertador.

Lo apagué en cuanto abrí los ojos de golpe, pues sabía que él tenía resaca y el ruido sólo lo enfurecería.

Me senté en mi sofá cama y estiré mis adoloridos músculos.

Era el primer día de mi último año en la secundaria Middleton.

¡No podía esperar más! No estaba siendo sarcástica.

Me dirigí al baño, me di una rápida ducha y me cepillé los dientes.

Cuando entré a mi habitación, me puse lo primero que vi: unos jeans, una camiseta negra con cuello v y una chaqueta negra de cuero con capucha. Eso o una camiseta de manga larga era todo lo que podía utilizar.

A decir verdad, la capucha ocultaba mejor la realidad.

No me molesté en maquillarme porque no era una chica que intentara sobresalir.

Me puse mis botas negras, agarré mi mochila y caminé silenciosamente por el pequeño pasillo.

Hice una mueca cuando una tabla crujió bajo mi peso.

Me había olvidado de ese detalle.

Solo esperaba que él no lo hubiera oído.

Estaba a punto de llegar a la puerta principal cuando escuché su voz retumbar.

"¡Samantha!".

Observé con anhelo la manija en mi mano antes de dirigirme a la otra puerta.

Esperé un rato, pues sabía que a él no le gustaba que hablara sin su autorización.

"¿A dónde vas?", exigió mientras arrastraba las palabras por la resaca de la noche anterior.

"A la escuela", murmuré. Me asomé a su habitación cuando lo escuché moverse.

Aún llevaba puesto su uniforme de mecánico, de color azul con varias manchas de aceite. Su cabello negro estaba enredado y su bigote de dos días cubría su rostro.

"¡Ven aquí!", ordenó con voz áspera.

Entré cautelosamente mientras apartaba las botellas marrones de lo que supuse que era fuerte alcohol ilegal. Era lo único que bebía.

Me paré frente a él y mantuve la mirada en la pared del fondo. Deseaba estar en cualquier otro lugar.

De repente, me agarró la mano para acercarme a él.

Me dio un fuerte beso en la mejilla y me soltó.

"Ya puedes irte", indicó con un bostezo y se cubrió la cabeza con sus cobijas.

Me limpié la mejilla furiosamente antes de salir.

Chris

Me desperté con el mejor aroma del mundo.

Tocino.

¿No era la mejor manera de comenzar mi último año?

Tras darme una ducha rápida, me puse una camisa Aeropostale negra, jeans y zapatillas Nike con plataforma. Luego, bajé las escaleras.

Cuando entré a la cocina, mi padre abrazaba a mi madre mientras se besaban.

"¡Oh, Dios! ¡Qué asqueroso!", grité con los ojos en blanco.

Mi madre se ruborizó, pero mi padre se limitó a sonreír.

"Buenos días, cariño. ¿Estás listo para la escuela?". Mi madre colocó frente a mí un plato con huevos, tocino, salchichas y panqueques.

"¡Oh, claro! ¿A quién no le gusta ir a la escuela?", pregunté sarcásticamente antes de meter toda la comida que pude en mi boca.

Mi padre lanzó una pequeña risa y me dio una palmada en el hombro.

"Ya me voy a trabajar, Chris. Espero que tengas un buen primer día. Te veré luego, cariño".

Le dio un beso a mamá y se marchó.

Una vez que terminé de comer a toda velocidad, también le di un beso a mamá y me fui.

Entré a mi Bentley plateado, mi regalo por mis diecisiete años, y me dirigí a la secundaria Middleton.

Sam

La semana pasó rápidamente.

¡M*erda! Ya había perdido cuatros período.

¡No podía tener una detención!

Solo había querido ir al baño rápidamente, pero mi dolor de estómago se negaba a desaparecer.

Ahora estaba corriendo por todo el largo pasillo para llegar a la clase de precálculo con el señor García.

Como no prestaba mucha atención, choqué contra un cuerpo sólido.

Todas mis notas se esparcieron por el suelo y maldecí para mis adentros.

¡Tenía tan mala suerte!

"Lo siento", murmuré.

"No, soy yo quien lo siente", respondió una profunda voz masculina. "No estaba prestando mucha atención. Déjame ayudarte".

Mis ojos se abrieron como platos cuando reconocí esa voz. Es decir, ¿quién en la secundaria Middleton no conocía a Chris Wayne, el mejor jugador de fútbol?

Ambos estábamos agarrando los papeles de rodillas cuando lo escuché maldecir.

Rápidamente se levantó. Me quedé sorprendida porque medía cerca de metro ochenta y tenía la constitución de una máquina.

"Lo siento, estoy un poco apurado", explicó.

Yo también me puse de pie mientras intentaba mantenerme ocupada ordenando mis notas.

No quería alzar la vista cuando me entregó los papeles, pero tuve que hacerlo.

Nuestros dedos se tocaron e instantáneamente tuve ganas de echarme hacia atrás porque sentí una sacudida.

Mis ojos se posaron en los suyos, de color azul helado. No podía apartar la mirada.

Por supuesto que me había dado cuenta de lo atractivo que era Chris Wayne, pero nunca me imaginé que se vería como un m*ldito dios de cerca.

Sus ojos eran lo más azules que había visto. Su cabello oscuro era corto y tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda que lo hacía verse aún más atractivo.

Sus deliciosos labios carnosos estaban ligeramente separados, como si también hubiera sentido la sacudida.

Pero eso no tenía sentido.

Justo cuando estaba a punto de hablar, se escuchó el timbre del sexto período.

La conexión desapareció apenas alejé mi mano.

"Gracias", murmuré.

Prácticamente me dirigí corriendo a la clase del señor G.

Cuando entré al salón, todos se volvieron hacia mí.

"Gracias por acompañarnos, señorita Wolfe", saludó el señor G, entrecerrando los ojos en una mirada fulminante. "Nos vemos después de clase"

Asentí y caminé hacia mi asiento en la parte de atrás. Ya había olvidado el incidente del pasillo.

Tenía problemas más grandes.

¿Cómo llegaría a tiempo a casa?

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