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"Quiero que seas la madre de mi hijo". Me dijo un hombre que conocí una vez en una feria nocturna.
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Sherry Zhang llegó en bicicleta al mejor hotel de Ciudad T, el Imperial Court, por lo que el guardia de seguridad se la quedó viendo atónito. Nadie llegaba en un vehículo como ese; al menos él nunca había visto algo parecido.

"Bienvenida, señorita Zhang. El Sr Mu la espera. Pase usted, por favor". Tan pronto como ella paró frente a la puerta, un hombre, que parecía ser un guardaespaldas, se acercó a invitarla cortésmente a entrar en el hotel.

De manera que ella estacionó su bicicleta y lo siguió hacia el interior del edificio, en silencio.

El hotel Imperial Court, reconocido por su lujo y su magnificencia, era una de las propiedades de la Corporación Mu, organización que pertenecía a la familia más adinerada de la ciudad. De cualquier modo, Sherry no se sintió deslumbrada por la grandeza del hotel y entró tranquilamente, sin darle importancia al lugar.

Un hombre seguía cada uno de sus movimientos desde que ella empezó a caminar detrás del guardaespaldas.

"¡Mamá, mamá!".

En una habitación del hotel, una niña, quien estaba en los brazos de un hombre sentado frente a los monitores de vigilancia, miraba atentamente a Sherry. La pequeña se inclinaba hacia adelante para verla más de cerca en el video y con su hermosa carita llena de entusiasmo, ella manoteaba hacia la pantalla tratando de llamar su atención: "¡Mamá!".

"Moya", la llamó suavemente el hombre, al tiempo que la abrazaba con fuerza, temiendo que se cayera. Entonces, la niñera, quien estaba de pie a su lado, pidió respetuosamente: "Permítame cargar a la niña".

"Yo seguiré sosteniéndola, porque ella quiere ver a su mamita", respondió él, serenamente.

Al escucharlo, la niñera se preguntó por qué decía eso, ya que esa mujer no era la madre de Moya. Ella murió inesperadamente en un accidente de coche un año atrás. Pero no sería correcto preguntarlo, porque el hecho de mencionarla solamente reviviría el profundo dolor que él sintió al haberla perdido.

"¡Mamá, mamá!", seguía gritando Moya, mientras se movía incesantemente, con ganas de meterse a la pantalla para alcanzar a Sherry.

La pequeña estaba tan inquieta, que su papá tuvo que esforzarse mucho para sostenerla y que no se bajara de sus piernas.

Mientras tanto, la niñera contemplaba la divertida escena, con una sonrisa de ternura en los labios.

Unos días antes, el joven decidió llevarse a su hija Moya de paseo. La pequeña tenía un año y medio de edad y él apenas había tenido tiempo de estar con ella. Mientras ellos dos paseaban en su auto por el mercado nocturno más grande de Ciudad T, estuvieron a punto de chocar con un carrito que vendía brochetas picantes entre los puestos callejeros. Y la dueña del negocio era Sherry.

En un principio, el inesperado incidente no tuvo la menor importancia. Ya que, después de todo, ellos no habían chocado. Pero fue una gran sorpresa que la pequeña, quien todavía no aprendía a hablar, llamara mamá a Sherry, justo cuando la vio a través de la ventanilla del auto. Esa fue su primera palabra, la cual siguió gritando con desesperación, tratando de llamar la atención de la chica.

Richard estaba consternado por los gritos de su hija, quien llamaba mamá a una extraña, quien, además, ni siquiera se parecía a su verdadera madre.

Moya lloró durante varios días sin que nadie pudiera evitarlo. Eso hizo que su padre enviara a uno de sus empleados a averiguar el número de Sherry, para organizar un encuentro en el hotel Imperial Court.

Adentro de la habitación, aparte de la niñera, estaban cuatro guardaespaldas vestidos con trajes negros. Dos de ellos permanecían parados muy cerca de Richard y los otros dos estaban en la entrada.

Afuera, el gerente del hotel custodiaba la puerta que conducía al interior.

La pompa era grandiosa y el ambiente tenso, porque el hombre que sostenía a la niña era el presidente de una gran corporación, el joven Richard Mu III.

Sherry siguió al guardaespaldas hasta la puerta de la habitación, donde el gerente la recibió con cordialidad. Mientras ella iba entrando, él hizo un gesto con la mano indicando a todos los demás que salieran del cuarto.

Una vez que Sherry entró, le echó un vistazo superficial a la habitación, para después concentrar su mirada en Moya. Ella era una niña adorable, de tez clara, con unos grandes ojos negros y vivarachos. La pequeña llevaba un precioso vestido rosa, el cual lucía hermoso en su pequeño cuerpo, que provocó que Sherry se enamorara de ella a primera vista.

"Mamá, mamá", repetía la niña sin cansarse.

Y en cuanto vio a Sherry, ella luchó para soltarse de los brazos de su padre. Entonces, él la soltó para que pudiera deslizarse hasta el suelo. La niña cayó tambaleante sobre el piso y trotó para sujetar la pantorrilla de Sherry con sus manitas y, viendo hacia arriba, ella siguió gritando: "Mamá, mamá".

Al escuchar esa tierna y nítida voz infantil, el corazón de Sherry se derritió. De manera que ella se inclinó para tomarla entre sus brazos y besar su mejilla con cariño. Se sentía muy complacida de que la estuviera llamando mamá.

"Mamá."

Moya abrazó a Sherry con fuerza, como si la conociera de toda la vida y eso hizo que ella no pudiera expresarle que no era su madre.

Richard observó con sus profundos ojos negros a la recién llegada, quien tenía una belleza natural, incluso de esa manera tan informal en la que iba vestida, con una sencilla camiseta azul pálido y pantalones cortos de color beige.

"Dicen que la mayoría de los niños son capaces de hablar para llamar a su madre alrededor de los siete meses. Sin embargo, Moya lo hizo hasta que cumplió un año y medio. Es decir, apenas hace unos días", dijo Richard, a quien se le hizo un nudo en la garganta al relatar lo que pasaba con su hija.

Entonces Sherry preguntó casualmente, sin despegar la mirada de la pequeña que tenía entre los brazos: "¿Y dónde está su madre?".

Richard apretó los labios, mientras sus profundos ojos se teñían de oscuridad. A pesar de que parecía estar mirándola con resentimiento, él continuó. "Murió hace un año, durante un accidente automovilístico", explicó con voz grave.

Al escuchar su respuesta, Sherry notó la tristeza de sus ojos, la cual revelaba que él seguía desconsolado por la partida de su esposa y, con tono de disculpa, ella dijo: "Lo siento mucho".

Sin embargo, él guardó silencio y, con una mirada suave, volteó hacia su hija, quien seguía en los brazos de Sherry. Su vista cambió repentinamente hacia la mujer y, con un tono un poco hosco, dijo: "Yo soy quien casi la atropelló hace unos días en el mercado nocturno, ¿lo recuerda?".

Sherry asintió en silencio.

Podía recordar perfectamente la escena. Richard había bajado la ventanilla del coche para mirarla con frialdad. De hecho, ella no pudo olvidar esa mirada durante días.

“Desde que Moya la vio esa noche, ella empezó a llamarla porque piensa que usted es su madre. Mi hija ha estado llorando durante todos estos días gritando 'mamá'. Por más que hemos tratado, nadie ha podido persuadirla para que deje de hacerlo. Además de haber contratado a muchas niñeras para que se hagan cargo de ella, mi familia la cuida como si fuera una joya. Pero ella empezó a hablar hasta la primera vez que la vio a usted. No lo sé, pero supongo que ustedes estaban destinadas a estar juntas".

La explicación de Richard era lógica, y su voz muy agradable, tan dulce como un vino embriagador.

Después de escuchar la historia, Sherry se sorprendió de que una niña de un año y medio tomara a una extraña como su madre. Sobre todo, después de haberla visto una sola vez. Luego miró a la bebé entre sus brazos, cuya hermosa apariencia derritió su corazón una vez más.

A continuación, ella sintió la ineludible necesidad de acariciar con suavidad la manita de Moya alrededor de su cuello y volvió a besar su pequeño rostro con amor. Luego, sonrió. "Amé a esta niña a primera vista". Acto seguido, miró a Richard a los ojos para preguntar con cautela: "¿Lo que usted desea es contratarme como niñera?".

El joven frunció los labios, al parecer pensando la forma en que debía tocar el tema que tenía en mente.

Sherry estaba impaciente por saber su respuesta y volvió a mirar a la niña que tenía en sus brazos. Moya, quien había llorado durante muchos días, veía en ella a su madre. Por lo que, en ese momento, se aferraba con fuerza a ella, negándose a soltarla. Al parecer, ella estaba preocupada de que su madre la dejara si aflojaba su mano.

"Señorita Zhang, por favor tome asiento", dijo Richard, haciendo un movimiento con la mano para indicarle un sillón.

A pesar de que ellos dos nunca se habían presentado, Richard conocía su nombre, ya que la había investigado para convocarla a esa reunión.

"Señor Mu, si usted encuentra algún inconveniente, sea directo conmigo, por favor", dijo Sherry caminando hacia el sofá, con Moya en los brazos.

En cuanto a ella, lo había reconocido inmediatamente, ya que, como presidente de la Corporación Mu, había salido muchas veces en la televisión y los periódicos hablaban todos los días acerca de él. Era un hombre que toda la gente de la ciudad conocía.

Él se acercó, para sentarse frente a la chica y la miró fijamente durante algunos segundos. Luego sonrió: "Señorita Zhang, quiero que sea la madre de Moya".

¡Sherry se quedó atónita!

Ya que esas palabras, de verdad, sonaban como una propuesta de matrimonio.

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