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  La primera mirada.

  Javier sabía muy bien lo que se sentía cuando alguien te miraba con desprecio, pero la mirada que Diana Kingsley le dio, iba más allá del eso, casi rozando el odio.

  Ella era una alta e impresionante rubia con un ceño fruncido permanente que odiaba sus entrañas sin ninguna razón aparte de que respiraba correctamente, sin embargo ese día la mirada se había suavizado un poco, tal vez se debía a que estaba manejando cierta situación con Gemma.

  Javi subió por el ascensor hasta el quinto piso, al final del pasillo estaba Alexander tendido en el suelo completamente K.O. Gemma había llamado preocupada por él y por supuesto él tenía que ir a salvar el día.

  — ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó cuando la vio parada en el pasillo, ella frunció el ceño y él sabía que se estaba preparando para ser toda una perra fría con él, incluso pudo ver como alzaba la barbilla y cuadraba los delicados hombros ¿Por qué esa vista le gusto más de lo que debería? No quería averiguarlo. Estaba vestida con algún traje color rosa pálido que probablemente costaba más que toda su ropa junta y unos tacones asesinos que la hacían más alta.

  —Sólo quería asegurarme que tú patético amigo no se ahogara con su propio vómito —ella hizo una mueca de asco hacia la figura balbuceante de Alexander en el suelo. Javier perdió los estribos porque no había forma de que se contuviera con esa mujer.

  — ¿Y por qué demonios viniste tú? ¿Te tocó la pajita más corta? Conociéndote probablemente te ofreciste para terminar de ahogarlo tú misma —ella cruzó los brazos sobre su pecho y arrugó la nariz con desdén.

  —Eres una bestia ciega, sólo estaba tratando de ayudar y vienes tú a gritarme como el bruto que eres. Haz el favor de no dirigirme la palabra de nuevo —las palabras golpearon a Javier como puñales pero no lo demostró.

  —Sería un placer, princesa —ella azotó su cabello hacía atrás y entró en el departamento de Gemma dando un audible portazo, Javi le sacó el dedo medio a la puerta como si ella aún estuviera ahí y luego se inclinó hacia Alex que murmuraba el nombre de Gemma.

  Javier casi podía decir que cuando conoció a Diana le pareció muy hermosa y divertida, por supuesto que de su parte había una atracción inmediata que aún perduraba a pesar de todo el veneno que aguantaba cada que se veían y él como que se odiaba un poco por eso. Aquel día en el que Brenda había llevado a sus dos amigas a la pelea Javier se había sentido afortunado de poder conocerla pero eventualmente se fue convirtiendo en una perra que deseaba las tripas de Alex para la cena y lo peor era que ni siquiera tenía idea del por qué lo odiaba a él también. Tal vez era odio por asociación, quién podía decir a este punto.

  —Vamos grandulón, ya me he cabreado suficiente por venir a buscarte —para su buena suerte Alexander no estaba tan ido como pensaba y con un poco de esfuerzo fueron capaces de dar un par de pasos hasta el ascensor.

  ·~·~·~·

  —Buenos días rayito de sol —Javier medio gritó cerca de su amigo y sonrió cuándo Alex lanzó un gruñido seguido de un puñetazo al aire.

  — ¿Dónde estoy? —dijo con voz ronca luchando por abrir los ojos.

  —Pues en mi sofá y para tú información es más de medio día. El tío Julio está más allá de furioso contigo sin embargo entendió por qué no pudiste ir a trabajar —Alex se incorporó poco a poco notablemente mareado aunque Javier pensó que ya debería sentirse mejor después de las dos veces que se arrastró al baño para vomitar y gemir como niña. Javi le tendió en silencio un vaso de agua y una pastilla para el dolor de cabeza que Alex agradeció en silencio luego después de un rato Javi notó que su amigo se estremecía violentamente ¿Acaso estaba...? Mierda Alex estaba llorando.

  — ¿Alex...?

  —No. Te. Atrevas. A. Decir. Nada —Javi suspiró con tristeza al ver cómo Alex se contenía y movía las manos desesperadamente sobre su cabeza, no es como si él se fuera a burlar o algo así —Nunca lo entenderías.

  —Alexander —El tono de voz de Javi había cambiado, ahora estaba molesto porque sinceramente le dolía que su mejor amigo pensara que él iba a burlarse por una cosa como ésta —Nadie puede entender mejor cómo te sientes que yo.

  Imágenes de María Valdez bailaron en su cerebro y de inmediato tuvo su propio nudo en la garganta, sin embargo se obligó a que eso le afectara.

  —Yo no quiero creerlo Javi, no puedo... ella lo es todo para mí y Dios, no entiendo qué demonios pasó por su cabeza para que quisiera dejarme así nada más. Mierda ni siquiera puedo estar enojado con ella porque la amo tanto ¿Sabes lo qué es? Malditamente frustrante.

  —Claro que lo sé amigo —Javi le palmeo el hombro suavemente y ambos suspiraron pensando que al menos no había un sólo corazón roto en la sala. Si no dos. — ¿Qué te parece si comemos algo y luego vemos el partido? Eso seguro te animará.

  — ¿Tienes cerveza?

  —Están en el congelador.

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