Home/ El amor de la oveja negra Completed
El chico más rebelde, guapo y rico de la escuela está enamorado de mí.
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♡ POV DE LILY ♡

El estridente sonido de la alarma de mi despertador me despertó de mi apacible sueño. Mis ojos cansados se abrieron a la fuerza, pero se volvieron a cerrarse debido al mortal brillo del sol de la mañana.

Un quejido cansado salió de mis labios entreabiertos mientras estiraba la pierna izquierda para colocarla en el frío suelo de madera.

Todavía con los ojos cerrados, mis piernas se enredaron con las mantas, haciéndome resbalar y caer sobre mi plano tr*sero. "Podría quedarme aquí dormida", pensé mientras me ponía cómoda en el frío suelo.

Tuve una larga noche de estudio, la cual provocó mi cansancio. Otro sonido de mi alarma hizo que mis pensamientos anteriores se desvanecieran en el aire.

Muy bien, monstruo, ¡ya me levanté! Me senté apresuradamente, con los ojos entreabiertos, y golpeé el despertador con la mano, apagándolo en el proceso. Me encontré con un silencio total, tal y como me gustaba.

Tenía demasiada flojera como para levantarme, así que me conformé con arrastrarme hasta el baño y prepararme para la escuela. Soy estudiante de segundo año del bachillerato.

Me quité la ropa y la dejé caer hecha bola al suelo. Me metí a la ducha y abrí el grifo. Luego me metí bajo el agua caliente para aliviar mis cansados músculos.

El agua empapó mi cabello mostrando su verdadera longitud. Me enjaboné el cuerpo y vi como la espuma desaparecía al enjuagarme. Metí la mano en mi cabello e intenté desenredar todos los nudos que pude.

Cuando terminé, salí de la ducha y cerré el grifo. Mis manos instintivamente buscaron el lugar donde normalmente colocaba mi toalla pero no encontraron nada.

Dejé escapar una maldición silenciosa cuando me di cuenta de que no la había traido.

Tuve que aceptar la idea de volver a la habitación desnuda. Era una suerte que mi compañera de cuarto, Sonia, no estuviera esa mañana.

Era su costumbre y yo ya me había acostumbrado a que se quedara a dormir con alguno de sus novios.

Pero era inquietante cuando algunos días traía hombres al azar a nuestro dormitorio. Me producía una sensación de repulsión cuando oía ruidos desagradables que no quería escuchar.

Tenía que ponerme audífonos y poner música al azar para no escuchar sus sonidos s*xuales.

Me asomé a través de la puerta abierta para asegurarme de que la habitación estuviera vacía, tal y como la había dejado. Cuando confirmé que no había nadie a la vista, me apresuré a tomar una toalla.

Pero como el agua bajo mis pies había mojado el suelo, me resbalé y caí de bruces contra la puerta del armario. ¡M*ldición!

Mis mejillas se ruborizaron de la vergüenza a pesar de que nadie fue testigo de lo sucedido.

Un gruñido salió de mis labios mientras rebuscaba a regañadientes en mi armario y tomaba mi toalla. Empecé a secarme a palmaditas y miré mi reflejo en el gran espejo que había en la puerta del armario.

Muchas veces me habían dicho que era horrible y, lamentablemente, estaba empezando a creerme esas desagradables palabras.

Tenía cabello castaño oscuro que me llegaba un poco por encima de la curva del p*cho y unos ojos verdes glacial que había heredado de mi padre.

Mis ojos eran raros y esa era una de las pocas cosas que me gustaban de mí. Mi nariz de botón estaba un poco roja por el accidente de antes, por lo que alcé la mano para frotar el punto que me punzaba.

Mis labios, de por sí rosados, hicieron una mueca. Era algo que hacía cuando estaba concentrada.

En mi opinión, mis mejillas eran demasiado regordetas, me hacían parecer más joven de lo que realmente era. No fui bendecida con p*chos o gl*teos grandes, pero estaba satisfecha con mi pequeña cintura y mis anchas caderas. Suspiré, ¿soy tan fea?

Me mordí el labio inferior y volví a meter la mano en el armario para tomar mi ropa interior y ponérmela.

Mis manos se estiraron para agarrar automáticamente el uniforme escolar y me quedé mirando la larga falda de cuadros negros y azules que me llegaba por debajo de las rodillas.

Suspiré antes de ponérmela y la combiné con la camisa de vestir blanca y lisa que tenían que llevar los alumnos. Un día más y no necesitaría usarla.

Estaba poniéndome las calcetas negras y largas hasta la rodilla cuando la puerta se abrió con un chirrido. Entró una chica de pelo cobrizo y la reconocí, era Sonia.

Mis cejas se fruncieron por la confusión al ver su nuevo color de cabello, ya que ayer era rubio. Sus ojos esmeralda me miraron y enseguida rompí el contacto visual.

Una risa amarga salió de sus labios, pero me negué a hacerle caso. "Oye, p*rra, ¿te molestaría prestarme tu vestido para esta noche?", preguntó Sonia con dulzura; demasiada como para tener buenas intenciones.

Sin embargo, antes de que pudiera contestar se oyó un bufido. "No es que me importe si dices que no, de todos modos lo usaré".

Levanté la cabeza para mirarla fijamente. Ya estaba acostumbrada a que se llevara mis cosas sin permiso. Esas palabras no deberían sorprenderme, pero cada vez que las decía me dejaba sin palabras. Todavía no me había acostumbrado a que fuera grosera a la hora de tomar mis pertenencias.

Ella debió darse cuenta de mi desconcierto porque sus rasgos reflejaron odio puro. "¡Qué perra!, ¿dije algo que hirió tus insignificantes sentimientos?", se burló.

Hasta el día de hoy no entendía por qué me odiaba, yo no le había hecho nada malo.

Negué con la cabeza antes de ponerme los zapatos, sería infructuoso enfrentarme a Sonia. Ella tenía amigos que la respaldaban y yo no tenía a nadie.

Yo estaba sola en este gran internado donde todos se aprovechaban de mí, la chica callada. Así que, sin pronunciar una sola palabra, salí de la habitación y fui a clases.

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