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Pensé que había pasado una noche con un don nadie, ¡pero resultó ser mi Príncipe Azul!
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Aire caliente brotaba lentamente de la espalda de ella y el aliento cálido de él se impregnaba en sus oídos.

—¿Eres virgen? —preguntó él.

El aliento extraño permanecía en los oídos de ella y le daba escalofríos, pero no se atrevía a decir nada. Stacy Morgan sintió que el hombre hizo una pequeña pausa.

—Todavía puedes arrepentirte —dijo él.

Ella apretó los puños nerviosa y negó con la cabeza, pensando: "No me arrepiento...".

Ella tenía dieciocho años, estaba justo en la flor de la vida, pero el dolor desgarrador la hacía temblar en los brazos del hombre. Stacy se mordía la lengua sin decir palabra para conservar algo de su dignidad. Además del miedo por la pérdida de su virginidad, también estaba aterrorizada por el hombre. Podía sentir claramente sus músculos vigorosos y su fuerza asombrosa.

Parecía que él no se cansaría nunca. La poseyó por completo, en la que fue una noche dolorosamente larga para ella...

Finalmente, en medio de la noche, el hombre se despertó y fue al baño. Stacy se levantó a duras penas, se vistió y salió de la habitación.

En la planta baja del hotel, estaba la mujer de mediana edad con la que había hecho el trato. Cuando vio salir a Stacy, le entregó un bolso negro.

—Esta es tu recompensa —dijo.

Stacy lo tomó sin dudarlo. Salió corriendo rápido con el dinero en la mano sin hacer caso del dolor que sentía en las partes íntimas. Lo único que quería era llegar al hospital lo antes posible.

El cielo todavía estaba oscuro, así que no había nadie en el pasillo. Dos personas que yacían en camillas frente al quirófano no eran ingresadas porque no habían pagado.

Stacy los miró muy afligida.

—Ahora tengo dinero. Por favor, salve a mi madre y a mi hermano —dijo entre sollozos mientras le entregaba el dinero al médico.

Después de echarle un vistazo, el médico le pidió a la enfermera que lo contara y luego dejó que los enfermeros ingresaran a los heridos al quirófano.

Al ver que no ingresaban a su hermano, Stacy corrió en busca del médico.

—¿Y mi hermano? Por favor, sálvelo —dijo en tono de súplica.

El médico suspiró.

—Lo siento, su hermano está muerto —dijo.

—¿Está muerto?

La noticia terrible fue un golpe duro para Stacy e hizo que el mundo se le viniera abajo...

Dolía como si le estuvieran clavando un cuchillo en el pecho, tanto que cayó al suelo. Ocho años antes, cuando ella tenía diez años, su padre engañó y abandonó a su madre. La envió embarazada junto con ella a un país extranjero que no conocían.

Luego, nació su hermano menor, a quien diagnosticaron autismo cuando tenía tres años, lo que hizo que su vida empobrecida fuera aún peor. Ella y su madre hacían muchos trabajos de medio tiempo con los que apenas podían ganarse la vida y encima un accidente automovilístico la dejó a ella en una situación desesperada, ya que no tenía familiares ni dinero en el país extranjero donde se encontraba.

Ella no tuvo más remedio que corromperse, pero ni siquiera así logró salvar a su hermano. Era una especie de dolor que no ponía a la gente histérica sino incómoda. Ella tenía dificultades para respirar y su mundo estaba sumido en la oscuridad, pero debía aceptarlo con una sonrisa, porque su madre aún estaba viva.

Su mamá la necesitaba.

Después del tratamiento, la madre estaba mejorando, pero cuando supo que su hijo había muerto, el mundo se le vino abajo.

—Mamá, todavía me tienes a mí, debes reponerte por mí —decía Stacy mientras la abrazaba, llorando.

Durante el mes que estuvo en el hospital, Janet Johnson solía sentarse junto a la cama aturdida. Stacy sabía que extrañaba al hijo. Si no fuera por ella, su madre ya se habría ido junto con su hermano. A ella la habían expulsado de la escuela por tener que cuidar a su madre, quien, afortunadamente, se estaba recuperando.

Ella llevó comida al hospital y fue a la habitación. Cuando estaba a punto de abrir la puerta, escuchó una voz adentro…

Ella conocía esa voz. Aunque hubieran pasado ocho años, todavía recordaba claramente cómo él había obligado a su madre a que se divorciaran. Él nunca las había visitado después de haberlas enviado al extranjero ¿Qué es lo que deseaba ahora que aparecía repentinamente?

—Janet, tú y la señora Louise eran como Bernard y Doris, y prometieron a sus hijos en matrimonio. Por eso, debes dejar que tu hija se case con su hijo.

—¿De qué estás hablando, Ethan Morgan? —dijo Janet, quien, a pesar de sus heridas, intentó golpearlo. “No tiene corazón”, pensaba, desesperada.

Él había enviado a su hija y a ella a un lugar extraño que no conocían, sin que nunca le hubiera importado si estaban vivas o muertas. “¿La única razón por la que está aquí hoy es para entregar a su hija en matrimonio?”, pensaba Janet.

—El hijo mayor de la familia Louise es el hijo de tu buena amiga. Es guapo. Conoces la historia de la familia Louise. Si tu hija se casa con él, vivirá una vida feliz —dijo él y se mantuvo en silencio.

El hijo mayor de la familia Louise era noble y guapo, sin embargo, un mes antes, lo había mordido una serpiente venenosa en un viaje al extranjero por negocios. Estaba paralizado, sin poder moverse ni hablar.

Si ella se casaba con él, viviría como una viuda.

—Me casaré con él— dijo Stacy, abriendo la puerta de repente con la lonchera en la mano—. Me casaré con él, pero con una condición.

Ethan miró en trance a su hija, a quien no había visto en ocho años. Cuando la envió al extranjero, todavía era una niña de diez años. Ahora había crecido. Tenía la piel blanca, pero estaba demasiado delgada. La cara era tan pequeña como una palma, sin embargo, lucía seca, no parecía saludable en absoluto, como si no se hubiera desarrollado bien.

La hija menor de Ethan era mucho más adorable que Stacy. El hecho de que ella no fuera tan bonita hizo que él, después de todo, no se sintiera tan mal, porque, incluso si se casaba con un marido impotente, no sería demasiado agraviada.

Esos pensamientos hicieron sentir a Ethan que no había nada de malo con el planteo de Stacy.

—¿Cuál es la condición? Solo dímela —dijo él.

—Quiero regresar a China y recuperar todo lo que le pertenece a mamá. Si puedes hacer eso, me casaré con él —dijo Stacy, apretando los puños una y otra vez antes de lograr calmarse lentamente.

Aunque no había estado en el país durante mucho tiempo, ella había oído hablar de la familia Louise en la ciudad B cuando era niña. Era una familia extensa y poseía una fortuna de cientos de miles de millones. Aunque, sin duda, el hijo mayor de la familia Louise era honorable, Stacy no esperaba que fuera posible tener tan buena suerte. Él podría ser feo o estar tullido. Pero aun así, era una buena oportunidad para que ella regresara a China. Si la aprovechaba bien, podría recuperar la dote de su madre.

—Stacy... —empezó a decir Janet con la intención de convencerla de que el matrimonio era algo serio. Su hija había sufrido mucho y no quería que se casara con un extraño.

Cuando escuchó a Janet, Ethan tuvo miedo de que ella convenciera a Stacy de no casarse.

—Está bien, siempre que estés dispuesta a casarte con él, te dejaré regresar a China —dijo rápido para interrumpirla.

—¿Qué hay de la dote de mi madre? —dijo Stacy con un tono de voz frío y los ojos fijos en su padre.

Al casarse con Janet, él recibió una gran dote, que valía mucho dinero. Ahora Ethan se sentía muy reacio a devolverlo.

—Papá, mi hermana debe ser muy bonita y se merece a alguien mejor. Si se casa con un hombre tullido, su vida entera estará terminada. Es más, tú y mi madre ya se han divorciado, por lo que deberías devolver el dinero que ella trajo a la familia Morgan —dijo ella.

Ethan se sintió culpable y no se atrevió a mirarla. “¿Cómo pudo ella enterarse de la herida del hijo mayor de la familia Louise mientras estaba en el extranjero?”, pensó él, sin darse cuenta de que Stacy solo estaba adivinando.

—Te lo daré después de que te cases con él —dijo Ethan a regañadientes, creyendo que ella sabía que se casaría con un hombre anormal.

Su hija menor era tan bonita como una flor y no podía dejar que se casara con un hombre impotente. “Aunque sea muy noble, si no puede tener relaciones, no es más que una piltrafa”, pensó Ethan y sintió menos pena al respecto.

Por otro lado, el odio que sentía por Stacy aumentó, porque ella solo quería obtener una porción de su dinero.

— Tu madre no te educó bien ¡No tienes modales en absoluto! —dijo Ethan, mirándola con frialdad.

"¿No tuviste ninguna responsabilidad como padre?", pensó en decirle Stacy, porque él la había enviado al extranjero y nunca se había preocupado por ella, pero se contuvo, ya que no le quedaba nada y no le servía irritar a Ethan.

— Prepárate, volveremos mañana —dijo Ethan, se arremangó y abandonó la habitación.

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