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Mi dulce matrimonio comenzó con una inesperada aventura de una noche...
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En el centro de detención.

"¡Hermana, ayúdame por favor! Te juro que soy inocente. ¡Tienes que creerme! ¡Yo no hice nada!".

De pie al otro lado de una pequeña mesa, Carmen Hardy sintió como si su corazón se desgarrara lentamente por la mitad en tanto oía los impotentes y roncos gritos de su hermano, Nicholas.

La chica hizo todo lo posible por evitar llorar, pero las lágrimas se acumulaban de manera grotesca en sus ojos.

Habían pasado tres días desde que su hermano fue capturado, y aunque había ido varias veces a la comisaría y al centro de detención con el fin de visitarlo, solo pudo lograrlo con la ayuda de un abogado.

Nicholas era un estudiante de segundo año brillante y con buen rendimiento académico, sin mencionar su apuesto rostro. Era amable y respetuoso con todos y Carmen no dudaba en que era el orgullo y la esperanza de la familia.

Mas, esta catástrofe lo había derrumbado por completo.

En apenas tres días su rostro se había demacrado, había perdido mucho peso y su habitual espíritu enérgico había desaparecido por completo.

Como era de esperarse, a la mujer le dolía el corazón ver en esa situación a su hermano, por lo que sostuvo sus manos con fuerza y le dijo; "¡Creo en ti, Nicholas! ¡Sé que nunca cometerías un crimen así!".

"Señorita Hardy, el horario de visita ha terminado. Salgamos afuera y hablemos del caso", le recordó en voz baja su abogado, Sean Conner, quien esperaba en silencio a un lado.

Carmen asintió para luego secarse las lágrimas y consolar a su hermano una última vez; "¡No te preocupes! ¿Sí? ¡Pase lo que pase, yo te sacaré de aquí!".

De mala gana, se dejó llevar afuera sin dejar de mirar a Nicholas.

Tan pronto como salió, su madre, Lisa West, se apresuró a tomarle la mano. "¿Cómo está Nicholas? ¡¿Cómo está mi hijo?! ¡Por Dios! ¿Cómo un chico tan bueno puede ser acusado de algo así? ¡Él nunca lastimaría ni a una mosca! ¡Tienes que salvarlo, ¿me oíste?!", le dijo la mujer con el cuerpo temblando y lágrimas en los ojos.

Al ver llorar a su madre, las lágrimas que Carmen reprimió desesperadamente volvieron a brotar.

"Mamá, no te preocupes. Sean es un buen abogado. Ya verás que él lo ayudará de la mejor manera", la consoló frotando su espalda con suavidad en un abrazo.

Ante esto, Lisa tomó la mano del abogado y suplicó; "¡Sean, tienes que salvar a Nicholas! Él siempre ha sido bueno y obediente desde que era un niño. Todos los maestros de la escuela lo elogiaban y hasta nos decían que debíamos enviarlo a estudiar en el extranjero. Mi hijo todavía tiene un buen futuro por delante. ¡Estoy segura de que él nunca cometerá un delito!”.

El hombre vio que la mujer estaba perdiendo el control de sus emociones, así que trató de calmarla. "Señora, ya que me responsabilizo de este caso, haré todo lo posible para que su hijo esté libre pronto. He estado estudiando el caso con sumo detalle durante los últimos dos días, y veo que no hay evidencia ni nada que demuestre que su hijo agredió a esa mujer. Eso significa que podemos refutar la acusación...". Sean hizo una pausa por un momento antes de continuar; "Aunque, me resulta extraño que este caso esté avanzando tan rápido. En circunstancias normales, si se detiene a alguien, debe haber alguna evidencia que demuestre que está relacionado con el delito. Pero, en el caso de su hijo, no hay nada que lo vincule, así que no debería estar encerrado”.

Luego de escuchar atentamente cada palabra de su abogado, tanto Carmen como Lisa se quedaron atónitas.

Ninguna de ellas sabía algo de la ley, por lo que estaban perdidas en el caso desde que Nicholas fue encarcelado.

"Entonces, ¿qué podemos hacer?", preguntó Lisa al comprender que ignoraban el tema por completo.

"Tranquila, pediré más información y con eso seguro que averiguaremos qué hacer", las apaciguó Sean al instante.

Cuando terminaron de hablar, él se fue a un lado y atendió una llamada, la cual duró alrededor de diez minutos.

Tras finalizar la llamada, Carmen notó que Sean tenía una expresión tensa en su pálido rostro.

Por lo tanto, con su corazón latiendo rápidamente, ella se apresuró a preguntar; "¿Qué pasó? ¿Es algo malo?".

"Terribles noticias. La víctima parece estar relacionada con la familia Morgan, por lo que no creo que podamos usar los procedimientos judiciales normales para resolver el caso de Nicholas", comunicó el abogado después de suspirar.

Carmen se quedó pasmada e inquirió; "¿La familia Morgan? ¿Cuál? ¡No, no puede ser! ¿Te refieres a... esa tan conocida familia Morgan?".

"Sí, a ellos. Y no solo eso, sino que la persona que está llevando el caso es el mismo Derrick Morgan, ¡el líder de la familia Morgan!".

Sean suspiró de nuevo y agregó; "Y bueno. Lo siento, pero creo que no puedo interferir en este asunto". Él bajó la cabeza, pues se sentía demasiado avergonzado como para mirar a la chica a los ojos. "Su única solución podría ser... que ustedes mismas confronten al presidente Morgan para resolver esto. Me temo que ningún abogado querrá tomar su caso por temor a perder su trabajo", concluyó.

Con la repentina noticia, Carmen se quedó asombrada mientras su cabeza trataba de procesar todo.

¡Nunca esperó que este asunto estuviera relacionado con la familia Morgan!

Se trataba de una de las familias más ricas y extremadamente poderosas del país; y Derrick... Ese hombre tenía fama de ser feroz y despiadado.

¿Cómo podía su hermano ser liberado si quiera luchar contra una familia así?

Por su parte, Lisa fue incapaz de soportar semejante noticia, así que su cuerpo tembloroso dio un paso atrás antes de caer al suelo y desmayarse.

En consecuencia, y estando aún conmocionada, Carmen tuvo que llevar de inmediato a su madre al hospital.

Una hora después.

La chica salió del hospital y envió un mensaje a su mejor amiga, Cynthia Jones, quien era reportera en la oficina del periódico local. "Hola, Cynthia. Perdón por molestarte, pero,  ¿podrías hacerme el favor de comprobar la agenda de Derrick Morgan?”.

Por supuesto, Carmen sabía que acercarse a Derrick era algo con lo que nunca podría soñar, mas, no se daría por vencida por nada.

Si tenía una oportunidad de salvar a su hermano, ¡estaba dispuesta a todo!

“Hola, Carmen. No te preocupes. Al parecer, él está en un salón de banquetes en el tercer piso del Emperor Hotel. El banquete es de negocios y escuché que Derrick asistirá. Aunque puede que el rumor sea falso”, le respondió rápidamente.

Sin embargo, Cynthia de repente se dio cuenta de lo que su amiga le había preguntado y en seguida continuó; "¡Espera un segundo!... ¿Por qué quieres saber la agenda de Derrick? ¿Lo conoces?".

Mas, Carmen no tenía tiempo para responder. Su hermano estaba en prisión y su madre en el hospital. No tenía otra opción más que intentarlo por su cuenta, por lo que inmediatamente tomó un taxi hasta el Hotel Emperador.

Aquel hotel era de seis estrellas, estaba ubicado en North City y tenía una seguridad demasiado estricta, lo mejor que el dinero podía comprar. Era un popular lugar de reunión para familias millonarias y poderosas, y se decía que se gastaban decenas de miles de dólares todas las noches.

Al llegar, la chica se escondió en el estacionamiento subterráneo y esperó en silencio.

Unas horas después, cuando el reloj marcó la medianoche, apareció una figura alta escoltada por cuatro guardaespaldas vestidos de negro.

El hombre vestía un traje negro hecho a la medida con líneas bien cortadas, que perfilaban su cintura delgada y esbelta. Además, su pantalón le daba un aspecto elegante.

De hecho, Carmen podía ver su rostro bien definido desde donde estaba.

Las esquinas de sus ojos estaban ligeramente inclinadas, sus cejas eran gruesas, el tabique de su nariz era alto y recto, y sus delgados labios estaban fuertemente apretados.

Exudaba un aire de indiferencia y arrogancia, así que cualquiera se sentiría intimidado con su presencia.

Sin lugar a dudas, aquel hombre era Derrick Morgan.

Ella llevaba mucho tiempo de cuclillas en el suelo, por lo que, cuando se levantó para correr hacia él, sintió las piernas entumecidas e inesperadamente cayó luego de perder el equilibrio.

Sin percatarse de aquel incidente, el hombre fue escoltado por sus guardaespaldas al auto.

Una vez dentro, el coche comenzó a moverse, razón por la cual la mujer corrió a su encuentro y no se detuvo hasta estar frente al automóvil.

"¡Detente!", gritó ella en tanto agitaba los brazos desesperadamente.

Ante esto, el chofer detuvo el Maybach negro de manera inesperada a menos de un metro de donde estaba parada la mujer.

"¿Qué está pasando?", preguntó con un tono de voz serio y digustado Derrick, quien parecía estar ebrio.

"Lo siento, señor Morgan, alguien está bloqueando el camino", le respondió el conductor asustado.

El hombre entrecerró los ojos y miró amargamente a Carmen, quien permanecía de pie frente al auto. "Bájense y averigüen qué sucede", les ordenó a sus guardaespaldas.

"Sí, señor".

Ellos salieron de inmediato del auto y caminaron hacia Carmen para encararla. "¿Quién eres? ¿Por qué detienes el auto?", la regañó uno de ellos.

La mujer sintió miedo al observar a los altos y fuertes escoltas. No obstante, le contestó con firmeza; "Quiero ver al presidente Morgan. Necesito conversar con él sobre un asunto importante, así que ve, infórmale de mi solicitud y pídele que hable conmigo".

Los guardaespaldas estaban acostumbrados a que las mujeres usaran esos métodos para acercarse a su jefe, por lo que uno de ellos respondió tajantemente; “Nuestro presidente no se reúne con extraños. Por favor, quítate de en medio".

"No me iré hasta hablar con él. Es un asunto importante, y prometo no tomar más de cinco minutos de su tiempo".

"¿Por qué tarda tanto?", inquirió Derrick a medida que se iba impacientando cada vez más.

Él había pasado la noche entreteniendo a los invitados y había bebido mucho vino, así que estaba extremadamente incómodo en ese momento y todo lo que quería era ir a casa y descansar.

Mas, esa mujer lo tenía atrapado allí y estaba a punto de perder la calma.

Ronald Lawson, su asistente, notó que la ira de su jefe comenzaba a desatarse, por lo que salió apresuradamente del auto para resolver la situación.

"Estoy aquí para hablar sobre el caso de mi hermano. Por favor, dígale que necesito hablar con él", dijo Carmen en tanto el asistente se acercaba.

Ronald escuchó la palabra "caso" y asumió que ella quería hablar de negocios. "Señorita, puede ir a Morgan Corporations para hacer una cita si desea conversar sobre algún trato u oferta que desee hacer. Pero, por favor, deje pasar al auto".

La mujer recordó el demacrado rostro de su hermano y la desesperación de su madre, y negó con la cabeza sin querer moverse.

En consecuencia, los dos guardaespaldas se encogieron de hombros y la sacaron del camino a la fuerza.

"¡Suéltenme!", gritó ella mientras forcejeaba.

Con la chica fuera, el hombre dentro del auto ordenó con impaciencia y molestia; "¡Adelante! ¡Conduce!".

El coche volvió a ponerse en marcha e iba a pasar junto a Carmen antes de irse.

Pero ella estaba sumamente enojada.

Su inocente hermano menor fue acusado de un delito fabricado por culpa de Derrick, y aunque ella quiso discutir las cosas con él porque sabía todo acerca de su posición respetada, parecía que iba a ser imposible hacerlo.

"¡Oye, desgraciado!", lo insultó con un repentino estallido de fuerza inexplicable, el cual le ayudó a soltarse de los escoltas.

Entonces, sacó una botella de agua de su bolso y la arrojó por la ventana abierta sin dudarlo.

Con su puntería precisa e impecable logró golpear la cabeza del hombre y salpicarle toda la cara.

El conductor pisó el freno a toda prisa y, en un segundo, el aire en el auto pareció congelarse.

Además, los guardaespaldas miraban lo que acababa de suceder totalmente aterrorizados.

Ronald se giró nervioso y preguntó inquieto a su jefe; "Sr. Morgan, ¿se encuentra bien?".

Él se fijó en los ojos de Derrick y notó su mirada asesina y una expresión de total disgusto.

"¡Atrapa a esa maldita mujer!", le ordenó en tanto apretaba los dientes lleno de ira.

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