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Mi compañero me acosaba en el colegio y mis cuatro hermanastros se unieron a él después de saberlo.
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"¡Compañera!".

Sentí que todos mis músculos se contraían cuando él dijo la palabra por segunda vez. Fabio Ignacio y yo nos conocimos cuando éramos niños, ya que nos encontrábamos todos los días en el área de juegos del parque para pasarla bien juntos; así fue durante años. Él era la única persona en mi vida que no desaparecía, por lo que fue un sentimiento extraordinario cuando se manifestó nuestro vínculo de pareja.

"¡Vamos a hacerlo!", dijo arrinconándome junto a los casilleros. Era mi primer día en el duodécimo grado, así que yo era un manojo de nervios, porque había sido educada en casa toda mi vida. En realidad, estaba llena de pánico.

La secundaria era como un zoológico para mí, donde todos me veían como la novedad: era el animal recién llegado.

Afortunadamente, mi madre había hablado con la señora Ignacio sobre mi primer día en la escuela, así que Alfa Fabio me esperaba en la puerta.

"¿Aquí?", pregunté, mirando el pasillo vacío.

"No hay nadie. ¿No quieres ser aceptada por tu popular compañero Alfa en tu primer día de clases?" Ante su insistencia no pude negarme y asentí débilmente. Además, él se veía guapísimo con su chamarra deportiva roja con amarillo y tenía razón, pues el título Alfa lo había hecho un chico muy popular.

Sería agradable tener a alguien que me ayudara a navegar exitosamente por ese nuevo mundo.

"Yo, Briana Adrián, te acepto como mi compañero", recité ceremoniosamente, haciendo lo que él deseaba. Luego me estiré poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios. No sabía cómo continuar, ya que sería mi primer beso, así que todo dependería de él.

Mis labios ni siquiera habían alcanzado los suyos cuando sentí un dolor que avasalló mi mejilla como una corriente eléctrica insoportable, ya que recibí una fuerte bofetada que me derribó al suelo en un instante.

Tirada en el suelo, me toqué la mejilla y sentí algo húmedo en la cara. Entonces, me limpié la crema de afeitar que él me embarró en el rostro al abofetearme.

Fueron solo segundos antes de que los gritos y vítores de la gente que invadió el pasillo resonaran por todo el edificio, pues todos los estudiantes estaban escondidos en los salones esperando el momento oportuno para rodearme y burlarse de mí.

Lo único que recuerdo es que estaba completamente avergonzada.

Miré a todo el mundo con ojos llorosos y luego a Fabio, quien sonreía complacido. Me costaba aceptar que mi amigo de la infancia pudiera intimidarme solo para parecer el más c*br*n ante toda la escuela.

"Así es como se trata a una p*rra", dijo un chico detrás de Alfa Fabio. Era más alto que él y todos lo miraban con respeto. Eso indicaba que era más popular que mi compañero.

"¿Qué me ves, monstruo?", dijo gruñendo cuando me sorprendió mirándolo con desconcierto.

No fue difícil deducir que él planeó todo para intimidarme en mi primer día de clases. Lo que no podía entender era la causa.

"Ella pensó que un Alfa la aceptaría", se rio una chica. Eso me impulsó a cubrirme la cara con las palmas, para seguir sollozando en silencio. Esa fue mi primera experiencia frente a mis compañeros de escuela.

"Te aseguro que está tan asustada que se orinó en los calzoncillos", comentó otra chica. Sin embargo, yo seguía con la cara escondida entre mis manos.

"Apuesto a que le encanta montar p*n*s", se oyó otra voz, y su comentario tiñó mis mejillas de rojo. No soportaba la vergüenza.

"¡Ay! Mírenla, la niñita está llorando. ¿Creíste que él te aceptaría?". La voz era de un chico con una horrenda mueca de burla en los labios. Escuché que alguien lo llamó por su nombre, era Isaac.

Fue en el instante en que él se inclinó sobre mí que vi brillar sus gélidos ojos grises. Su mandíbula, prominente y afilada, parecía un cuchillo.

"¡A casa todos! ¿No oyeron el timbre de salida?", gritó un maestro que llegó para dispersar a los estudiantes. Lamentablemente, él no se acercó a preguntarme si yo estaba bien.

Me puse de pie apresuradamente para correr hacia la salida, sin intenciones de detenerme un solo segundo. Nunca pensé que mi primer día de escuela terminaría de esa manera. Al cruzar la puerta vi el Honda Civic de mi madre estacionado cerca de la entrada.

En cuanto subí al auto, mi madre giró la cabeza para mirarme de arriba abajo.

"¿Qué te pasó? ¿Traes espuma en el cabello?". Evidentemente, ella supo que algo andaba mal porque yo no podía contenerme y sollozaba sin parar.

"Me acosaron y Fabio se burló de mí", estallé empezando a hiperventilar y decidí contarle todo lo que pasó a mi madre; obviamente, tuve que guardarme algunos detalles.

No mencioné que se manifestó nuestro vínculo de pareja, ya que a ella nunca le gustó que yo tocara ese tema.

Mi mamá decía constantemente que tendría que guardarme para mi día especial. Aunque, cada vez que ella lo mencionaba, yo no sabía qué quería decir con eso y simplemente asentía. El incidente de la escuela me hizo darme cuenta de que, si hubiera seguido obedeciéndola, probablemente habría evitado esa humillación.

"Ahora entiendo el comportamiento de la madre de Fabio durante nuestra llamada telefónica de hoy. Debí entender que no querían que los volviéramos a molestar. De todos modos, no debes preocuparte por eso”, siseó mamá, desviando su atención por un momento.

"Las cosas van a cambiar de hoy en adelante. Pronto tendrás alguien que te protegerá de cualquier acosador”, dijo con una sonrisa de satisfacción en los labios. Mamá siguió manejando hacia nuestro destino mientras yo permanecía en silencio, con las lágrimas escurriendo por mis mejillas.

De pronto me percaté de que nuestras maletas iban en el asiento trasero del auto. Durante algún tiempo, habíamos hablado de mudarnos, pero no sabía que lo haríamos ese día. "¿A dónde vamos?", pregunté, confundida. Al parecer, en cuanto me inscribió en la escuela, ella decidió cambiarse de casa.

"No muy lejos, pero puedes estar segura de que será un lugar mucho mejor. ¿Recuerdas que mencioné que estaba saliendo con alguien? Bueno, creo que ha llegado la hora de presentarlos", sonrió para sí misma, pensando en que pronto estaríamos en la hermosa y vasta mansión del señor Velázquez.

"¡Mamá! ¿Por qué vinimos aquí?". Me sentí incómoda al ver a un grupo de guardias mirándonos.

"Este será nuestro nuevo hogar. El señor Velázquez me ha elegido como su nueva compañera. Finalmente viviremos la vida que merecemos. En cuanto a ti, gozarás de la compañía de tus nuevos cuatro hermanastros. Ellos serán los próximos reyes Alfa, cada uno en un territorio: Norte, Sur, Este y Oeste. Aparte de eso, ellos te protegerán de ahora en adelante". Su confianza al decirme que íbamos a invadir su casa era impactante.

"¡Pero recuerda que pase lo que pase, no deberás permitir que te toquen! No dejes que entren en tu cabeza. Evítalos a cualquier precio, pues sabes que tu loba es una seductora", sus últimas palabras se grabaron en mi cabeza, mientras la idea de que me tocaran sacudía mi cuerpo, al tiempo que yo me hacía consciente de ello.

"¿Pero por qué harían eso? Soy su hermana". Entonces mi madre hizo un puchero significativo.

"Precisamente eso es lo que deberás recordarles. No pueden meterse contigo, porque eres su hermanastra. No podemos arruinar nuestra oportunidad de tener una vida mejor, ¡llena de lujo!". Antes de bajarnos del auto, mamá me miró sonriendo, supongo que para tranquilizarme. A continuación, un grupo de guardias nos recibió indicándonos el camino.

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