Home/ Una noche con el Sr. Multimillonario Completed
Le rogué al pez gordo que me contratara, pero no sabía que era el padre de mi bebé...
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Aurora estaba completamente borracha y lo sabía. De hecho, trató de fijar los ojos en un objeto y este se puso borroso, mientras un terrible mareo se apoderaba de ella. Lanzó un fuerte eructo al tiempo que se empinaba en la boca las últimas gotas de alcohol de su vaso, para beberlas de un solo trago.

La casa club resonaba con las risas de los asistentes y la música se escuchaba a todo volumen, mientras los bailarines se movían por la pista pasando un buen rato. Sin embargo, Aurora tenía la mente en algo completamente diferente. No había ido allí a divertirse, sino a olvidar su miseria, para tratar de calmar la angustia que la embargaba.

Se suponía que a la mañana siguiente ella caminaría hacia el altar al lado de su prometido, su mejor amigo durante los últimos cinco años. Ambos esperaban ese día desde hacía mucho tiempo, pero en menos de veinticuatro horas, se desvaneció cualquier esperanza de ver sus planes hechos realidad.

El recuerdo de lo que vio volvió a reproducirse en su cabeza "Ay, sí, así, más, fuerte, quiero sentirte adentro de mí, con fuerza, Emanuel. Mi amor, ay, más...más rápido...ay...sí...Te amo Emanuel…”.

Aurora sacudió la cabeza tratando de que ese terrible recuerdo saliera de su mente. Tomó su pañuelo y se limpió las lágrimas de la cara lentamente. ¿Por qué no podía simplemente olvidar y seguir adelante? Había estado en la casa club durante un largo tiempo, tratando de borrar esa horrorosa escena que destrozó todas sus ilusiones.

No obstante, parecía que mientras más intentaba olvidar, más difícil se le hacía. Trató de levantarse de su silla, pero sus piernas la regresaron de inmediato y terminó hundida una vez más en su asiento. Reuniendo toda la fuerza que aún le quedaba logró ponerse de pie.

Necesitaba urgentemente ir al baño, para después encontrar la manera de salir de la casa club e irse de allí. Mientras caminaba le temblaban las rodillas y sentía las piernas pesadas.

Justo antes de dar la vuelta hacia el cuarto de baño, vio una alta figura que se metía en una de las habitaciones, y decidió seguirla. Así que se apresuró, por lo que logró entrar un par de segundos antes de que él cerrara la puerta. Con un movimiento brusco y decidido apoyó la espalda contra la pared, jalándolo hacia ella.

"Hola, guapo. ¿Podrías ayudarme a olvidar mi tristeza?", soltó la chica con tono seductor, arrojándose entre los fuertes brazos de ese desconocido. Acto seguido, ella comenzó a besarlo a lo largo del cuello, aunque él se sentía un poco reacio a ceder ante sus avances tan descarados.

Unas horas más tarde, Aurora abrió los ojos, sintiendo un fuerte dolor de cabeza y jadeó débilmente. Entonces, miró entre las penumbras de la habitación y se preguntó cómo había llegado allí.

Un vago recuerdo de la velada de la noche anterior apareció en su cabeza y soltó un gemido. Luego miró a un lado y sus ojos descubrieron a un hombre que dormía plácidamente.

¿Qué di*blos había hecho? Se levantó con gran dificultad, sin necesitar que alguien le aclarara que había perdido su posesión más preciada: la virginidad.

El dolor que sentía entre los muslos era prueba suficiente de lo que había sucedido en esa cama. Con una gran entereza, Aurora se recompuso soportando el dolor de su cuerpo, se puso unos vaqueros y tanteó para agarrar la blusa con el propósito de metérsela por la cabeza. Una vez vestida, sacó un billete de 100 dólares de su cartera y se lo puso cuidadosamente en la mano, tratando de no despertarlo.

Gracias a Dios que la habitación estaba oscura, así no tendría que verlo a la cara, pero tampoco pudo ver cómo lucía. Definitivamente había hecho un buen trabajo como gigoló, aunque ella no podía pagarle más por sus servicios.

La chica salió furtivamente de la habitación, para dirigirse hacia su pequeño apartamento a recoger algunas cosas y abandonar la ciudad Z. Sin embargo, se quedó totalmente aturdida cuando se dio cuenta de que alguien cambió la chapa de la puerta.

Como apenas estaba amaneciendo, no podía preguntarles a sus vecinos qué había pasado o quién cambió la cerradura. De manera que decidió llamar por teléfono al encargado de su apartamento.

Cuando tomó su celular, encontró un mensaje de texto; era de Emanuel. Así que lo leyó: "No te preocupes si no puedes abrir, yo cambié la cerradura".

Llena de furia, decidió dar la media vuelta y abandonarlo todo, su apartamento, a su novio, y todas sus pertenencias. Se iría inmediatamente a otra ciudad.

Una soleada mañana, después de dos meses, Aurora abrió los ojos perezosamente. Se sentía muy cansada, sin fuerzas para levantarse de la cama; además, la cabeza le daba vueltas. Estaba mareada, preguntándose por qué justamente cuando era apenas una recién llegada en esa nueva ciudad tenía que haberse enfermado.

A continuación, decidió ir al hospital. Al llegar, se topó con un joven médico, quien estaba de guardia ese día. Él la pasó a su consultorio y luego de examinarla la envió al laboratorio para que le realizaran algunos análisis.

En realidad, no pasó mucho tiempo para que le entregaran los resultados. Cuando el médico se los dio, ella se apresuró a leerlos, pero al ver la determinación del laboratorista, le temblaron las manos.

Prueba de embarazo: positiva.

¡¿Qué?!

Cuatro años después...

Aurora regresó de su trabajo, donde fue recibida por su pequeño, quien corrió a la puerta para abrazarla efusivamente. Entonces ella lo cargó entre brazos para darle un beso en la cabecita.

"Bienvenida, mami", gritó el niño emocionado al ver que ella ya estaba de vuelta. "Te extrañé, Amir", respondió la chica abrazándolo firmemente, al tiempo que se dirigía hacia el sofá para sentarse.

"Gracias por cuidarlo, señora Bruce. ¿Cómo se portó este pilluelo?", le preguntó Aurora a la mujer, con voz afectuosa.

Ella había cuidado a Amir desde que era un bebé, por lo que era como una segunda madre para él. A pesar de que Aurora era su madre biológica, en realidad quien lo había criado era la niñera.

"De nada", respondió la mujer y se despidió para irse a su casa después de un arduo día de trabajo. Justo cuando la chica regresó, ella estaba terminando de recoger los juguetes del pequeño.

Aurora consiguió un empleo en una empresa donde desempeñaba el puesto de diseñadora junior del departamento de joyería. Había estado trabajando allí desde el nacimiento de Amir, pero parecía que su tiempo en esa compañía había terminado.

El negocio había sido adquirido por un nuevo propietario quien decidió llevar a su propio equipo de trabajo. Aunque ahora ella estaba desempleada, recibió una muy buena liquidación, ya que le pagaron tres veces su salario. La mala noticia era que su nombramiento había sido cancelado.

"¿Cómo te fue en la escuela hoy, Amir?", le preguntó la chica. El niño dio un brinco para bajarse de sus piernas y fue a buscar sus libros. Aurora lo vio salir corriendo y sonrió.

Él era su consuelo y su razón de vivir. Solo por él había podido recuperarse de la herida de unos años atrás. Y cada vez que miraba a su hijo, se alegraba y daba gracias por haber sido bendecida con un regalo tan maravilloso.

"Mamá, obtuve las mejores calificaciones de la clase en el ejercicio que hicimos hoy. Mi maestra dijo ante todos mis compañeros que yo soy el mejor", le contó Amir, mientras sacaba su cuaderno de la mochila.

"¡Guau! Eres un niño muy inteligente, cariño", dijo ella con entusiasmo. El pequeño estaba feliz de que su madre lo elogiara y admirara el trabajo que hacía en su escuela.

"Mañana nos iremos a la ciudad Z", le avisó Aurora. Entonces, el niño abrió unos ojos enormes y empezó a saltar de felicidad.

"Eso significa que al fin voy a conocer a papá", gritó con emoción.

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