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¡Adiós, mi incompetente novio! Voy camino a la cama de mi padrastro caliente...
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"¡Oh! ¡Car*mba!", gritó Gustave al experimentar la conocida sensación que indicaba que el orgasmo era inminente. Solo unos cinco minutos después del comienzo de la relación s*xual, él ya estaba a punto de explotar.

"¡Sí, cariño! ¡Más fuerte!", gritó Renee cuando su novio, Gustave, con una potente arremetida, la penetró hasta el fondo de su v*gina. En ese momento, él ya no pudo contenerse.

Ella esperaba que él pudiera aguantar al menos un par de minutos más, pero se sintió defraudada cuando depositó su esperma dentro de su insaciable v*gina. En cuanto lo hizo se separó de ella, exhalando un suspiro de satisfacción, y luego se dejó caer en la cama, a sus espaldas.

"¿Te apetecería ver una película antes de marcharte?", le preguntó Gustave tras haber recobrado el aliento. Ella aceptó su sugerencia y se acurrucó junto a él. A pesar de que no se sentía plenamente satisfecha tras el coito, le agradaba mucho estar con él.

A pesar de que Gustave era el chico más encantador con el que ella hubiera estado jamás, había ciertas cosas de él que le disgustaban y no podía ignorar. En realidad su mi*mbro viril no era grande, así que Renee se sentía insatisfecha y decepcionada después de sus encuentros s*xuales, y esa noche no fue la excepción. Renee esperaba que en esta ocasión las cosas fueran diferentes; pensaba que aquella noche sería su gran noche, que él la haría gemir y gritar de placer sin descanso, llevándola al éxtasis, pero, lamentablemente, aquella experiencia sex*al resultó ser tan frustrante como siempre. A Renee le desagradaba el tamaño del p*ne de Gustave y el hecho de que no pudiera contener el orgasmo durante un tiempo prolongado.

Mientras veían la película él la tenía en sus brazos, y ella disfrutaba de la sensación de calidez de aquel abrazo. Sin embargo, no podía dejar de pensar en cuán satisfactorio sería para ella que Gustave pudiera hacerla llegar al clímax durante la relación s*xual. Cada vez que sostenían relaciones s*xuales ella fingía tener un orgasmo, pues no quería que él se sintiera deprimido. Cuando terminaron de ver la película, la cual duró una hora, ella se vistió y regresó a casa.

Renee avanzó por el camino de entrada a su vivienda y estacionó el automóvil en el garaje. Entró a la casa caminando lentamente, pues no quería despertar a nadie, y mucho menos a su madre; lo más probable era que esta estuviese durmiendo, pues era muy tarde. Cuando Renee se disponía a subir las escaleras escuchó un ruido, proveniente del estudio de su padrastro.

Su padrastro, Bartholomew, solía encerrarse en su estudio por las noches para poder terminar rápidamente su trabajo, aprovechando el silencio que reinaba a esas horas. Normalmente trabajaba desde casa, ocupándose de una gran cantidad de asuntos. La mamá de Renee se había quejado hasta el cansancio del constante trabajo nocturno de Bartholomew en su estudio.

Renee se sorprendió al ver la puerta del estudio entreabierta. Inicialmente pensó en dirigirse directamente a su habitación, pues no quería perturbar la tranquilidad de Bartholomew, pero, finalmente, no pudo resistir la curiosidad de averiguar cuál era la causa del ruido que se oía en la sala de estudio. De modo que se acercó a la puerta y lo vio sentado en su silla, con los ojos clavados en la pantalla de la computadora, como si estuviera revisando algo. Cuando ella estaba a punto de hacer notar su presencia y saludarlo, el ruido proveniente del estudio de su padrastro hizo que se congelara. No podía creer a qué se debían los ruidos provenientes del mismo.

"¡Oh, papi! ¡Fóll*me más fuerte! ¡No dejes de f*llarme! ¡F*lla el pequeño c*ño de tu pequeña hijastra! ¡Sí, así!"

En ese momento sintió la garganta seca y sus ojos se abrieron desmesuradamente, en un gesto de sorpresa: su padrastro estaba viendo un vídeo erótico, pero no un vídeo cualquiera, sino uno que mostraba una relación s*xual entre un padre y su hijastra. La curiosidad de Renee se apoderó de ella, así que se acercó un poco más a la puerta. Notó que su padrastro no apartaba la mirada de la pantalla de la computadora y que su mano se movía, hacia adelante y hacia atrás, debajo de su escritorio. Renee no necesitaba que ninguna persona iluminada le dijera que su padrastro se estaba procurando placer. Por la forma en que acariciaba su p*lla, dedujo que estaba a punto de tener un orgasmo.

"¡Car*mba! ¡Oh, Renee! ¡Vamos, sé una buena chica y recibe mi semen en tu boca!", exclamó él. Renee no daba crédito a sus oídos: ¡él acababa de pronunciar su nombre! Entonces él comenzó a gemir con fuerza e incluso echó la cabeza hacia atrás. Por último, dejó escapar un gruñido, y ella vio que ahora su mano se movía cada vez con más lentitud, hasta que él finalmente dejó de tocarse. En ese instante Renee retrocedió en silencio y se dirigió a su habitación.

Ahora ella se encontraba en su habitación, conmocionada por la escena que acababa de presenciar. Se acostó en su cama y contempló el techo. Y entonces se sintió abrumada por la brutalidad de aquello. ¡Acababa de ver a su padrastro masturbándose mientras veía un vídeo en el que un hombre sostenía relaciones s*xuales con su hijastra!

Razonó que, al fin y al cabo, la mayoría de la gente tenía alguna clase de perversión, así que lo que acababa de ver no implicaba necesariamente que su padrastro ansiase sostener relaciones s*xuales con ella. Trataba de convencerse de ello, pero no podía ignorar el hecho de que él había mencionado su nombre cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo. No solo había mencionado su nombre; le había pedido que recibiera su semen en la boca y se lo tragara. Aquello era verdaderamente inquietante; ella no podía pasarlo por alto.

Renee no pudo evitar preguntarse por algo que no había podido ver mientras observaba a hurtadillas a su padre. Había intentado ver aquello sin éxito. Se trataba de la p*lla de su padrastro. Se suponía que no era normal que quisiera verla, pero recordaba haber tenido tal intención. Ella comenzó a imaginar qué tan grande sería su mi*mbro viril y cuánto esperma había arrojado al llegar al clímax. Sin embargo, de todos aquellos pensamientos sucios, el que rondaba su mente con más insistencia era cuánto tiempo llevaba él masturbándose pensando en ella.

Momentos después, sucedió algo inesperado que la sorprendió demasiado: sus bragas de encaje de algodón blanco se estaban empapando. Era obvio que estaba excitada al pensar en su padrastro tocándose. Quería sacudirse ese pensamiento de la mente, pero le resultaba imposible hacerlo.

“¿Qué diablos me está pasando? ¿De veras me estoy mojando al pensar en mi padrastro? No, eso es absolutamente imposible", pensó, confundida. Sin embargo, sus bragas se humedecían cada vez más. Nunca antes su padrastro había despertado su lujuria.

Deseaba con desesperación quedarse dormida y olvidarse de aquella escena. No obstante, al mismo tiempo ansiaba frotarse la v*gina con los dedos. A decir verdad, parecía desear con mayor intensidad lo segundo que lo primero.

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