Home/ Curando al Alfa Despiadado Completed
Todos pensaban que yo era una omega inútil, ¡pero en realidad soy la Luna del Alfa más fuerte!
About
Table of Contents
Comments

Faltaba un día para cumplir veintiún años y poder dejar al infierno que era mi manada para finalmente convertirme en un lobo solitario. Se nos consideraba adultos desde los dieciocho años, pero era raro encontrarse con uno porque los lobos se volvían locos cuando no contaban con los vínculos que una manada otorgaba. Además, la ley prohibía que cualquiera menor a veintiún años eligiera esa vida porque querían mantener a la población de solitarios bajo control.

—Mañana, Joyce, dejaremos este infierno y encontraremos un verdadero hogar —le dijo a la loba negro que tenía al costado mientras le acariciaba el pelaje. La había encontrado en la calle hace un año y se había vuelto mi amiga.

—¿Por qué estás holgazaneando? —preguntó una voz comandante interrumpiendo el ambiente sereno que habíamos logrado escondiéndonos detrás de la mansión de la manada—. ¿Te mantenemos para pierdas el tiempo? Desperdicio de aire.

Me puse de pie rápidamente cuando vi que Freya se nos acercaba. Traté de decirle algo, pero fui silenciada con una bofetada que me giró el rostro y me hizo retroceder unos pasos.

—Estoy en mi descanso —le dije con indignación mientras me agarraba la mejilla—. Merezco uno después de trabajar doce horas sin parar.

—M*ldita asquerosa —gritó la otra con la cara roja después de volverme a callar con otra bofetada, se me acercó pero se detuvo cuando Joyce le gruñó amenazante—. ¿Cómo te atreves a responderme?

—Joyce, no hagas nada —le advertí a mi amiga. La pobre ya había sufrido suficiente por mi culpa, sin embargo, cada vez que intentaba obligarla a irse, siempre regresaba conmigo. Joyce era un lobo común, lo que significaba que no podía cambiar de forma. No sabía si me había entendido cuando le pedí que dejara la manada, que encontrara un mejor lugar o que se escondiera. Siempre prefería quedarse a mi lado y por su lealtad había sido castigada muchas veces.

—Me dan asco las dos —dijo Freya con desdén y con la vista clavada en mi amiga porque no había dejado de gruñir, al contrario, seguía aumentado de intensidad conforme pasaban los minutos—. Me dan igual, voy a reportar tu descaro con mi padre.

Aparentaba no tenerle miedo a Joyce, pero sabía que le tenía miedo. Pasó por mi costado, golpeándome el hombro y haciéndome trastrabillar. Supe en ese momento que mi amiga se le tiraría encima. La loba le clavó las garras en el brazo antes de que la joven pudiera transformarse.

—Quítate de encima, ¡te meterás en problemas! —le grité mientras revisaba el lugar, todavía no podía oír nada, pero sabía que el olor de la sangre atraería a varias personas. Me volví hacia mi amiga y le supliqué, si ella podía entenderme, no mostró señal de que lo había hecho. Siguió luchando como un animal salvaje y, aunque la hija del Alfa logro transformarse, no tenía la misma intención asesina de Joyce.

—¡Freya! —gritó la voz de un hombre detrás de mí y rápidamente se acercó a ambas lobas para separarlas. Keifer no había venido solo, así que con los otros dos rompieron la pelea en segundos.

—¿Qué hiciste? —me preguntó con una cara que prometía dolor, así que tragué saliva y me encogí en mi lugar. Me miró con ojos enojados y me persiguió mientras retrocedía.

—Keifer —sollozó miserablemente Freya mientras un hombre le ponía un abrigo encima y me señalaba con un dedo tembloroso—, le pidió a su loba violenta que me atacara.

—Eso no es lo que pasó. Ella chocó conmigo a propósito y Joyce solamente me defendió —dije, de inmediato, saltando a defenderla, pero fui ignorada.

—Suficiente —dijo el otro con un tono tan helado que me estremecí y me gruñó en la cara antes de acercarse a su hermana para abrazarla—. ¿Por qué puedes estar un día sin causar problemas? ¿Qué ganas lastimando a Freya?

Lo normal sería que me defendiera, pero sabía que nadie me creería. Mis palabras no tenían peso si las comparaban contra las de Freya. Aparte de ello, de todas maneras no importaba porque aún si nos hubiera encontrado a mí en el piso con la cara toda golpeada y a ella con solo un rasguño, la culpa hubiera seguido siendo mía. Freya era la preciosa hija del Alfa, la manada la adoraba, por el contrario, yo era la hija omega del Beta que todo el mundo odiaba porque había matado a mi madre. Este tratamiento no era una sorpresa. Me había pasado toda la vida tratando de ganarme el cariño de los demás, pero ya me había dado por vencida. Las palabras hirientes que me echaban no me lastimaban, después de veintiún años, un día no significaba nada.

—Lo siento —susurré bajando la cabeza y luchando para controlar las lágrimas que amenazaban con salirse. La manada Night Walker ya me había visto llorar lo suficiente y no les daría la satisfacción de verme mal de nuevo.

—Acabas de matar a ese lobo —sentenció con dureza haciendo que se me congelara la sangre en las venas antes de darle la orden a los hombres con los que había venido—. Córtenle la cabeza.

—No, por favor, fue mi error —grité, esta vez dejando caer las lágrimas libremente al escuchar el llanto de mi amiga. Los hombres la cargaron y se la llevaron, ella intentó escapar, pero fue en vano. Intenté seguirlos, pero Kiefer me detuvo.

—Quieta. —El comando de un Alfa era imposible de desobedecer, cuando Kiefer lo usó, mi cuerpo le obedeció y me vi obligada a quedarme en mi lugar.

—Por favor, ella es a la única que tengo, te prometo que nunca volveré a causar problemas. Nunca volveremos a causar otro problema si...

—Cállate, me estás dando dolor de cabeza —espetó, apartándose el pelo de la cara mientras seguía sosteniendo a su hermana a su costado porque esta seguía fingiendo que estaba mal, aunque se podía ver claramente cómo las heridas que tenía en los brazos se estaban curando rápidamente por su sangre Alfa.

—Tu castigo se decidirá más tarde —dijo con finalidad y caminó en dirección a la puerta. Freya no perdió la oportunidad para levantar la cabeza y sonreírme con malicia antes de volver a apoyarse en el cuerpo de su hermano—. Te di numerosas oportunidades para que te deshicieras de ese lobo, pero igual te lo quedaste. Su sangre está en tus manos.

El aullido de mi amiga se escuchó a la distancia y esto me ayudó a que se me movieran las piernas. Temblé de los pies a cabeza mientras seguía el olor punzante de la sangre del único ser que me quería, pero, desafortunadamente, me topé con la supervisora de mi trabajo al doblar la esquina.

—Ahí estás —me dijo, agarrándome de la mano y comenzando a arrastrarme hacia la mansión—. Tu descanso de treinta minutos terminó hace diez minutos. ¿Qué sigues haciendo aquí afuera? Da igual, tenemos mucho que hacer o, ¿te olvidaste que estaremos recibiendo invitados esta noche?

—Señora —le dije, tratando de soltarme, pero tenía un agarre de hierro en mi mano. Insistí de nuevo y perdió los estribos.

—¡No hay tiempo para tu drama! —me espetó, dejando el tono amable de lado y amenazándome con el dedo—. Tenemos mucho que hacer para prepararnos para la entrega de mañana. Si no te portas bien, tendré que llamar al Beta.

—Pero mi amiga... —dije, mirando en la dirección de dónde había escuchado los aullidos de Joyce.

Esperaba que Beta Melinda entendiera cómo me sentía, ya que era la única de esta manada que me tenía algo de afecto. Podía ser rígida en sus expresiones y se preocupe únicamente por el trabajo, pero de vez en cuando me mostraba empatía. Me hubiera gustado que este fuera uno de esos momentos.

—¡Ese lobo está muerto! —me espetó con impaciencia, poniendo las manos en las caderas— ¿Quieres perseguirla? Si no quieres perder la cabeza, vuelve al trabajo. Kiefer está a punto de convertirse en nuestro nuevo Alfa. Mañana marcará el comienzo de un nuevo amanecer para la manada. Tenemos que hacer un buen trabajo, a menos que quieras ofender al actual Alfa y Luna.

Asentí ante la advertencia, pero realmente no entendía porque no podía llorar por la amiga que acaba de perder, ¿por qué tenía que ayudar con la fiesta de alguien que odiaba?

—Si abandonas tus deberes, solo sufrirás y estoy segura de que a esa loba no quisiera eso —me dijo dándome unas palmaditas en el hombro—. Mantenla en tu corazón y llora por ella más tarde, ahora mismo debes atender a tus deberes.

Qué fácil era aconsejar sobre algo de lo que uno no tenía experiencia. Qué fácil era decirme que pospusiera mi luto y continuara con los deberes impuestos por una manada que nunca me había valorado mi esfuerzo pues solo me veían como una esclava. Siempre había hecho todo por esta manada, esperando que algún día reconocieran mis sacrificios y fuera apreciada. Renuncié a mi dignidad como persona para complacerlos, pero lo único que esto provocó fue que siguieran pidiéndome más y me castigaran por crímenes que no había cometido. Joyce había muerto por nada.

Me dolía el corazón, cargué con el dolor adentro mientras continuaba con el trabajo que me habían dado en la lavandería. Mi padre era el Beta de esta manada, pero nunca me había disfrutado de ningún lujo. Siempre había vivido con lo justo como una huérfana a pesar de la posición tan elevada de mi progenitor.

Durante las siguientes siete horas, planché las sábanas para después llevarlas a las veinte habitaciones que estaban siendo preparadas para los huéspedes que venían a presenciar la sucesión de Keifer. Manché más de una sábana con mis lágrimas mientras las tendía. A pesar de lo cansada que estaba, la pena que me inundaba era tanta que me ayudó a desconectarme de todo lo cual facilitó mi trabajo. No podía respirar por momentos y tenía ganas de salir corriendo para nunca regresar. Sin embargo, sabía que no sobreviviría en soledad si no tenía la edad suficiente, así que simplemente continué con las tareas con la cabeza gacha. No quería arriesgarme y volverme un animal salvaje sin raciocinio.

Terminé con las últimas sábanas después de medianoche y bajé las escaleras hasta mi habitación con piernas tambaleantes mientras me lamentaba que en menos de cuatro horas tendría que volver a subirlas porque Melinda me quería en la cocina para ayudar con el desayuno.

Al entrar a mi pequeña y desordenada habitación, me encontré con Kiefer tirado en mi cama con el ceño fruncido.

You may also like

Download APP for Free Reading

novelcat google down novelcat ios down