About
Table of Contents
Comments (12)

—Ya lo decidí.

—¿Qué cosa? —Pregunta Sam sin quitar los ojos de su libro y me ignora por completo.

—La próxima relación que tenga va a ser solo física. Sexo y nada más.

—Aja… —Mi única y mejor amiga, continua inmersa en las páginas de Sentido y Sensibilidad. Sacarla del mundo al que viaja cada vez que abre un libro es una misión que requiere algo de violencia, y cansada de ser ignorada, golpeo con fuerza el manuscrito y cae al suelo.

—¡Samara te estoy hablando!

—¡Ivana! Ese libro es de una colección especial. —un puchero se dibuja en el rostro de mi amiga mientras recoge el tomo y acaricia con sus manos las hojas arrugadas.

—Si no quieres que destroce tus amados libros, entonces ¡NO ME IGNORES!

—No te ignoro, puedo escucharte y leer al mismo tiempo.

Su pobre escusa solo me enoja más.

—Y tú “Señorita Modales” —enfatizo mi sarcasmo haciendo un par de comillas con mis dedos— ¿No sabías que eso es de mala educación? Cuando alguien habla, se le mira a los ojos.

—Tienes razón, pero solo si la conversación es sensata o interesante, pero tú, estás diciendo estupideces.

—¡Claro que no! —Mi voz sale más aguda de lo normal. Sé que Sam tiene razón, es una estupidez, pero no por eso es una mala idea—. Estoy hablando en serio. ¿Por qué no puedo hacerlo? Los hombres lo hacen todo el tiempo.

—Y siempre terminan quejándose, alegando que las mujeres están locas porque dicen querer una cosa cuando en realidad quieren otra. Ese tipo de amoríos siempre terminan dañando a alguien y en las relaciones heterosexuales, el 90% de las veces, es la mujer quien termina con el corazón roto.

—Y lo dice la experta en noviazgos…

Sam nunca ha tenido una pareja, sin embargo, mi evidente sarcasmo y ojos en blanco, no lastiman ni un poco su carácter.

—No sé cuántas veces te he dicho que experimentar por cabeza propia no es la única forma de aprender —señala con orgullo—, y ser la amiga con la que todos hablan, tiene sus ventajas. Mientras los demás van por ahí arruinando sus vidas, yo aprendo a vivir bien la mía.

—O… evitas vivir la tuya —Le reprocho en voz baja, pero ella igual escucha.

Sam y yo nos conocimos en el Jardín infantil. Hemos compartido todos los momentos importantes y no tan importantes, incluso algunas personas creen que somos hermanas de verdad. Las dos siempre nos referimos una a la otra como familia, y a pesar de que por nuestra edad eso sería imposible —a menos de que fuéramos gemelas o medio hermanas—, las personas nunca han cuestionado nuestra hermandad.

Nos conocemos tan bien, que ambas desarrollamos la habilidad de comunicarnos sin pronunciar palabra alguna y por eso entiendo cuando su mirada me advierte: “mejor dejémoslo así o vamos a comenzar una pelea”.

Acepto que la conversación no va a terminar en nada, así que mejor la dejo seguir leyendo y yo busco mi celular para jugar con el.

Mis manos se mueven con voluntad propia entrando a redes sociales y navegando por el buscador. Dos nombres aparecen al comienzo de la lista.

El primero: Mateo.

No sé por qué me sigo haciendo esto, siempre termino entrando a su perfil, es una estupidez, pues lo único que logro ver es su pequeña foto, todo lo demás es privado. Tal vez, muy, pero muy en el fondo, guardo la esperanza de que aquel hombre recapacite y me deje entrar otra vez en su vida, así sea como un contacto en redes sociales.

Pero luego recuerdo que yo no hice absolutamente nada para merecer semejante trato.

“O… ¿Tal vez sí?”

“En fin… Que se vaya al infierno”

Y por último, está el perfil de Simón.

Simón, la superestrella.

Alto, atlético, de ojos claros y cabello oscuro.

Damon Salvatore en persona.

Simón, mi ex…

El hombre es el cliché de todas las novelas rosa que lee Sam, y que tal vez, si yo hubiera leído un poco más, no estaría en esta situación tan lamentable.

Ver el perfil de ambos chicos se me ha vuelto una rutina casi mecánica, una forma de autoflagelación que necesito unas cuantas veces al día para recordar lo estúpida que puedo llegar a ser.

Eso de aprender por cabeza ajena o por la moraleja que te pude dejar una historia de ficción, no va conmigo. Pero después de Simón y de haber escuchado todos los spoilers de las novelas con las que Sam comparo nuestra relación, estoy convencida que a mi amiga jamás le pasaría algo así y que su forma de ver la vida, aunque es aburrida, por lo menos es segura.

Mitras miro sus fotos y los miles de comentarios en ellas, la pregunta del día aparece para torturarme…

“¿Qué carajos hice mal en mi vida pasada, para que los dioses me castiguen así?”

No lo veo desde mi fiesta de cumpleaños número dieciocho. A pesar de que vivimos en la misma unidad residencial, me las ingenió para evitarlo completamente. Lo que fuera que sintiera por él, se ha transformado en completo desprecio y lo último que deseo es ver su estúpida y perfecta cara.

Esta rutina de martirizarme con el pasado, es una completa mierda, yo lo sé, pero no lo puedo evitar y como todo buen acto de masoquismo, cuando revives tus desgracias, a menudo llegan acompañadas con los recuerdos de todos tus fracasos para atacarte y abrir viejas heridas.

La ansiedad siempre termina apoderándose de mí, y mis pensamientos no dejan de ir y venir para reclamarme las malas decisiones que he tomado.

Sam tiene razón, soy una estúpida al pensar que puedo tener una relación meramente física solo por creer que, si los hombres pueden, yo también.

Tengo dos hermanos y Sam es mi única amiga, el resto de mi círculo social son chicos. Tres exactamente “bueno... hace un par años solo dos” que al igual que Sam, crecieron conmigo y se convirtieron en mi familia por elección.

Cualquiera creería que crecer rodeada de hombres te ayuda a entenderlos, a saber, cómo complacerlos y de esa forma tener una buena ventaja en las relaciones. Pero yo solo he aprendido una cosa: Así como es mentira que todas las mujeres estamos locas, también es falso que todos los hombres son iguales… porque los hay mucho peores.

En los dieciocho —casi diecinueve— años que tengo de vida. Los últimos cinco han sido una montaña rusa de emociones. Amores imposibles, infidelidades, relaciones tóxicas, mi etapa de adolescente intensa, mi etapa de no soportar a la los adolescentes intensos, coqueteos con hombres prohibidos, enamorarme como una loca por primera vez de Mateo mi mejor amigo y tener la fortuna de ser correspondida, ver como mi primer amor se va al otro lado del mundo, decidir guardar mi virginidad para el día en que nos reencontráramos; entender que ese día tal vez nunca llegaría y terminar por sucumbir a la presión social, que me animo a poner los ojos en Simón, el chico más divertido, popular y sexi de la escuela. Él estuvo interesado en mi por un largo tiempo, y por alguna razón, eso me convertía en una chica muy afortunada.

Y sucedió, que termine entregándome por completo al hombre más sexi, egocéntrico, manipulador, egoísta y mentiroso que he conocido.

En mi primera vez teniendo sexo, me encontraba demasiado nerviosa como para disfrutar por completo de todo lo que estaba sucediendo.

No podía dejar de pensar que rompía una promesa a quien creía era “el amor de mi vida”. Al mismo tiempo recordaba que todo eso ya había terminado y se me volvía a romper el corazón. Luego veía al hombre sobre mí, que mientras mimaba con su lengua mis pezones y acariciaba con fervor mi vagina, susurraba entre dientes “Por dios Iv, eres perfecta” y por unos cuantos minutos me deje llevar, creyendo firmemente, que en efecto era una chica afortunada por perder mi virginidad con el “Gran Simón”.

La penetración al principio fue muy incómoda, y mi cara de dolor parecía excitado aún más. Cuando logro acceder del todo, se quedó quieto, me miro directamente a los ojos, prometiéndome que lo peor ya había pasado. Y así fue.

Lo que vino después, es la causa de que ahora esté considerando buscar una pareja solamente sexual.

Los movimientos de Simón fueron contundentes. Yo estaba embriagada por la fusión del dolor y placer que sentía. Al poco tiempo, el rugido del hombre me desconcertó un poco. Beso mi frente y dijo “buena chica” mientras sacaba su pene de mí.

Yo pensé: “¿Esto es todo?” y como si hubiera hablado en voz alta, me sonrió. Comenzó a besarme en los labios, bajo por el cuello, se quedó un rato más mordisqueando cada uno de mis pezones para luego dejar un camino de besos por mi estómago hasta mi entrepierna.

Y justo ahí… llego mi perdición.

Su legua subía, bajaba, hacía círculos, entraba al lugar donde su pene había estado segundos antes. Yo sentía que enloquecía de placer, ni siquiera tuve tiempo de avergonzarme por la posición en la que me encontraba. Con cada movimiento yo gemía y cada gemido era como una invitación a que Simón mejorara el movimiento anterior.

Esos últimos minutos fueron perfectos. Todas mis inseguridades y miedos desaparecieron mientras explotaba como un fuego artificial. Y en ese momento lo supe. El sexo es lo mejor que los dioses nos pudieron haber regalado.

Durante los siguientes seis meses, Simón y yo cogimos como conejos en celo. Él prácticamente vivía solo, y su casa era nuestro lugar más frecuente, pero a veces no podíamos aguantar y nos las arreglamos para encontrar el momento y el lugar en donde desahogar las necesidades de nuestros cuerpos.

Nuca llegué a tener un orgasmo solo con la penetración, pero él lo compensaba siento sumamente hábil con su lengua. También comenzamos a experimentar, a usar juguetes y yo me sentía dichosa.

Simón y yo nunca discutimos, su sentido del humor hacía que todo el mundo lo quisiera, incluso mis amigos, que son tan caprichosos a la hora de aceptar a alguien nuevo en el grupo, le abrieron las puertas de su casa y comenzaron a sentir un poco lo mismo que yo.

El lugar que había dejado Mateo en nuestras vidas tenía un nuevo dueño.

Llegue a pensar que, de seguro así era que se sentía el amor. Reír, coger, reír más, tener deliciosos orgasmos, seguir riendo y seguir cogiendo.

Hasta que llega el día que, en vez de risas, ahí lágrimas, y ese día para mí fue cuando nos graduamos de la escuela y a la vez cumplía mis 18 años.

You may also like

Download APP for Free Reading

novelcat google down novelcat ios down