Home/ Esposa de un Despiadado Jefe Mafia Completed
No importaba lo guapa y exitosa que estuviera, mi esposo llevaba a chicas diferentes a casa y pasaba noches con ellas……
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Todos creían que ser hermosa lo era todo, pero mi vida siempre había sido muy solitaria. A pesar de que era una de las modelos más populares de la industria y tenía millones de seguidores en mis redes sociales, nada parecía ser suficiente para mi esposo. 

—¡Perfecto! —gritó Azy, mi mánager, efectivamente sacándome de mi ensimismamiento y trayéndome de regreso a la sesión fotográfica. Plasmé una sonrisa confiada en mi rostro al mismo tiempo que enderecé mi espalda y pronto concluimos todo sin ningún problema.   

—No puedo creer lo increíble que eres, Jazzie, eres la viva imagen de la perfección —me dijo con entusiasmo Azy. Mi mánager tenía la mala costumbre de darme este tipo de cumplidos que siempre me incomodaban. Lo único que quería era arreglar mis cosas para irme lo más pronto posible porque mi esposo me iba a recoger y no quería hacerlo esperar más de lo necesario. Aunque habíamos estado casados por tres años, todavía tenía mucho cuidado de no molestarlo. 

Desde que lo conocí he deseado que me quisiera como yo lo quiero, pero los gemidos que escuchaba salir de su habitación todas las noches, me dejaron en claro que mis esfuerzos eran en vano. ¿Por qué todavía permanecí con él? Bueno, dicen que el amor era ciego y sinceramente no me importaba sufrir si eso significaba que podía seguir a su lado. 

Llegué a mi camerino y me senté frente al espejo rodeado de luces. Mis asistentes inmediatamente comenzaron a retocar mi maquillaje y cabello, cerré los ojos para dejarlos trabajar en paz, ya acostumbrada a la rutina. 

—Tienes todos los atributos que los hombres buscan en una mujer: belleza, sensualidad y riqueza, ¿cómo pueden las otras simples mortales competir contigo? —anunció mi mánager mientras entraba a la habitación, señalándome con un dedo y enarcando una ceja esperando que le respondiera.

—Detente, Azy, sabes que no me gusta cuando hablas así —dije sin ánimos, sin embargo, él puso los ojos en blanco y echó para atrás la cabeza con un bufido. 

—No puedo creerlo, Jazzie, debes ser muy humilde o algo ciega porque solo estoy diciéndote la verdad —respondió enunciando exageradamente la última palabra para luego romper en carcajadas—. Si tuviera tu cara y tu cuerpo, aprovecharía mi belleza para usarla en cualquier lugar, no solo en las pasarelas.  

—No puedo tomarte en serio cuando hablas así, ¿lo sabes? —le recriminé con el ceño fruncido aunque las comisuras de mis labios se levantaron peligrosamente. Él simplemente me miró con indignación, como si yo fuera la loca. 

—No puedo creer lo que acabo de escuchar —dijo con las manos en el pecho—. Mis pobres oídos. 

En ese momento mi teléfono sonó, y lo agarré entre risas, pero ni bien vi la pantalla, toda la diversión se esfumó de mi rostro y contesté con un tono monótono. 

—¿Aló?  

—¿Ya terminaste? —respondió una fría voz al otro lado de la llamada y asentí positivamente al mismo tiempo que les pedí a los demás que me dieran espacio.

—Ya estamos abajo —me dijo antes de colgar y me quedé mirando la pantalla con una expresión neutral. Ni una pregunta de cómo me había ido el día, aunque, ¿qué otra cosa podía esperar? Él siempre se había comportado de esta manera conmigo, ya debería haberme acostumbrado a su indiferencia. 

—¿Qué tenemos programado para esta semana? —le pregunté a Azy, mirándolo a través del espejo, y él me respondió con fastidio. 

—Te invitaron a participar en un proyecto en París, pero tuve que declinar tal y como lo solicitaste. No entiendo por qué no quieres tomar ningún trabajo en el extranjero —masculló por lo bajo con un puchero, descontento. La verdadera razón por la que no quería salir del país era porque no quería dejar a mi esposo solo. Temía que si me iba, él se olvidaría de mí y me reemplazaría. Sabía que no era el amor más sano y mentiría si dijera que no me había dado cuenta porque varias veces había querido escapar de esta situación, sin embargo, mi determinación se desvanecía cada vez que veía su hermoso rostro. Me seguía repitiendo que podía soportarlo todo si eso significaba que podría seguir viéndolo.  

—Tienes muchas ofertas internacionales, Jazzie —siguió quejándose Azy, sin tener idea de que había estado de nuevo perdida en mis pensamientos—. Si sigues negándote, podría afectar negativamente tu carrera. 

Le respondí con una sonrisa forzada y me levanté agarrando mi bolso. 

—Estoy feliz trabajando únicamente en Filipinas, Azy, no necesito nada más —le aseguré con sinceridad, posando mi mano en su hombro. Él se me quedó mirando antes de suspirar. 

—Si esa es tu decisión, no hay nada que pueda hacer realmente —concedió a regañadientes—. No tienes nada programado para la semana como me lo pediste.  

No pude evitar mirarlo con tristeza, pero le agradecí y me despedí del equipo para luego dirigirme al primer piso. Antes de salir, me coloqué unas anchas gafas de sol y los guardaespaldas me rodearon. Una vez afuera una lluvia de destellos cayó sobre nosotros mientras caminaba hacia el auto que estaba esperándome al lado de la calle. Me sorprendí mucho cuando vi que no era la única adentro, pero rápidamente me recuperé y me acomodé en el asiento. 

—Realmente te gusta que te tomen fotos, ¿no? —dijo sarcásticamente el hombre a mi costado como saludo y no pude evitar poner los ojos en blanco. Sin responderle, examiné a los paparazzi que todavía seguían afuera, pero sin poder realmente ver nada de lo que pasaba adentro por las lunas polarizadas. 

—Gajes del oficio —le dije después de unos minutos. Además, ¿qué tenía de malo que me gustaran las fotos? Estaba segura de que se lo comenté antes, pero seguramente ya se le olvidó.  

Él no dijo nada más, pero le indicó al chofer que pusiera en marcha el vehículo. Me recosté sobre el respaldar y cerré los ojos para descansar, ni me molesté en entablar conversación. Después de unos minutos en silencio y cuando finalmente estaba entrando en trance, él habló de nuevo, sorprendiéndome. 

—¿Aceptaste el proyecto en París? —preguntó, volteándose a verme, y ni me pregunté cómo es que lo sabía. Tenía contactos en todos lados, así que estaba segura de que conocía exactamente todos los trabajos que aceptaba y los que no. Me quité las gafas de sol para mirarlo mejor. 

—No te preocupes, rechacé la oferta —le dije con una mueca y él lució satisfecho. 

—Bien —soltó para luego volver a su antigua posición. Negué con la cabeza y me eché nuevamente para seguir descansado. 

—Quédate conmigo aquí, no quiero que te vayas —lo oí susurrar antes de caer en los brazos de Morfeo. 

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