Home/ Enamorada del Sr. Multimillonario Completed
El multimillonario guapo me exigió que pagara el arañazo de su coche con mi cuerpo.
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—Firma los papeles y lárgate de aquí —gritó, tirándoselos a la cara. 

—¿Cómo puedes hacerme esto? ¿Cómo puedes dejarme por otra mujer? —le respondió ella con voz estridente. 

—¡No te atrevas a levantarme la voz! —le advirtió dándole una bofetada que la tiró al piso cuando ella lo hizo de nuevo—. Vete de mi casa. 

Él se le quedó viendo desde arriba con indiferencia, sin importarle su estado. 

—Muy bien, me iré, pero me llevaré a Caro. Quédate con tu casa y vive feliz con tu nueva esposa adinerada —dijo con veneno ella mientras se limpiaba las mejillas y se arrodillada. 

—Caro se quedará conmigo —le respondió el otro con malicia, agachándose a su costado—. ¿Crees que no sé que te irás corriendo a la policía o con tu hermano? No soy un idi*ta. Me quedaré con tu hija para asegurarme de que no irás contando mis secretos a otras personas.  

—No, James, te lo pido —suplicó—, no sobreviviría sin ella. 

—Entonces lo mejor sería que te mueras, ¿no? —gruñó, levantándola por el brazo y llevándola a la puerta—. Si vuelvo a ver tu rostro, me aseguraré que la vida de tu hija sea un infierno. 

Mamá continuó suplicándole, pero papá le cerró la puerta en la cara. Se dio la vuelta y sus ojos se posaron en mí. Había estado viendo todo desde la puerta de mi habitación. Soltando un suspiro, papá comenzó a caminar en mi dirección. 

Me alejé de la puerta y me escondí en la esquina más alejada. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca haciendo que mis manos comenzaran a temblar. Su sombra apareció en la pared y cerré los ojos con fuerza. 

Mis padres siempre se habían peleado desde que tenía uso de razón. Papá regresaba a la casa borracho, usaba cualquier excusa para enojarse y terminaba golpeando a mamá hasta que me dormía. Ella siempre me protegía, escondiéndome en mi cuarto para que no me tocara, pero eso no significaba que no pudiera escuchar los gritos, los golpes, el llanto de mi madre. Ella nunca le respondió, siempre aceptaba todo con sumisión hasta el día de hoy. 

Mamá se enteró que papá no solo la estaba engañando, pero que también planeaba casarse con esa mujer. Nunca la había visto tan enojada en mi vida, estaba furiosa y se lo hizo saber. Esto fue todo lo que papá había necesitado para finalmente botarla de la casa y ahora me había quedado sola con él. Me estremecí al pensar que mi mamá ya no estaría para protegerme. 

—Por favor, papá, no me pegues, lo siento, lo siento —susurré con los ojos cerrados cuando lo sentí entrar a la habitación. No sabía exactamente qué había hecho mal, pero sentía que era necesario rogarle por mi seguridad. Él se acercó y me sacó de la habitación arrastrándome del brazo. 

—Sírveme un poco de vino —gruñó—, y que sea rápido. 

Me lanzó en dirección a la cocina y trastrabillé agarrándome de la pared para no caerme. Lágrimas nublaron mi visión, pero ni me molesté en limpiarlas. Ahora que mamá ya no estaba, ya nada importaba. Me acerqué al refrigerador para sacar la botella. Serví una copa con manos temblorosas y, por un descuido, derramé un poco al costado. 

—¿Por qué te demoras tanto? ¿Acaso estás haciéndolo tú misma? —gritó desde la sala y me sobresalté al escucharlo. Limpié rápidamente lo que había ensuciado y lo encontró al frente de la chimenea, regodeándose por su victoria. Me dio asco su actitud, así que le dejé la copa sobre la mesita que tenía al costado. Él la agarró sin mirarme, pero escupió el vino ni bien lo probó. 

—Este vino no, niña inútil —gritó mientras me lanzaba la copa. Sin pensarlo, retrocedí para que no me cayera pero perdí el equilibrio y caí al piso. Pedazos de vidrio se incrustaron en mis piernas, haciendo que unas gotas de sangre cayeran sobre la alfombra. 

—¡Perfecto! ¡Y ahora ensucias mi alfombra también! Quiero que limpies todo o ya verás, renacuaja —le ordenó antes de desaparecer de la sala, echando humo por las orejas. Más lágrimas brotaron de mis ojos, pero no por los cortes, la desesperanza dentro de mi corazón era tan intensa que sentía que no podía respirar. Sabía que papá nunca me había amado, pero era una herida que nunca cicatrizaría. 

Esperaba que mamá estuviera bien. Papá nunca la había dejado tener muchas amistades, así que no había muchos lugares a los que pudiera ir. Además, con la amenaza de que me lastimaría si hacía algo, tampoco podía pedirle ayuda al tío William y tampoco podía intentar regresar porque los guardias de seguridad la detendrían el mismo segundo que entrara dentro de la propiedad. 

Me levanté con cuidado y comencé a reunir los pedazos de vidrio en mis manos, tratando de ignorar el escozor de mis heridas. La cabeza me estaba comenzando a retumbar y las lágrimas no paraban. Me detuve, dejé los pedazos recolectados a un costado y abracé mis piernas, hundiendo la cabeza en ellas. 

—¿Dónde estás, mamá? —sollocé mientras cerraba los ojos y trataba de idear un plan para volver a verla. Aunque con el poder que papá tenía, seguramente sería difícil lograrlo, pero no me rendiría tan fácilmente. Nunca dejaría de buscarla. 

Sin saberlo, me quedé dormida ahí y a la mañana siguiente desperté, con frío y lágrimas secas, rodeada de manchas de sangre y vidrio roto. Me levanté con pesadez para dirigirme al baño, tenía que tratar mis heridas antes de que pudiera limpiar la alfombra. Después de unos minutos, regresé a la sala de estar y me aseguré de dejar el piso impecable. Justo cuando había terminado, escuché la voz de mi papá desde la entrada. 

—Caroline, ¿dónde estás, niña? —dijo con una voz inusualmente alegre. Se me iluminó el rostro pensando que quizás había traído de vuelta a mamá. Me limpié las manos con un trapo y salí disparada para encontrarlos, sin embargo, la imagen que me recibió me dejó congelada en mi lugar. La persona al lado de mi papá no era mamá. Sus ojos lucían desafiantes y esbozaba una sonrisa cruel entre sus labios. 

—Julia —la presentó, mirándome como si fuera una molestia—, esta es Caroline. 

—Hola, Caroline. Me da mucha pena que perdieras a tu mamá, pero no te preocupes porque desde ahora yo seré tu nueva mami —dijo con una sonrisa falsa la mujer. 

Me quedé mirándola fijamente sin decir nada. Me volteé hacia mi papá y me di cuenta de que no estaba bromeando, lo había dicho enserio. Él me fulminó con la mirada y me pidió que la saludara, pero me rehusé. 

—Ella no es mi mamá —respondí con enojo. 

—Por ahora, pero pronto lo será —dijo él, encogiéndose de hombros. 

—No, ¿por qué botaste a mamá? Ella... —comencé pero una bofetada me cortó las palabras. 

—¡No me respondas! —me advirtió antes de dirigirse a Julia con una mirada de disculpa—. Lo siento, su madre nunca le enseñó modales. 

Ambos me observaron con desgano antes de adentrarse en la casa. Me quedé mirando sus espaldas, incrédula, no podía creer que hubiera traído a la otra mujer tan rápidamente. Excepto que era verdad, esta era mi realidad ahora, me tocó la mejilla con cuidado y me estremecí ante el dolor. Esta era la primera vez que papá me golpeaba. Mi vida se había convertido en una terrible pesadilla sin fin. 

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