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Una mujer desesperada y un hombre rico estaban atados por un matrimonio por contrato. ¿Quién se enamoraría del otro primero?
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Llovía a cántaros y el cielo estaba repleto de nubes negras. De pronto, un relámpago se hizo presente e iluminó la noche.

Al mismo tiempo, Ariella sostenía un paraguas y miraba con nerviosismo a lo lejos, puesto que Francis Wilson le prometió que volvería a casa ese día. Sin embargo, no se le veía por ningún lado a pesar de que ya eran las diez.

¿Será que volvió a romper su promesa?

A medida que Ariella se sentía más nerviosa, apretaba el paraguas con mayor fuerza. Sus ojos oscuros no dejaban de observar a la distancia. De repente, atisbó un destello de luz seguido de un automóvil de lujo. Entonces, se dio cuenta de que era el vehículo de Francis, por lo que se entusiasmó y se acercó de inmediato.

«¡Ñiiic!», Francis frenó el auto al mismo tiempo que pasaba sobre un charco de agua, generando salpicaduras que empaparon la ropa de Ariella.

A la joven no le molestó en lo absoluto. En cambio, lo llamó con alegría: "Francis…".

"Qué tonta, ¿no sabes esquivar o qué?", salió del auto furioso antes de que la mujer pudiera responder. El hombre tenía facciones muy elegantes, pero, al mismo tiempo, lucía intimidante.

Él se fijó en las partes mojadas de la ropa de Ariella que se quedaron pegadas a su cuerpo, acentuando su figura. Los ojos de Francis brillaron de deseo.

"Em…", Ariella se sentía un tanto incómoda ante el rostro iracundo del joven.

Francis era su marido y el hombre que tenía su destino en sus manos.

Él reprimió su enojo al ver que Ariella temblaba de nervios. "¿Por qué te quedas aquí? ¿Acaso no te parece vergonzoso?", después de aquellas palabras, entró a la casa de inmediato.

"Ah", Ariella respondió, presa del pánico. "T-te ayudaré a sostener el paraguas".

"No tienes que hacerlo, mejor preocúpate por ti misma", había una pizca de burla en el tono de Francis.

Después de colgar su saco mojado, se quitó la corbata y se desabrochó los primeros dos botones de la camisa. Luego, miró a Ariella con un poco de impaciencia. "¿Y bien? ¿Por qué me pediste que volviera a casa?".

"Es que… No habías regresado en dos semanas. Somos esposos, así que deberías quedarte de vez en cuando", la mujer respondió con sutileza.

Francis se quedó inexpresivo al oírla. Por algún motivo, no podía evitar esperar que algo sucediera entre los dos esa noche. Entonces, arqueó las cejas y añadió: "Oye, no me digas que me extrañaste y que te has enamorado de mí. No puedes ser tan tonta, ¿o sí?".

"No, no es eso", Ariella agitó las manos en modo de negación.

Dado que su matrimonio con Francis no era más que un acuerdo, jamás se atrevió a imaginar la posibilidad de que se desarrollara una relación romántica entre ambos.

«¡¿Cómo pudo negarlo tan rápido?!», Francis pensó y su semblante oscureció.

"Entonces, ¿por qué me pediste que volviera a casa?", su voz se volvió gélida al repetir la pregunta.

Ariella apretó con fuerza su propia blusa y tartamudeó: "P-porque…".

"Bien. En vista de que no tienes nada que decirme, me voy a retirar. Prefiero ir a una discoteca que perder el tiempo contigo. Cámbiate de ropa y vete a dormir", Francis declaró con desespero y frustración.

A pesar de que el cuerpo de Ariella era débil, ni siquiera pensó en cambiarse tan pronto como se mojó.

«¡Qué mujer tan estúpida!», Francis pensó antes de darse la vuelta para retirarse de la vivienda.

Tras llegar a la puerta, escuchó una voz nerviosa detrás de él: "Francis… E-espera".

"¿Qué quieres ahora?", el joven se giró con molestia. Después de respirar hondo y de alzar la vista, la l*juria le invadió los ojos. Ahí estaba Ariella, desabotonándose la blusa con las manos temblorosas.

La respiración de Francis se volvió cálida de inmediato. Como la mujer podía notar el deseo en la expresión de su esposo, sus manos se agitaron aún más. Si bien tuvo intenciones de desabrochar el siguiente botón, no lo logró a pesar de que lo intentó varias veces.

"Oye, ¿estás consciente de lo que haces?", la mirada de Francis se volvió intensa de repente.

"Sí… Ya llevamos un año de casados. Como somos marido y mujer, deberíamos…", Ariella empezó a responder con vacilación, sin embargo, Francis no dejó que terminara la frase. En su lugar, cargó a su esposa en los brazos y caminó directo al dormitorio.

Ariella emitió discretamente un suspiro de alivio y se apoyó en el hombro de su marido. Por suerte, a Francis le atraía su cuerpo, así que tenía la esperanza de cumplir la orden que le dio su suegra y asegurarse de que la ayudara a pagar los gastos médicos de su hermano mayor.

De pronto, sonó un «¡pam!» cuando Francis arrojó a Ariella sobre la amplia cama. Justo cuando se cernió sobre ella, el olor a feromonas masculinas rodeó a la mujer.

Francis se acercó a su oreja y susurró con voz ronca: "Ariella, que conste que tú misma quisiste esto. Ya que te estás entregando a mí, no hay razón para que te rechace".

Ariella no respondió; en cambio, se mordió el labio inferior y cerró los ojos despacio. Entretanto, el hombre se inclinó y le mordió el lóbulo de la oreja con delicadeza, a lo que ella no pudo evitar encogerse un poco y agarrarse de las sábanas con ambas manos.

Aunque la joven estaba consciente de lo que estaba por suceder y se había preparado para tal cosa, sintió punzadas de dolor en su corazón. El hombre que alguna vez juró estar con ella por toda la vida tenía una prometida, y Ariella misma estaba casada. Hacía bastante tiempo que aquella promesa se había convertido en un cascarón vacío.

Ariella respiró hondo, decepcionada de que ella fuera la única que había cumplido la promesa de principio a fin. Si bien sabía que era momento de dejarlo ir, todavía sentía una pizca de tristeza en su interior.

Ante tales pensamientos, no pudo evitar derramar unas gotas de lágrimas, y fue entonces cuando el olor de las feromonas a su alrededor desvaneció de forma abrupta.

Ariella abrió los ojos al sentir que Francis se había levantado. El hombre la contemplaba con una gran frialdad e ira.

"¿Estás llorando?", él la agarró por el cuello e hizo otra pregunta: "¿Estás pensando en Lewis Barrett de nuevo?".

"Em…", Ariella entró en pánico cuando Francis pareció haber leído su mente. "No, es solo que…".

"¿Qué piensas decirme? ¡No eres más que una p*ta, una pr*miscua, una descarada y una cualquiera! ¡No te olvides de que Lewis está comprometido y que se va a casar pronto!", espetó en un tono burlón e insultante.

"¡Ya lo sé! Mi relación con Lewis ya es cosa del pasado. ¡No tengo intención de volver con él!", Ariella respondió a la par que temblaba.

"Eso es lo que dices, ¡pero te lo pasas pensando en él todo el día! ¡Incluso cuando sabes que estás casada conmigo!", Francis apretó los dientes y agregó: "Al ver que habías tomado la iniciativa hace rato, pensé que en verdad te habías…".

Ariella observó a Francis con pavor.

De repente, el hombre golpeó el colchón con un puño y continuó: "Ariella, creo que me he vuelto loco. ¡¿Cómo se me pasó por la mente f*llarte?! Puedo hacer que cualquier mujer caiga por mí, ¡¿por qué desearía tener s*xo con una z*rra como tú?!".

El rostro de Ariella palideció al escuchar sus duras palabras. Le temblaron los labios, y pese a que quiso decir algo, se retractó.

Al ver lo asustada que ella estaba, Francis se inquietó y se dio la vuelta. "Dejémoslo así. Ya me voy, tengo un asunto que atender y…".

"¡Francis!", debido a su desesperación, ella lo abrazó por la espalda. "Por favor, quédate aquí esta noche".

A pesar de que Ariella sentía que sus propias manos estaban gélidas, percibió una ola de calidez en su corazón.

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