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»Prepotencia habita en él,

y detrás de la máscara, solo fragilidad.

Lo supo en el preciso instante

en que su mirada dominante la capturó, pero avistó su

debilidad, el cristal que lo volvía rehén de un destino

fragmentado. Era una muralla sin cimientos, un pedestal

caído, la absurda imagen abrasadora quemándose en su

propio infierno".

***

La casa vacía, el silencio quejándose, volando de esquina a esquina revolotea un ligero susurro, es él, tal vez, no lo ha comprobado. Prefiere servirse una copa de whisky y ausentarse de la vida. Es una interminable soledad la que lo sigue, no termina. Yo lo miro, largo y tendido. Resulta interesante verlo tirado en la estrechez, pero ya no es un farsante. Aquí se muestra sin ajustar el mundo a su favor, sin mentir.

Pero no sabe que lo observo, por eso no huye, sino que permanece ahí, ido, abstraído en un punto fijo en la habitación.

De pronto me viene a la mente su presencia aniquilante, controlador y majestuoso pero a la vez es prisionero de la tensión. Sus hombros están rectos, parece seguro con el pecho hinchado, demostrando el dominio, sin embargo esto se reduce a rigidez, es un falaz. Tiene la expresión dura, rígidos los hombros, tal vez se asoma una pista en su cuello, no importa el esfuerzo sobre humano que haga para ocultarlo o mantener la fachada de autoridad. Se delata a sí mismo, sin decir siquiera una sola palabra.

Estoy a punto de marcharme, y me quedo otro minuto. Es suficiente para descubrir que mi jefe solo es una pieza delicada, que busca atención, la gloria que no existe, pero no es su culpa, es un desierto, un espacio árido que necesita ayuda. Pero no se preocupa en tomar la iniciativa, es un trastornado, una persona que carece de sentimientos, de emociones...

La advertencia apremia, la alarma en mi cabeza se ha encendido. Sé que debo irme, suspiro hondo, soy una masoquista, me quedo.

Cuando Silvain se levanta, mi órgano vital se bate enfurecido, es adrenalina, nervios, no puedo permitir que me atrape husmeando. De inmediato me dirijo a la cocina de su ático y lo espero, justo donde he estado luego de salir de su habitación.

Aparece, veo otra imagen frente a mí, es otra persona. Cabeza alta y barbilla hacia adelante, destila poder, agresividad. Creo que debí irme hace mucho, antes de que regresara el sujeto que siempre quiere avasallar: un Narciso.

Su espesa voz, grave y profunda llega, es ajena a la escena solemne de hace un momento. Transmite ferocidad.

—¿Por qué no te has marchado a casa?

—Silvain...

—Estoy bien, ¿por qué necesitaría de tu ayuda? —ruge enfadado.

Tiene una cara de póker.

—Solo creí que estabas en un aprieto, deberías agradecer que te he traído a casa, de permitir que vinieras en ese estado, quién sabe lo que hubiera ocurrido. —lo enfrento, no poseo mucho valor ahora, pero no dejaré que me hable de esa manera.

¡Es un imbécil!

—¿En serio? —eleva una ceja mientras acorta la distancia que existe entre su cuerpo y el mío, se vuelve casi nula la separación —. ¿Quieres que te haga una reverencia? Vete de mi casa, lárgate, estoy bien.

—Eres un idiota.

—¿Crees que no me doy cuenta de tu interés en mí? —inquiere no solo altivo, también orgulloso, la victoria abarca sus labios en una sonrisa ligera. Ya solo deseo que me deje libre, es un idiota, engreído y narcisista de mierda.

—No, no eres mi tipo. No me atraes un poco —emito con firmeza.

Esos dedos largos los siento clavarse en mi cintura, la dureza que emplea me hace soltar un quejido. ¿Es que está demente? No me agrada que se muestre posesivo, sus ojos siempre alertas y atentos se encuentran sobre los míos. Me enoja que pretenda ser así de animal, además no tiene derecho de comportarse de vil forma. Yo solo he querido ayudarlo; tan ebrio estaba que me llamó a mí, no se si por error, pero pidió que fuera por él. Así lo hice, ahora me arrepiento, debí quedarme en mi cama, entonces no estaría lidiando con un loco.

—Eso dice tu boca, pero la reacción en ti es otra, me quieres, no sirve de nada ocultarlo.

—¿Y qué me dices tú, Silvain? —contra ataco, manteniendo el contacto visual, no voy a dejar que esta vez me gane, si aparto la mirada seré una víctima, creerá que cedo a la sumisión —. Hoy he visto el otro lado de ti, ese que insistes en soterrar, bajo llave, lejos del mundo. Ahora pareces un felino, pero... siento tu necesidad por fingir que eres este león famélico y no un gatito indefenso.

Sé que estoy retándolo, y eso le enfurece. Mientras más desafíe a ese hombre, no solo seré su víctima, sino una presa.

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