Home/ La trampa de Max Completed
Imitaba a mi hermana en todo porque me enamoré de su aspirante.
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Miré a la chica que tenía delante de mí, y sus ojos nerviosos detrás de aquellas gafas de montura negra también me contemplaban. Tentativamente, me acomodé un mechón detrás de la oreja y me mordí el labio. Ella me imitó. Parpadeé, y ella también lo hizo.

"¿Terminaste de contemplarte?". Escuché un resoplido detrás de mí. "¡Llevas cinco minutos haciéndolo! Me estás asustando".

Miré a mi mejor amiga a través del espejo. Con los brazos cruzados sobre el pecho, estaba sentada al borde de mi cama, mirándome con el ceño fruncido.

Volví a mirar mi reflejo. "No sé, Anna. ¿Crees que le gustará cómo me veo?".

"¿Después de pasar dos horas arreglándote? Sí, le gustarás. Y no te rechazará cuando le declares tu amor eterno", dijo mi otra mejor amiga, Cris, de pie junto a Anna.

'Rechazo'. La misma palabra que había estado rondando en mis sueños durante todo este tiempo. Llevo seis años esperando este momento, desde el día que me dijo esas palabras.

Y no sabía cómo enfrentaría su rechazo.

"¿Quieres ser mi príncipe, Max? Quiero ser tu princesa", le había preguntado al mejor amigo de mi hermano cuando me regaló un vestido de Cenicienta en mi noveno cumpleaños.

Se rio de mi tonta pregunta, casi rompiéndome el corazón. Sin embargo, al ver mi rostro abatido, se inclinó hacia mí y, con sus ojos grises, miró los míos de color turquesa. "Eres mi princesa".

"¿De verdad? ¿Eso significa que te casarás conmigo?", exclamé emocionada.

Se mordió el labio, sus ojos se iluminaron y respondió: "Lo siento, Capullo, pero no puedo".

"¿Por qué no?", pregunté haciendo un puchero.

"Porque no es el momento adecuado. Aún eres muy joven".

"¿Cuándo será el momento adecuado?". Lo miré con tanta esperanza.

"Cuando dejes de ser un capullo de rosa y florezcas".

Desde ese día estuve esperando en convertirme en una rosa florecida. No sabía lo que eso significaba en aquel momento. Pero para recordar y entender, había escrito esas palabras en mi diario personal.

Cris dijo que a nuestra edad éramos lo suficientemente grandes como para tener un amante. Bueno, ella ya tuvo uno a los catorce años y ahora va por el cuarto a los quince.

Sabía que todo lo que Max había dicho aquel día se debía a que no quería romper el ingenuo corazón de una niña de nueve años. Pero no me importaba. Para ese momento ya estaba preparada para confesarle mis sentimientos. Esta vez de verdad.

"¡Em, te ves impresionante! Aunque prefiero tu pelo largo y ondulado. Pero no pasa nada, este también te sienta bien", comentó Anna.

Me había cortado el pelo hasta la cintura y me lo había alisado, como Soffy, mi hermana. Ella y mi hermano Samuel eran gemelos. Así que, obviamente, Max también era su mejor amigo. Y una vez le había oído decir que le gustaba el pelo de Soffy. Así que me peiné igual que ella. Aunque el suyo era rubio; mientras que el mío, castaño.

"El cabello corto está de moda ahora, y a Max le gusta así", respondí, revisando mis uñas pintadas igual que las de mi hermana. Porque eso era lo que a Max le gustaba.

Todas sus novias eran como Soffy: guapas y con clase. Sí, estaba celosa de ellas, pero todas eran temporales. Una vez que estuviéramos juntos, no habría nadie más en su vida, excepto yo.

Me sonrojé al pensarlo.

Así que decidí ser como ellas, inspirándome en mi hermana. Tal vez, al hacerlo, se fijaría en mí.

Y todo el cambio de imagen de hoy fue la prueba. Me vestí y me peiné como Soffy. Incluso saqué a escondidas su perfume favorito de su habitación para usarlo.

"¿No es este vestido demasiado corto, Cris?", pregunté. Aunque ponerme algo al estilo de mi hermana, me sentía un poco incómoda. A ella le quedaban bien esos vestiditos ajustados. Tenía como rellenarlos tanto delante como por detrás, mientras que yo era plana en ambos sentidos. Bueno, como cualquier quinceañera.

"¡No es cierto! Te vas a poner eso, ¡y punto! ¿No quieres que Max se fije en ti?", respondió con una ceja arqueada.

"¡Bien!", exclamé y respiré hondo. '¡Vamos, Em! ¡Tú puedes!', me dije a mí misma.

"Muy bien, ¡vámonos ya! Si no, nos perderemos la gran entrada de tus hermanos", canturreó.

Hoy era el decimonoveno cumpleaños de mis hermanos mayores. Cada fiesta brindada por la familia Torres era conocida por ser grandiosa, así que nadie quería perderse este acontecimiento especial. Casi la mitad de las familias de renombre estaban invitadas hoy.

Cuando todos llegamos al vestíbulo, no podía quedarme quieta en mi lugar. Tenía las manos sudorosas y el pecho me latía fuerte. Estaba nerviosa por la reunión de esta noche con Max, y mi vestido, que era demasiado corto, me hacía sentir aún más incómoda.

Vi a mi padre y a mi madre entre la multitud. Estaban cerca el uno del otro, juntos como siempre. Incluso después de veinte años de matrimonio, seguían profundamente enamorados el uno del otro.

Verlos me dio esperanzas. De repente, Max y yo pudiéramos ser así algún día.

"¡Emma!". La voz de mamá me distrajo de mis pensamientos.

Sonreí de inmediato y caminé hacia ellos.

"¡Madre mía! ¡Mírate! ¡Mi pequeña está preciosa hoy!", exclamó ella con una sonrisa.

No pude evitar sonrojarme y pregunté: "¿Eso crees?".

"¡Por supuesto, querida! Deberías arreglarte así más seguido".

Papá se quedó callado. No parecía gustarle que me vistiera así, que era lo contrario de mi estilo habitual.

"¿No te gustó el vestido que te traje, princesa?", preguntó.

Me gustaba, y mucho, pero sabía que a Max no le gustaría.

"¡Claro que sí, papá! Pero no encontré joyas que le hicieran juego", mentí.

Él solo asintió con la cabeza.

Mamá me miró con complicidad. Sabía, como todo el mundo, que estaba enamorada de Maximus Romero. Pero no sabían que era algo más que un simple enamoramiento.

Se convirtió en el príncipe de mis sueños desde el día en que entró por primera vez en nuestra casa con Samuel, cuando yo solo tenía siete años. Aún recordaba aquel día con claridad en mis vagos recuerdos. Pero el día que me salvó de unos matones en el colegio, se convirtió en mi héroe. Y con el tiempo, me enamoré de él.

Reprimí el impulso de cubrirme las mejillas sonrojadas. ¿Dónde estaba él?

Miré a mi alrededor. Ya debería haber llegado. El mes pasado, cuando jugó al ajedrez conmigo, me había prometido que vendría esta noche, y él nunca rompía sus promesas.

Solía venir todos los días. Pero después de la tragedia que sufrió su familia hace un año, sus visitas a nuestra casa se habían hecho menos frecuentes. Había cambiado. El Max despreocupado y juguetón que conocía se convirtió en un chico perdido y siempre enfadado. Pero siempre fue amable conmigo. Venía a vernos una vez al mes y, por supuesto, a jugar al ajedrez conmigo.

La multitud aplaudió cuando Soffy y Samuel descendieron las escaleras de una manera dramática, con el foco de atención sobre ellos. Con un vestido de hada rosado a medio muslo, Soffy parecía una verdadera hada, mientras que Samuel lucía elegante en su esmoquin negro. Sonrieron hacia las cámaras y todos mientras su grupo de amigos aplaudía y silbaba frenéticamente.

Pero seguía sin haber rastro de Max.

Me excusé y deambulé sin rumbo entre la gente.

'¿Dónde estás?'.

"¡Ay!".

Chocando contra un pecho firme, di un traspié hacia atrás. Y de pronto, un par de brazos envolvieron mi cintura.

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