Home/ Matrimonio en Secreto Completed
Su marido se casó con ella para tener intimidad con su madre.
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Jiang Xu me había perseguido durante cuatro años y nos casamos después de graduarnos de la universidad. Sin embargo, una vez casados, me enteré de que él no podía tener relaciones. Como lo amaba, acepté aquel matrimonio sin contacto físico y platónico. Creía que mientras nos amáramos, todo iba a estar bien.

De un día para el otro, el matrimonio que se suponía que debía durar para siempre llegó a su fin.

Jiang Xu me engañó, no con mi hermosa mejor amiga o con la seductora asistente con la que trabajaba, sino con la que me dio a luz y me crio, mi madre.

Cuando vi a dos de las personas que más amaba rodando en la cama con los rostros sonrojados y la ropa desarreglada, pensé que era una pesadilla y me abofeteé.

El dolor ardiente que me latía en la mejilla me demostró que era cierto.

Sentí una angustia indescriptible. ¿Cómo habían podido hacerme algo así cuando acababa de perder a mi padre? Mi padre lo consideraba un hijo. ¿Qué clase de monstruo era mi esposo?

Habíamos estado juntos mucho tiempo, pero a mí jamás me había tocado, ni una sola vez. Me di cuenta de que no fue porque no quisiera, sino porque no quería hacerlo conmigo.

Ni siquiera tuve el valor de entrar a la habitación y exigirles una explicación. Me fui corriendo de la casa. Me pareció escuchar que mi madre me llamaba, pero la ignoré. Creía que no iba a poder mirarlos a los ojos nunca más.

A medida que me fui alejando, todo se fue acallando. En la densa oscuridad de la noche, las luces de neón de la ciudad eran como un sueño irreal.

No sé qué me llevó hacia allí, pero caminé hasta el puente. El viento frío me revolvía el cabello. Miré el río oscuro que corría debajo del puente y recordé que Jiang Xu solía traerme para disfrutar del paisaje cuando estaba en la universidad.

Con ese recuerdo, la última muralla de mi corazón se derrumbó. Salté por encima de la barandilla del puente, me quité los tacones altos y me senté sobre el borde de cemento.

Estuve allí durante mucho tiempo y nadie parecía haberme visto, quizás porque llevaba una falda negra, que no llamaba la atención en absoluto.

A decir verdad, tenía muchas ganas de saltar y de que todo se terminara, pero no podía dejar de pensar en mi padre. Su muerte aún no había sido esclarecida. Si yo moría, no quedaría nadie que pudiera hacer justicia por él.

Después de un largo rato, la lucha que sentía en mi interior comenzó a calmarse poco a poco. Me sequé las lágrimas y estaba por subir las piernas, que colgaban sobre el vacío, cuando escuché que alguien me hablaba.

—¿Qué te sucedió?

Sorprendida, volví la cabeza, y sentado a mi lado había un hombre que llevaba una gorra y una chaqueta negra. Sostenía un cigarrillo en la mano.

No tenía ni idea de cuándo se había acercado.

—Toma —me dijo mientras me alcanzaba el cigarrillo.

—No fumo —respondí, tensa.

—Vas a morir de todos modos. ¿Por qué no lo pruebas una vez? —insistió. Su voz era muy agradable, con una especie de magnetismo especial, y también tenía labios muy hermosos y finos. No podía verle los ojos, porque su gorra estaba muy baja. Lo único que podía ver era una nariz recta y un mentón afilado.

Dubitativa, me mordí el labio, pero estiré el brazo, tomé el cigarrillo encendido y lo puse entre mis labios.

—Cof, cof… —comencé a toser cuando le di una calada al cigarrillo, y los ojos me quedaron llorosos e irritados por el humo.

—Je, je —rio el hombre y se me acercó. Levantó la mano y me dio palmadas en la espalda. Cuando me recuperé de la tos, me sacó el cigarrillo de la mano—. Si no fumas, no debes darle una calada tan fuerte —me dijo. Parecía que me estaba regañando.

Pensé que tiraría el cigarrillo que yo había probado, pero, para mi sorpresa, no lo hizo y le dio una calada.

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