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Abby Wilson.

Escuchó la alarma sonar, estiró mí mano y golpeó a la maldita ruidosa. Hoy es el último día de clases ¡Si, por fin empiezan las vacaciones de invierno! He estado esperando este día con mucha emoción, quiero tener descanso, me agota hacer muchos trabajos prácticos.

—Abby — oigo la voz de mí papá, golpea la puerta de mi habitación.

—Estoy despierta — le digo mientras me siento en la cama y suelto un bostezo.

—Ya preparé tu desayuno princesa.

Sonrió, amo a mi padre siempre tan atento.

—¡Gracias! — grito y quitó las sábanas de encima mío.

Me siento en la cama y me estiro, todavía tengo sueño, tomare una ducha a ver si me despierto completamente, camino hacia el baño a paso tortuga y entró sintiendo las baldosas del suelo frías en mi pies, me empiezo a quitar el pijama que tengo puesto y una vez desnuda entró a la ducha.

Ya bajo el chorro de agua caliente, cierro los ojos y suelto un suspiro. El agua me hace sentir calma y me ayuda a pensar, a veces mis pensamientos me lleva a recuerdos que no quiero recordar haciéndome sentir muy mal, ese recuerdo se llama Agustín Díaz, mi ex novio, una persona que intentó hacerme daño y lo logró, hoy en día me cuesta poder empezar una relación, me alejo de los hombres por temor a vivir lo mismo, no quiero que se vuelva a repetir esa escena. La última vez que supe de él fue cuando la policía se lo llevó detenido, ese día sentí mucho dolor. Me hubiera gustado tener los brazos de mi madre rodeándome, que este ella consolándome pero eso iba hacer imposible ya que está en el cielo cuidándonos. Volviendo al tema de mi ex, mi papá me acompañó a la comisaría a ponerle una orden de restricción. Nunca entendí por qué lo hizo ¿Por qué me lastimo de esa forma? ¿Era todo mentira que me esperaría? ¿Me habrá amado?

Apago la ducha una vez que termine de enjuagarme el cuerpo y lavarme el cabello, tomo una toalla y la envuelvo en mí cuerpo y tomo otra pequeña para mí cabello mojado, salgo del baño y me acerco a mí ropero de ahí tomo un jean negro, una remera roja y una campera blanca, y mis zapatillas favoritas.

Me seco todo el cuerpo y comienzo a colocarme la ropa, pero primero mi ropa interior, cuando ya estoy vestida me siento frente al tocador donde tengo un espejo, maquillaje, mis perfumes y algunos accesorios. Tomo mi labial favorito color frutilla y me hecho un poco de perfume de lavanda, el cabello me lo dejo suelto ya que está todavía mojado.

Me miró por última vez al espejo y agarró mí mochila que está en el suelo, tomó la llave de mi auto que está en mi mesita de luz. Tengo un Nissan March negro fue regalo de mi padre cuando cumplí dieciocho años, me encanta mi auto.

Bajo las escaleras, camino a la cocina donde mí padre Elías y Matías mi hermano están conversando del partido de ayer, hombres siempre hablando de fútbol, mujeres o trabajo.

—Buenos días, princesa — dice con una sonrisa mirándome está vestido con la bata blanca de su trabajo, él es médico y uno de los mejores para mi claro.

—Hola papá — me agacho a su lado y le doy un beso en la mejilla mientras me siento a desayunar. — Estúpido — le digo divertida a mi hermano.

—Fea — dice siguiéndome el juego, amo nuestros saludos.

Empiezo a comer mis cereales y miro la hora en el reloj de mi padre ¡Ay, no! Alai va a matarme.

—Despacio, princesa — espeta al verme comiendo con rapidez mis cereales con leche.

—Tengo que ir a buscar a Alai — balbuceo tragando, mi hermano me tiende una servilleta — gracias — limpio mi boca y tomo un poco de jugo de naranja.

Me levanto de la silla y tomo mi mochila que está colgada en la silla de al lado, rápidamente camino hacia la puerta principal.

—¡Maneja con cuidado! — grita mi padre a mi espalda, tomó la llave que guarde en el bolsillo pequeño de mi mochila negra.

—Por supuesto — le contesto y abro la puerta una vez que tengo la llave en mi mano — ¡Los amo!

—¡Nosotros también fea!

Levantó la vista hacia arriba el cielo está nublado, eso significa que va a llover, sonrió. Los días nublados son mis favoritos, prefiero mil veces el frío a que el espantoso calor, no sé cómo a algunas personas les gusta el calor si sudas como si hubieras corrido una maratón y si salís afuera el sol es insoportable. Gustos son gustos.

Desactivo la alarma de mi auto y abro la puerta del conductor, lanzo mí mochila al asiento trasero y arrancó hacia la casa de Alai.

Alai Jefferson la conozco desde hace dos años, nos hicimos muy amigas, siempre voy a su casa o ella a la mía. Ella tiene diecinueve años, es rubia, tiene unos hermosos ojos azules como los de su madre, es alta y muy divertida, es algo extrovertida. Parece una modelo, tiene unos pechos envidiables, yo por el contrario tengo más glúteos que pechos pero no me quejo. Tengo el cabello castaño largo, ojos marrones claros, mis labios son algo gruesos, mido 1,65. Soy un poco tímida, me gusta leer y escuchar música.

Nunca fui muy sociable, me cuesta hacer amigos, no es que no quiera, es que no se me hace fácil confiar en las personas. Cuando falleció mí madre decidí alejarme de la que creí que era mi amiga, la verdad hice bien, ya que esa se hacía llamar "Amiga" estaba conmigo solo para acercarse a mí hermano. Gracias a que deje de ser su amiga conocí a Alai, ella si es una verdadera amiga, confío mí vida a ella.

La casa de Alai no está muy lejos de la mía, son doce cuadras caminando y en auto son menos, llegas más rápido, aparco el auto y tocó bocina.

—¡Por fin! — chilla cerrando la puerta de su casa. La casa es de color marrón, tiene un jardín precioso que lo cuida Elena su madre y bueno algunas ventanas, y puertas lo que tiene una casa, bajo la ventanilla del auto — Ya me iba a quedar dormida.

—Solo tardé tres minutos — bufo y subo al auto, espero que se ponga el cinturón de seguridad.

Unos minutos después llegamos al instituto 78, me estaciono en un sitio libre, saco la llave del auto y ambas bajamos. Cuelgo mí mochila en mi hombro, pongo la alarma al auto.

—¿Qué tenemos ahora? — me pregunta enganchando su brazo con el mío.

—Literatura.

—Mierda.

Alai odia leer, es que la profesora trae libros antiguos, a mí por el contrario, me fascinan.

Caminamos hacia nuestro salón que afortunadamente no está muy lejos, Alai abre la puerta por mí y veo que hay pocos compañeros, tomamos asiento en la penúltima mesa.

Saco mi carpeta negra y mi cartuchera de puntos, alai me imita.

—Terminamos de leer la historia de la mujer guerrera ¿No?

—Teníamos que hacer un resumen y comentar que nos pareció. — Abro mi carpeta y busco ese trabajo.

—¿Qué? — Levantó la mirada y la giró en dirección a ella, se ve sorprendida y asustada.

No lo hizo.

—Quédate tranquila que había dicho que si lo queríamos hacer grupal, podíamos — ¿Dónde lo dejé? — Sabía que te ibas a olvidar así que te puse conmigo.

—¡Ay, te amo rojita! — contenta besa mi mejilla, río.

—Lo encontré — sacó las tres hojas que escribí y cierro mi carpeta.

—Wow, sí que te gusta escribir — oigo que dice mientras le echa una ojeada al trabajo.

—Es literatura, no puedes escribir algo corto, tiene que ser algo extenso y entendible.

—¡Toda una nerd! — le saco la lengua.

Todos mis compañeros se callaron de repente, la profesora llegó.

—Hola a todos. ¿Terminaron el trabajo que les deje?

Algunas asienten y otros se hacen los sordos, la profesora Milagros entrecierra sus ojos y acomoda sus anteojos mirándonos.

—Sé que la mayoría está contento por las vacaciones, lo entiendo todos queremos descansar pero tienen que ser responsables y cuando un maestro les deja una actividad es para que la resuelvan así tienen una nota, nadie quiere tener un uno ¿No? — negamos con la cabeza — A los que hicieron el trabajo entréguenmelo y los demás pónganse hacerlo ahora antes de que les ponga un uno.

De veinticinco a dieciocho se levantaron de sus sillas y les entregaron el trabajo a la profesora contándome a mí también, ahora aprovechamos que nos dio un receso estamos terminando unos cálculos de matemáticas que tenemos que entregar a la segunda hora.

—¿El punto tres es veinte sobre ocho, no?

—Em... —busco en mis ojos el resultado de lo que puse — Sí.

La miro y asiente con una sonrisa, es muy buena en matemáticas, no sé porque siempre me pregunta si sabe que son correctos sus resultados.

Me sobresaltó al escuchar el timbre ¿Ya? Que rápido pasó la hora, me levanto de la silla no sin antes dejar todas mis cosas en la parte de debajo de la mesa.

—Apúrate que tengo hambre — pide Alai agarrándome de la mano y haciendo que choque con algunos de mis compañeros.

—Lo siento... —me disculpo — Alai, despacio.

Salimos del aula y freno haciéndola que frene también, y me observe molesta.

—Sin chocar a nadie — le pido y camino hacia la cafetería donde todos están yendo.

—Es que tengo hambre. Ve a guardarnos una mesa y yo voy por la comida ¿Hecho?

—Hecho.

—No me extrañes bebe — coqueta me guiña un ojo, ruedo mis ojos.

Busco una mesa vacía al fondo cerca de las ventas y me siento, todos ya están sentados otros están apoyados en las paredes charlando.

Observó por la ventana que ya está lloviendo leve, gracias a dios que tengo auto porque no me traje campera, mi auto tiene calefacción.

—Mira que me dio Mirian — avisa Alai llegando con una bandeja verde, la deja en la mesa y se sienta frente mío.

Mirian es la cocinera, es una mujer mayor muy amable y siempre nos da nuestra comida favorita ya que ambas la ayudamos a veces cuando hay que limpiar. Miro mí hamburguesa con queso cheddar acompañado de papas fritas.

—Me encanta.

—Primero traga cerda. — mastico una papa.

Me hace burla.

—¿Ya le dijiste a tu papa?

—¿Qué cosa? — pregunto confundida abriendo la botella de agua.

—¿¡Cómo que cosa Abby Evangelina Wilson!? — me mira molesta — ¡No me lo puedo creer! ¿Acaso lo olvidaste?

—Lo siento, Me olvidé lo que haya que decirle a mí papá — le digo algo sonrojada viendo como los de la mesa de al lado nos miran.

—Te perdono esta vez, tomatito, Íbamos a ir a mí pueblo.

—Lo olvidé. Cuando llegue a casa le pregunto ¿Bien?

—Te voy a acompañar — me informa y asiento — ahora terminemos de comer estas delicias antes de que vuelva a tocar el timbré.

....

Después de estar cinco horas en el colegio y de dejar a mi amiga en su casa estoy terminando de guardar la ropa que lave ayer en la tarde, mi habitación no es muy grande, ni muy pequeña, es cómoda y acogedora, tengo las paredes pintadas de blanco, algunos cuadros colgados, mi cama está cerca de la ventana. Tengo un televisor, un ventilador a pie y mi grandísimo ropero. Ah, también tengo un tocador.

—Abby — me llama mi hermano, está recargado en la puerta de mi habitación ya que la deje abierta — abajo esta tu amiga.

Mi hermano tiene veintidós años, es alto casi de la misma altura de alai, tiene los ojos marrones claros, el cabello negro oscuro como mi padre y algo de musculo, los sábados va al gym que está a tres cuadras con su amigo Dylan o debería decir su novio. Hace varias semanas con mi padre lo descubrimos besándose, no le dijimos nada porque estamos esperando que él nos diga. A mí no me molesta, me provoca felicidad.

Dejó la ropa en la cama, salgo de mi habitación con Matías y ambos bajamos las escaleras.

—¡Hola! ¿Me extrañaste? — divertida me abraza — Hueles rico.

—Estaba doblando la ropa, debe ser el jabón — olfatea mis manos haciéndome reír.

—Me encanta, después decime el nombre así lo compro.

Asiento.

—¿Alai? — pregunta mi papá entrando por la puerta principal, se ve agotado.

—Señor Wilson, ¡Hola! — Alai le da un pequeño abrazo.

—Hola — ríe y corresponde su abrazo, mi papa me mira — Hola hija.

—Papá — besó su mejilla y me abraza suspirando.

—¿Qué van a pedirme? — inquiere haciendo que me separe de él y me acerque al lado de Alai que lo mira indignada.

—¿Cómo crees? No íbamos a pedirle nada.

—Siempre que ambas están frente a la puerta es para atacarme, vuelvo a repetir ¿Qué quieren ahora?

—Este...Dile tu — Alai como la buena amiga que es me empuja y quedo frente a mi padre que me mira impaciente.

—¿Puedo...? ¿Puedo ir al pueblo de Alai? — lo miro nerviosa.

—Por favor, Señor Wilson. Prometemos portarnos bien — súplica Alai.

—¿Quieres ir hija? — me mira a los ojos.

—Como quieras tu papá — siento un golpe en mí brazo — Auch... ¡Si papá me encantaría ir!

—Déjala, le hará bien salir. Además, son tres semanas ¿No? — nos pregunta Matías, ambas asentimos.

—Lo voy a pensar.

—Pero...Mañana tenemos el vuelo — susurra Alai nerviosa, suelto una risa, me fulmina con la mirada.

—¿Mañana? No — decidió niega mientras deja el maletín en el sillón y se quita la bata.

—Ve, convéncelo — vuelve a empujarme Alai.

Bien, hora de sacar mí lado actriz.

—Pa.. Papito.. Mí Rey...

—Ya te entendí hija — ríe.

—Escucha pa, sabes que siempre me he portado bien, te hago caso no como el espécimen a tu lado — escucho el oye de Matías — por favor déjame ir ¿Si? Prometo llamarte todos los días, solo quiero divertirme, me hará bien salir y conocer otros lugares ¿No crees?

—Ah mí dios, ¿Qué voy hacer contigo? Está bien, prométeme que me llamaras y cualquier cosa que pase me llamas a la hora que sea — me pide.

—¡Si! — gritamos y ambas nos acercamos a abrazarlo.

—Te amo papá.

—Yo también te amo princesa.

—Yo también me amo — dice Alai haciéndonos reír a todos, rompemos nuestro abrazo — bueno, vamos a preparar la valija y de paso le envió un mensaje a mí papá avisándole que vas con nosotros.

Asiento y ambas corremos hacia mi cuarto.

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