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Al mediodía, el calor era abrasador.

Con su vestido de novia puesta, Nina Hill estaba en la entrada de una tienda de vestidos de novia, viendo como una pareja se besaba en un coche que estaba cerca de la acera y en ese momento sintió que el corazón se le partió en mil pedazos.

Hoy era un día especial, Nina iba a probarse su vestido de novia acompañada de su prometido, por lo que ambos acordaron encontrarse en la entrada de la tienda. Pero, después de esperarlo por mucho tiempo, solo fue recompensada con aquella escena.

Un hombre estaba de espaldas besándose apasionadamente con una mujer, y este apenas se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. En cambio, aquella mujer, mientras respondía ese apasionado beso, dirigió a Nina una mirada de triunfo a través de la ventanilla del coche.

Nina se sintió impactada, nunca en su vida se imaginó que su prometido le pondría los cuernos con su propia hermana.

Las lágrimas cayeron bruscamente de sus ojos, ella apretó los dientes por la mezcla de ira y vergüenza que se llenaba en su interior, mientras pensaba: “¡Soy la persona más estúpida del mundo!”.

Hacía cinco minutos, Izan Baker le envió un mensaje diciendo que estaba ansioso de ver cómo le quedaba el vestido de novia, por eso, sin pensarlo dos veces, Nina bajó inmediatamente para esperarlo. Sin embargo, aquel vestido de novia que llevaba puesto se convirtió en la humillación de su vida.

De repente, Nina lo entendió todo. Ese mensaje lo había enviado Saray Ellis deliberadamente para que ella bajara a presenciar tal escena.

Esa mujer y su madre le quitaron a su padre, pero aún no le bastaba con eso, ¡ahora quería quitarle a su prometido!

Lo que más le defraudaba a Nina era la traición de Izan. Pues, él sabía lo mucho que odiaba a Saray, pero aun así le puso los cuernos con ella. Para Nina todo esto era peor que una pesadilla.

Como tenía miedo de perder el juicio y cometer alguna locura, huyó del lugar antes de que Izan la viera.

Poco después, Nina recibió la llamada de Saray, su voz estaba llena de orgullo y provocación: —Mi querida hermana, ¿lo has visto? Izan siempre me ha amado. Ten claro que no se va a casar contigo, porque nunca se lo permitiré, él es solo mío, ¡no sueñes con tenerlo!

En toda la tarde, Nina estuvo abatida deambulando en la calle, arrastrando su vestido de novia con lágrimas en la cara mientras ignoraba por completo las miradas constantes de los que caminaban a su alrededor.

Al pasar por un club, decidió entrar y pedir muchos tragos muchos tragos. Mientras bebía, lloraba desconsoladamente, tratando de que el efecto del alcohol le ayudara a olvidar sus penas.

Aquella noche, Nina quedo tan borracha que sin darse cuenta se quedó dormida en el sofá de una de las habitaciones privadas del club.

A la mañana siguiente, se despertó por el timbre del teléfono.

Aturdida, tomó el móvil, y antes de que dijera algo, se escuchó la voz furiosa de Izan, —¡Nina, ¿dónde estás?! ¿Sabes que ayer te estuve esperando toda la tarde en donde quedamos? ¡Si tan poca importancia le das a nuestra relación, creo que lo mejor es que cancelemos la boda!

Nina enseguida se puso sobria, pero su corazón solo estaba lleno de tristeza e ironía. “¡¿Boda?! ¡Desde que ayer los vi besándose, no planeaba seguir con la boda!”, pensó para sus adentros.

Sin decir nada, Nina colgó la llamada. Luego, se fue al baño a lavarse la cara, para finalmente salir de la habitación e ir a pagar la cuenta.

Llegando al pasillo, la figura esbelta de un hombre se acercaba a ella. Nina no se percató de él hasta que escuchó al asistente, que le seguía por detrás, decirle respetuosamente: —Presidente, su padre ha dicho que lo principal de su agenda de hoy es ir a Registro Civil a casarse con la señorita López, para luego celebrarlo con una cena.

Los delgados labios de aquel hombre se abrieron ligeramente para responder con indiferencia: —No tengo tiempo para eso.

—Pero... Su padre dijo que tiene que casarse sea como sea. Si la chica no es de su agrado, él le puede enviar a otras, hasta que encuentre una que le guste. —El asistente transmitió las palabras del antiguo presidente con sudor frío en su frente y mucha cautela.

—¡Ah, quiero morirme! Ve y encuéntrame una mujer cualquiera del círculo de celebridades, me basta con que no sea una que él haya elegido para mí. Quiero acabar de una maldita vez con su idea de escogerme una mujer. —resoplo aquel hombre con frialdad mientras actuaba de manera determinada.

El asistente se quedó aturdido.

—Presidente... ¿Acaso está bromeando?

Los ojos del hombre estaban fríos, —¿Te parece que estoy bromeando?

“¡No parece!”, pensó el asistente, “Pero...

Después de todo, el matrimonio es algo para toda la vida, ¿decidirlo así no es como si se lo tomara a la ligera?”.

El asistente vaciló en hablar, quería persuadirlo, pero al ver el aspecto incuestionable de su jefe, no tuvo más remedio que callarse.

En ese momento, Nina no pudo evitar dirigirle la mirada a aquel hombre.

Era un hombre excepcionalmente sobresaliente. Sus rasgos faciales eran como si el mismísimo Dios los hubiese tallado. Tenía labios delgados y nariz alta, y sus ojos serenos emitían una sensación de frialdad, además de ser tan profundos que nadie podía adivinar lo que pensaba. El traje a medida que llevaba puesto, le hacía lucir esbelto y atractivo.

Su temperamento era frío e inalcanzable, como si fuera alguien de la nobleza que poseía un aura majestuosa. Además, exudaba una sensación distante que se combinaba a la perfección con su aura poderosa e intimidante.

Nina reconoció a aquel hombre, era el presidente del Grupo Campbell, Arón Fisher, un personaje famoso en la industria del Entertainment. Por lo general, él actuaba de una manera muy discreta y rara vez aparecía en público. Nina tuvo el honor de conocerlo una vez cuando estaba de prácticas como periodista.

“¡No me esperaba verlo aquí!”.

Mientras estaba pensando, Arón pasó por su lado. Pero enseguida una idea pasó por la mente de Nina.

Arón estaba buscando a una candidata para casarse y daba la casualidad de que ella acababa de ser traicionada por su prometido. Como no existe un vínculo emocional entre ambos, no parecía una mala idea casarse el uno con el otro.

Lo más importante era hacerle creer a Saray que ella podía encontrar a un hombre mucho mejor que Izan, ¡también era para que su estúpido exnovio se sintiera arrepentido!

Teniendo eso en mente, Nina inmediatamente detuvo a Arón, —Disculpe, señor Fisher.

Su repentino llamado sorprendió a Arón y a su asistente, haciendo que estos la mirasen al mismo tiempo.

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