Home/ Sus cuatro hermanastros Completed
Después de una noche juntos, descubrí que mi compañero se había convertido en un hombre lobo.
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Y el día llegó. Después de diez años, iba a volver a Idaho.

Mis padres pusieron fin a su matrimonio cuando yo tenía cinco años, pero mi madre no quiso alejarme de papá, así que intentó de todas las formas posibles mantenerme cerca de él. Sin embargo, pasaron cinco años y las cosas no salieron bien, por lo que nos mudamos juntas al otro lado del país. Específicamente, a Savannah, Georgia.

Como mamá había sido críada en el sur, en una familia de clase media alta, ella amaba la calidez de Georgia y todos sus beneficios. De hecho, mi madre no tenía pensado vivir en Idaho, sin embargo, como conoció a mi padre en la universidad y quedó embarazada antes de graduarse, tuvo que quedarse.

Fue por eso que mi papá se casó con ella, o al menos la mantuvo a su lado.

Eran muy pocas las veces que mamá hablaba sobre mi padre, y aunque de vez en cuando recibía un regalo de cumpleaños u obtenía un depósito bancario en mi cuenta, no sabía nada de él. Claro que al principio me dolió saber que él no quería tenerme cerca, pero, eventualmente, terminé por aceptarlo.

Al cabo de un tiempo, después de que nos mudáramos, papá se casó con una mujer que tenía cuatro ahijados. Inesperadamente, mi padre no dudó en traer a su nueva esposa cuando vino a verme a mi graduación del instituto, la cual fue la única ocasión en la que él se dignó a visitarme. Al ver a mi madrastra, me di cuenta de que era la típica cónyuge sumisa a su esposo que fingía una sonrisa y detesta a su hijastra, porque sí, su mirada hacia mí solo desprendía odio.

"¡Eva! ¡Si no te das prisa, perderás tu vuelo!", gritó mi madre desde el primer piso, lo que hizo que suspirara.

Yo ya había culminado mis dos primeros años de educación superior en el instituto comunitario local, por lo que cumplía con los requisitos previos para postular a la universidad que quería. No obstante, de los cinco centros de estudios a los que envíe mi solicitud, el único que me aceptó fue el que menos me gustaba.

Y como si las cosas no pudieran ir peor, la universidad estaba ubicada en Idaho, el lugar donde vivía mi padre.

No tenía duda de que ir a la universidad era la mejor opción para estudiar la carrera profesional de Agronomía, pero, no quería estar cerca de papá. Una parte de mí seguía resentida porque él había elegido a mi madrastra y a sus ahijados antes que a mí.

Se suponía que, como su hija, yo debía ser más importante que cualquiera de esas personas.

Sin embargo, el que yo llevara su sangre no parecía ser suficiente para él.

En ese instante, decidí dejar mis pensamientos de lado, por lo que tomé mis maletas y las llevé hacia la puerta mientras me colocaba la mochila en el hombro, observando por última vez mi habitación. Era una amarga despedida, pero si quería cumplir mis sueños, tenía que arriesgarme.

Al bajar las escaleras, miré fijamente a mi madre, quien estaba sonriéndome junto a la puerta de la casa. Yo sabía que había muchas razones para cambiar de opinión y quedarme, no obstante, ella no me diría nada, pues creía firmemente que esto era importante para mí.

Mamá estaba muy enferma, mas, nunca me lo confesó. Fue después de mucho husmear que descubrí que ella tenía cáncer de cuello uterino en segundo grado.

Según lo que leí, los tratamientos comenzarían pronto. Aun así, por mucho que quería confrontarla, decirle que sabía sobre su enfermedad y que deseaba quedarme, era evidente que ella no estaría de acuerdo. Además, no quería estresarla más de lo que ya estaba.

A fin de cuentas, todo lo que mi madre anhelaba era que yo siguiera mis sueños sin que nada ni nadie se interponga, ni siquiera ella.

"Todo va a estar bien, Eva", me dijo mamá mientras me llevaba en el auto hacia el aeropuerto. "Hablé con tu padre y él te recogerá en cuanto llegues", agregó.

"Ah, bueno. Supongo que está bien", le respondí en tanto miraba por la ventana y pensaba en si en verdad quería que él estuviera allí. Aunque, para ser honesta, me sorprendería que en serio se apareciera para recogerme.

Fueron muchas las veces que se ofreció a pagarme un vuelo para ir a visitarlo y nunca sucedió. Incluso me habló de la gran cantidad de choferes que tenía en su empresa; me dijo que ellos podían llevarme a donde yo quisiera, sin embargo, eso no era algo que lograra llamar mi atención.

"Ya verás que las cosas no saldrán tan mal como crees, hija. Siendo sincera, no entiendo por qué estás siendo tan negativa con la situación. Apenas conoces a tu padre y a su familia. Confía en mí, ¿sí? Te hará bien irte". Tras escucharla, me resultó inexplicable que mi madre se empeñara tanto en que me fuera.

"Pero, mamá, mi cumpleaños será en unos meses y no podré pasarlo contigo".

Luego de aparcar el auto, mi madre me miró y preguntó: "Ay, Eva, ¿de verdad eso es lo que más te preocupa ahora?".

Evidentemente, lo que más me preocupaba era el hecho de que ella afrontara sola lo que estaba pasando y lo que estaba por venir en su tratamiento contra el cáncer. ¿Y si sucedía algo terrible y no estaba aquí para apoyarla? Nunca en mi vida me perdonaría perder a mi madre y no poder despedirme de ella.

Antes de contestarle, no pude evitar suspirar. "No lo sé, mamá. Tengo la sensación de que estoy tomando la decisión equivocada".

"Pues, no. Estás tomando la decisión correcta. Tienes que hacer esto", me respondió con un tono serio, lo cual me sorprendió.

Aun así, no valía la pena discutir con ella, ya que tenía razón hasta cierto punto. Yo tenía que dejar de resistirme a la idea de ir a ver a mi padre. A fin de cuentas, pasar tiempo con él no sería malo, a menos que me diera una razón para odiarlo.

Papá era un hombre misterioso, dado que, a pesar de venir de una familia pobre, acabó siendo una de las personas más adineradas del país. Era dueño de grandes empresas en la costa oeste de los Estados Unidos, lo cual era inexplicable para muchos.

No obstante, aparte de ese dato, no sabía nada más sobre él.

Cuando entré al aeropuerto con mamá, no pude evitar sentir una sensación de temor en mi pecho. Había algo en todo esto que no me agradaba, y cuanto más veía a mi madre, menos quería irme. Hasta me puse a llorar al pensar en que tenía que dejarla.

"Te voy a extrañar mucho, ¿sabes?", le dije en voz baja, lo que hizo que ella también llorara.

"Ay, mi pequeña niña", murmuró mamá a medida que me abrazaba. "Yo también te voy a extrañar mucho. Pero, ¿sabes qué? Esta aventura te va a encantar. Estoy segura de eso", añadió.

Al final, decir adiós era más triste de lo que pensaba.

Mientras avanzaba por la plataforma y subía al avión, comencé a llorar nuevamente al sentir una sensación repentina de agobio en mi pecho. Mas, tenía que controlarme, o terminaría por salir corriendo del avión para quedarme con mi madre.

En tanto me acomodaba en mi asiento, no pude evitar pensar en lo mucho que mi vida estaba por cambiar. De ahora en adelante, ya no tendría la seguridad del hogar de mi madre ni la del pueblo en el que había crecido. En lugar de eso, iba a estar en una casa en la que nunca fui bienvenida y en una ciudad totalmente alejada del lugar donde crecí.

Sin mencionar que el clima cálido al que estaba acostumbrada, estaría apañado por frías brisas y nieve en mi nuevo "hogar".

Con cierta molestia en mi interior, vi de pronto a una hermosa chica rubia que se acercaba a mi sección a medida que miraba los números de los asientos. "¡Oh, este es mi lugar!", dijo entusiasmada, lo que me molestó aún más. «¡Genial! Ni siquiera puedo sentarme sola y en paz», pensé.

Mientras ella se acomodaba, vi de reojo cómo colocaba pacientemente todos sus objetos en su pequeño espacio. La chica llevaba su cabello rubio recogido en una coleta alta y estaba muy bien maquillada, lo que hacía un gran contraste con mi cabello oscuro y mis casuales anteojos. Sin duda, esta mujer parecía una auténtica muñeca Barbie.

"¡Hola!", me saludó con un fuerte acento sureño y con un leve brillo en sus ojos. "Parece que seré tu compañera de vuelo, ja, ja. ¿A dónde te diriges?", preguntó.

Con su mirada fija en mí, pensé en las opciones que tenía. Una, podría ser grosera e ignorarla por completo, o dos, podría conversar con ella para distraerme y pasar el rato.

¡Vaya par de opciones!

Aun así, no se me hizo tan difícil elegir, así que respondí: "Voy a... la universidad de Idaho".

Al escucharme, la chica me miró asombrada. "¡Oh por Dios! ¡Yo también!", me contestó muy feliz, lo que llamó mi atención.

Esta señorita estaba demasiado emocionada tan temprano en la mañana.

"Eso me parece genial. ¿Qué quieres estudiar?", le pregunté con curiosidad, ya que no había muchas carreras profesionales en la universidad de Idaho.

"Oh, pues pienso estudiar algo relacionado a lo agrícola. Quiero ayudar al planeta y todo eso, pero aún no me decido por un área específica", me contestó. Su respuesta me resultó interesante, puesto que me pasaba lo mismo. Yo tampoco podía decidirme por un área en específico.

"¡Eso es genial! Estudiaré lo mismo", le dije.

"¡Oh, vaya!", chilló. "Tal vez terminemos siendo compañeras de cuarto también", agregó con un risa entre dientes. Ante esto, suspiré levemente, dado que, siendo sincera, preferiría eso a quedarme en casa de mi padre.

"Ojalá tuviéramos la oportunidad... pero me quedaré en la casa de mi papá. No tiene sentido quedarme en una habitación de estudiante cuando puedo vivir con él gratis, ya sabes".

Ella asintió con la cabeza, sonriéndome, por lo que me sentí a gusto con su compañía. Gracias a ella, el manojo de nervios e irritación que sentía fue disminuyendo.

"Bueno, sea como sea, va a ser un año maravilloso, ¿no crees? Por cierto, me llamo Anna", se presentó a medida que extendía su mano hacia mí.

Dudé antes de estrechar su mano, mas, pronto lo hice y respondí con una pequeña sonrisa: "Soy Eva".

Honestamente, esperaba ir a la universidad y no hacer ningún amigo, mas, incluso antes de salir de la pista de vuelo, ya tenía una amiga.

Por supuesto, yo era más tranquila y callada, como una especie de introvertida. Sin embargo, Anna era todo lo contrario. Ella era el tipo de chica con la que habría tenido problemas en el instituto. El tipo de animadora que se preocupaba por su aspecto y el estatus social que la rodeaba.

Aunque, en este caso, ella no resultó ser ese tipo de persona en absoluto, lo cual me agradó mucho.

Después de una larga charla, y sin darnos cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo, el avión finalmente aterrizó en el aeropuerto de Fountains. El lugar estaba cerca de la universidad, no obstante, tenía que viajar otros cuarenta y cinco minutos en auto hasta la casa de mi padre. Aun así, era una buena oportunidad para ponerme al tanto con él y superar todo el silencio incómodo antes de encontrarme con el resto de su desagradable familia.

"Entonces, ¿quién te recogerá?", me preguntó Anna cuando esperábamos a que llegara nuestro equipaje. En ese instante, busqué con la mirada a mi padre, pero, él no estaba por ningún lado.

"Se supone que papá vendría por mí... Quizá todavía no llega", murmuré para luego exhalar levemente.

"Dios mío...", suspiró suavemente Anna de manera inesperada. "No mires ahora, pero hay dos chicos sumamente atractivos de pie a tu derecha".

Tras oírla, observé disimuladamente en esa dirección con el ceño fruncido. Allí, estaban ambos hombres que parecían discutir entre ellos. Uno de los dos tenía un cartel con mi nombre en la mano, por lo que supe de inmediato quiénes eran.

"¡Ay, por favor! ¡Tiene que ser una broma!", refunfuñé, lo que llamó la atención de Anna.

"¿Qué? ¿Qué ocurre?", me preguntó.

"Esos chicos son dos de los cuatro ahijados de mi madrastra. En fin, supongo que papá no tuvo tiempo de venir a recogerme y los envió", comenté molesta.

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