Home/ Apareada con los Matones Cuatrillizos Ongoing
Los cuatrillos príncipes Alfa tienen una pareja en común, y esa soy yo.
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Suzie

Sonreí tristemente mientras observaba mi reflejo en el espejo, quería llorar, pero tenía que ser fuerte. Me acomodé las mangas de la blusa para tapar los vendajes que tenía en los brazos. Heridas hechas por cortesía de mi padre, no había día que pasara sin ninguna nueva. Me acerqué al espejo y me toqué el vendaje que tenía encima de una de las cejas. Noté que ya era hora de cambiarlo, así que me lo saqué y me puse otro con los labios tensos.

Me dolía el corazón más que el cuerpo realmente. Mi propio padre era quien me atormentaba, no podía creerlo. Ayer había sido el último día de vacaciones y se molestó cuando se dio cuenta de que ya no había lugar para hacerme daño que pudiera esconderse. Así que había agarrado un florero y me lo había roto en la cara. Esta herida era una que no podía ocultar y eso le traía inmenso placer.

—Niña est*pida, ya estás tarde, ¿quieres que te pegue de nuevo? —me gritó desde el pasillo y me sobresalté. Me jalé las medias hasta los muslos para que nadie viera lo magulladas que tenía las piernas. Mi papá me había advertido que nadie debía saber sobre lo que pasaba en nuestra casa porque tenía que seguir manteniendo la perfecta imagen del Alfa benevolente que tenía.

Terminé de ponerme la falda cuando él entró al cuarto con la cara del diablo. Me insultó y se me acercó tan rápido que no pude evitar el cachetazo que me propinó. Traté de alejarme, pero me agarró del cuello y me zarandeó con ira. Podía oler el alcohol en su aliento.

—¿Por qué sigues arruinándome la vida? Si solo pudiera matarte, ya estarías en el cementerio, menuda inútil —me gritó en la cara, pero comencé a ver borroso, traté de decirle, pero continuó con su discurso de odio—. Hago todo por ti, te alimento, te visto, ¿y qué me das a cambio? Eres una buena para nada como tu madre.

Sentí disgusto y tristeza mezcladas ante la mención de mi madre. La odiaba por haberme dejado sola en esta situación, pero al mismo tiempo, agradecía que al menos que estuviera a salvo y lejos de él.

—Eres como ella, estúpida, perezosa y sin una pizca de remordimiento. Lo único que tienen de bueno es que son bonitas. Estoy seguro de que uso esa carita bonita para ganarse el favor de otro lobo y así escaparse.

—Padre —traté de decirle pero me quedé sin aire.

—Dime que nunca me traicionarás como esa maldita —me gritó moviéndome de un lado a otro y comencé a perder la consciencia, intenté responderle, pero me fue imposible. Finalmente, al verme a punto de desmayarme, sonrió con satisfacción y me soltó. Se echó a reír y me acarició la cara con burla—. Buena chica, ¿hoy comienzas clases de nuevo?

—Sí, padre —le dije tratando de ignorar el dolor.

—Hazte amiga de la hija del Beta de Luna de Cristal, no me importa si tienes que arrastrarte detrás de ella y suplicarle, necesito ese contacto. ¿A menos que quieras que te vuelva a golpear?

Asentí con la cabeza rápidamente, pero obviamente esto no fue suficiente porque me fulminó con la mirada y me propinó otra cachetada.

—Cuanto te haga una pregunta, quiero una respuesta, ¿entiendes?

—Sí, padre —le dije, temblando. Me dijo que tenía que salir en dos minutos y me dejó sola. Me quedé respirando con pesadez y conteniendo las lágrimas. ¿Por qué tenía mi vida que ser así?

Mi padre era aberrante, estaba segura de que se iría al infierno de frente después de su muerte. Siempre había sido así y solamente empeoró cuando nací porque había querido un niño. Mi madre sufrió las consecuencias de mi existencia. Primero, la obligaba a tener relaciones sexuales, luego comenzó a golpearla y finalmente siempre que podía le gritaba. El momento que había cambiado las cosas fue cuando descubrió que mamá había estado tomando pastillas anticonceptivas, ese día la golpeó tanto que pensé que moriría, pero se salvó. Mamá se escapó a la mañana siguiente y me dejó a mi suerte con papá.

Mi infierno comenzó desde ese día y las palizas nunca pararon. Me culpó por el declive de la manada porque no era hombre, así que decidió que usaría lo único bueno que tenía a su favor. Me vendió a los Alfas de la manada y a pesar de mi obediencia, nunca estuvo feliz con nada de lo que hacía.

Siempre tenía nuevas heridas porque siempre se aseguraba de dejarme una nueva cada vez que podía. Cada vez que se sentía humillado por los otros lobos de la manada, se descargaba conmigo. Se me llenaron los ojos de lágrimas y me tembló el labio. ¿Por qué tenía que tener un padre tan malo? ¿Qué padre le pegaba a su hija en el día de su cumpleaños?

Cerré los ojos, respiré profundamente y me tranquilicé de la forma que había aprendido por mi cuenta. Todo estará bien porque esta sería la última vez que me tocaría y desde hoy todo cambiaría porque conseguiría a mi loba. Abrí los ojos para agarrar mi mochila y me la puse en la espalda. La marca en el calendario me dio esperanzas.

—Feliz cumpleaños, Suzie.

Esperaba que esto significara que tendría algún cambio en mi vida, una nueva esperanza y que finalmente podría librarme de mi padre.

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