Si pudiera clasificar algo como el momento más triste de mi vida sin duda seria aquel en el que mi perro enfermo, ese momento tan lúgubre que me llevo a mi luctuosa muerte, era extraño ponerme a pensar en los motivos y en el <¿Por qué?> de mis palabras; es decir, mi perro enfermo pero <¿Qué me llevo a ese fatídico momento?> rememoro un poco en mi pasado y la respuesta es extremadamente absurda, tanto que me da pena contarlo abiertamente aun a veinticuatro horas de los hechos.

　　Ahora, estando literalmente tres metros bajo tierra y con la mano en mi pecho pienso < ¿Cómo fui tan tonta?>, pero no hay respuesta válida, pienso en los momentos perdidos, como ahora estoy aquí cuando dentro de pocas semanas podría haber estado graduándome, como estoy aquí cuando podría estar con mi supuesto novio quien no se esperó a salir de mi funeral cuando invito a salir a la que se hacía llamar mi mejor amiga. Recuerdo también las personas que llegaron hasta mi lecho con condolencias benévolas, un hasta siempre, los llantos plañideros de todos, mi abuelo lamentándose porque le gane. Finalmente, hoy no soy más que un alma en pena buscando su lugar en este nuevo mundo y temiendo explorar más allá de su ataúd comenzando con su nueva aventura, su nueva vida, o bueno, muerte.