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Era una noche tormentosa, nubes negras inundaban los cielos y un fuerte aroma se percibía en el aire. Perros negro ladraban a la nada mientras que los humanos corrían despavoridos ante la impotente figura de Zeus. Acababa de tener a mi primera hija y estaba segura que venia por ella, me la quería quitar pero no se lo iba a permitir. Por ella era capaz de arriesgar mi vida y si me tenia que oponer ante las reglas del supremo Dios, lo iba a ser con tal de protegerla.

Hace tiempo yo era una joven normal hasta que me enamore de un Dios, me involucré con él y di a luz a una preciosa niña. Ambos estábamos felices de tenerla, pero preocupados por su seguridad. Zeus se había enterado de su nacimiento y sabíamos que no tardaría en aparecer.

Una semana antes de que naciera, nos avisó de que vendría a verla y no sabía lo que tenía pensado para ella, pero de ninguna manera iba a dejar que se la llevara de mis brazos.

Oímos golpes en la puerta pero nos rehusamos a abrirla, Zeus apareció en compañía de otro Dios y mi esposo los distrajo mientras que yo la escondía detrás de unos arbustos. Apartaron a mi esposo y se acercaron a felicitarme por la bendición.

-Felicidades Elizabeth, espero que no hayamos llegado en un mal momento.

-Eso nunca Zeus, sabes que eres bienvenido cuando quieras.

-¿Dónde está la niña?, ¿puedo verla?

-Está durmiendo en este momento y no la quisiera despertar.

-A ver si entiendo, ¿te niegas a mostrarme a tu hija?

-No te atrevas a tocarla, es mi hija y no dejaré que la lastimes.

-¿Quién dice que quiero hacerle daño?, sólo quiero que conozca a alguien -dijo señalando a su acompañante.

-¿Quién es?

-Saluda al futuro esposo de tu hija.

-Tú decidiste sobre mi vida, pero no meterás a mi hija en tus planes.

-Por favor, enséñamela para que pueda conocerla.

-No, es sólo un bebé, no puedes llevártela.

El bebé comenzó a llorar y ambos se dirigieron al lugar donde la había escondido. Su padre se apresuró a agarrarla antes que ellos y les pidió amablemente que se fueran.

-Ya la han visto, ahora retírense.

-Eres una decepción tan grande que ni siquiera mereces que te llamen Dios.

-Sal de mi casa Zeus, ahora.

-Renunciaste a ser un Dios, a tus poderes y a tu fuerza sólo para estar a lado de una insignificante mortal.

-No te atrevas a hablar mal de mi esposa y dime lo que quieres, me imagino que esto no es solo una visita de cortesía.

-Esa no es forma de hablarle a tu superior, pero lo dejaré pasar y te diré por qué estoy aquí. El joven que ves a mi lado es Morfeo y será quien se case con tu hija.

Morfeo le quitó a la niña y la observó mientras la cargaba en sus brazos. Se veía tan tierna que no pudo resistirse a sonreír.

-¿Qué te parece Morfeo, te gusta?

-Es linda, estoy ansioso por ver cómo será cuando crezca -me la devolvió-, por favor, cuida bien de mi esposa.

-No será tu esposa, no controlarás su vida y no será una diosa.

Zeus le pidió a Morfeo que se fuera y él obedeció. Nos miró con una expresión fría y nos amenazó con que si nos negábamos a esta unión, nos castigaría brutalmente.

-No me importa lo que hagas con nosotros, no te tenemos miedo y no dejaré que hagas lo que quieras con mi hija.

-Deberían sentirte afortunados, pocos humanos tienen la suerte de casarse con un Dios.

-Bueno, mi hija no será uno de ellos.

-Creo que tu marido te ha estado ocultando cosas, ¿quieres contarle nuestro trato o se lo digo yo?

-¿Qué trato?

-Mi amor. Perdóname, no tenía otra opción.

-¿Perdón por qué? ¿De qué trato está hablando?

-Un dios no puede casarse con una mortal, y mucho menos entregarse a ella. Yo estaba tan enamorado de ti que no pensé en lo que hacía y le ofrecí a nuestra primera hija a cambio de que me dejara estar contigo.

-¿Qué hiciste?, ¿por qué nunca me lo dijiste?

-Porque no quería que te preocuparas, el plan era robar a la niña y luego borrar tu memoria.

-No puede ser, ¿Cómo me pudiste ocultar un secreto así?.

-En verdad perdóname, en ese momento no me di cuenta de lo que hacia.

-Se nota.

-Quédate con ella todo el tiempo que quieras-interrumpió Zeus.-pero cuando esa niña cumpla 20 años, Morfeo se la llevará. Y ni se les ocurra escapar porque los encontraré y los pulverizaré a los dos.

Aceptamos su petición y luego se fue. Empecé a discutir con mi esposo hasta que se nos ocurrió una idea, la metimos en una cesta y la dejamos en un granero. Me dolió haber tomado esa decisión, pero era la única manera que los dioses no la encontraran.

Después de eso, cambiamos nuestra apariencia y nos mudamos a otro pueblo. No me importaba lo que nos pasara después, lo único que importaba era que nuestra hija fuera libre de elegir a su pareja. Cometí el error de involucrarme con un Dios, pero no quería que mi hija pasara por lo mismo.

Nos trasladamos a un pueblo alejado del anterior y nos mezclamos con los lugareños para pasar desapercibidos. Pero nada de eso sirvió porque Zeus terminó encontrándonos.

-¿Huyendo de mí? -preguntó, apareciendo en nuestra nueva casa.

-Zeus...

-Te advertí que si intentaban escapar los exterminaría a ambos.

-No nos importa, mátanos si quieres.

-¿Dónde está la chica?

-No está con nosotros, pero te aseguro que está lejos de ti.

-Dime dónde está.

-Nunca, puedes torturarme si quieres pero nunca te lo diré.

Zeus nos destruyó con sus rayos y luego todo se oscureció. Despertamos en el reino de Hades y nos recibió amistosamente, nos mostró los alrededores y nos llevó a un lugar donde pudimos ver lo que hacían los humanos.

-Ella es su hija -dijo señalando a una niña que jugaba con unas ovejas.

-Sí, es ella.

-Te dije que te preocupabas en vano, ella estará bien con ellos.

-Espero que tengas razón.

-Puedes vigilarla aquí todas las veces que quieras.

-Gracias, Hades.

-Siento lo que mi hermano te hizo. Se vuelve loco cuando le contradicen.

-Lo hemos notado. 

-Pero no hablemos más del pasado y, por favor, siéntanse como en casa.

-Gracias, Hades.

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