Home/ La leyenda del lobo muerto Completed
Mi compañero no tocó ninguna mujer durante 26 años solo para reservarme su primera vez, pero yo lo fallé.
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"En el ámbito mágico de la brujería, se encontraba encerrado el lobo más fuerte que haya existido.

Nadie había quedado vivo después de contemplar sus ojos rojos de sangre y su pelaje tan oscuro como la noche.

Muchos habían intentado llevarlo al mundo de los vivos, pero ninguno había tenido éxito y tuvieron que dar a cambio sus vidas.

Hasta que una niña inocente llegó para sellar el destino de la humanidad.

Ella se llamaba Thora Valentine".

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7:15 a.m.

En los vastos terrenos de la manada Bloodmoon yacía una chica sobre el suelo helado.

Su respiración era pesada, mientras intentaba moverse. 

Tenía los músculos adoloridos por el castigo recibido y sus labios estaban agrietados y secos.

La primera vez que ella quiso moverse escuchó el crujido de las cadenas de acero atadas alrededor de sus manos y que inmovilizaban también sus piernas, entonces exhaló un largo suspiro y dejó de intentarlo, una vez más.

12:42

El tiempo exacto durante el que había permanecido atada se había cumplido: doce horas cuarenta y dos minutos; ese era el tiempo que el Alfa ordenó. 

De todos modos, esta no era la primera vez que pasaba por algo así. Ya estaba acostumbrada a que él la tratara así.

Después de todo, era inevitable, ya que ella era solo una débil Omega en la manada más fuerte del mundo.

Estaba sedienta y sus sentidos empezaban a jugarle una mala pasada. Así que reunió saliva dentro de su boca, intentando humedecer sus labios, pero eso solamente agravó su situación.

"¡Qué lástima verte tirada en el piso! Si hubieras aceptado mi proposición, ahora mismo estarías disfrutando de la comodidad de mi habitación".

Ella sabía quién era el de la voz, su castigador, aquel que había ordenado su tortura. El Alfa estaba detrás de ella.

Sin embargo, la chica se negó a responder. Tampoco quiso mirarlo y esto, a él, no le sentó bien.

Colocando una botella de agua frente a su presa, él se agachó hasta quedar al nivel de sus ojos, con una sonrisa maligna en los labios.

"¿Estás sedienta, mi princesa? Bebe, anda ¡tómala!".

Sin embargo, ella sabía que nada era gratis, solo el dolor y el sufrimiento.

Mientras él estudiaba sus ojos marrones decaídos y su cuerpo tembloroso, el hecho de pensar en ella indefensa y completamente a su merced, lo excitó.

De modo que abrió la tapa de la botella para beber el líquido hasta que dejó nada más un sorbo y extendió el brazo para abrir los labios de la Omega metiéndole un dedo áspero en la boca e instarla a beber.

A continuación, ella se mordió los labios y lo miró con sus hermosos ojos marrones clavándolos en su rostro.

En la mirada de la chica había desafío y desconfianza.

A pesar de que estaba rota, quedaba mucho que él todavía podía destrozar.

La había arruinado, pero no por completo. Aunque era cierto que la había forzado, ella nunca se le había entregado.

Usada pero nunca rendida ante él.

"¡Métetela por el culo... imbécil!", exclamó ella.

A pesar de haber sido tomado por sorpresa, él se río al levantarse.

Cada vez que pensaba que ya estaba destrozada, ella se levantaba más fuerte y valiente.

Era cierto que era una Omega débil, pero con una gran fuerza de voluntad.

¡Interesante!

"Está bien princesa. Si no te agrada mi generosidad, no volveré a ofrecerte nada".

La voz del Alfa se volvió fría al levantar la barbilla de la chica para que lo mirara.

"Denle otra ronda de latigazos para que aprenda".

Ella no podría permanecer consciente después de eso y lo sabía.

Pero jamás se doblegaría ante él ni bajaría sus ojos en sumisión.

Moriría antes de aceptar la derrota ante un hombre como él.

"Adelante Alfa", gritó ella con rabia, sin perder la fuerza.

Entonces él soltó su barbilla y la miró fijamente durante un momento.

Cuando los primeros rayos de sol empezaron a derretir la nieve helada que rodeaba el frágil cuerpo de la chica, él se fue.

Ella siguió temblando, pero pronto cayó sumida en un profundo sueño.

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"¡Hemos cumplido tus órdenes, Alfa Landon!".

Al escuchar a su guardia, él dejó de escribir por un momento y asintió con beneplácito.

"¿Está consciente?", preguntó.

"Me temo que no. ¿Quieres que la despierte?".

"No es necesario. Llama al médico de la manada para que la atienda. Una vez que lo haya hecho, acompáñenla a sus habitaciones".

El guardia asintió con respeto y salió de la habitación, luego cerró la puerta y desapareció.

Alfa Landon suspiró revisando el papel que tenía en las manos.

Era una invitación para que asistiera a la asamblea de hombres lobo del rey.

Este visitaría su territorio acompañado por los miembros de su consejo, por lo que esperaba complacerlo para que estuviera satisfecho y aprobara los últimos acuerdos que habían tomado.

De conseguirlo, la manada Redmoon no solo sería la más fuerte, sino también la más poderosa en la historia de los hombres lobo.

Sería su mayor logro.

Tranquilamente colocó la tarjeta de invitación en un cajón y se pasó la mano por el pelo. Él estaba satisfecho y sonrió complacido.

Sin embargo, estaba demasiado estresado, por lo que necesitaba relajarse un poco.

El único inconveniente era que la Omega estaba inconsciente y él necesitaría encontrar un reemplazo.

Así fue como decidió convocar a la otra que más disfrutaba; después de la Omega, obviamente.

"Saludos Alfa. ¿Cómo estás?", respondió ella.

"Déjate de estupideces, te espero en mi habitación enseguida".

Al terminar la llamada, se aflojó la corbata y se levantó de su asiento.

Estaba listo para irse, ya había caído la noche.

London Anderson era un verdadero bastardo, en todos los sentidos.

Y nadie lo conocía mejor que la chica que había visto lo peor de él.

Esa Omega a quien trataba de doblegar por todos los medios.

No obstante, no lo había logrado, incluso después de esos largos siete años de torturas y juegos mentales para dominarla.

¿De verdad ella era indestructible? Podía ser solo una fachada.

Incluso las rocas se rompían cuando se sometían a altas temperaturas o a graves presiones.

Y lo que esa chica había sufrido era mucho más que eso.

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