Beltrán Sánchez tiene todo lo que cualquier hombre estaría celoso. El es misterioso, reservado, privilegiado con su insana riqueza. Famoso por los antecedentes y el estatus de su familia. Perversamente difícil de resistir. Pero a pesar de estos atributos positivos que tiene, también es despiadado, tirano, frío y sin corazón. Sus empleados le temen más y saben que puede despedirlos en un abrir y cerrar de ojos. Luego está Tina Torres, una pasante de Magacín Aliciente con un pasado oscuro que ha estado tratando de olvidar pero que aún sigue persiguiéndola. Se le encargó entrevistar al soltero más rico del país. Ella sabe que es un hombre sin corazón. Ella sabe que él simplemente sale con las mujeres que quiere. Y sabe que necesita mantenerse alejada, pero sabe muy bien que no puede. Se siente intimidada pero lo niega. Se siente atraída pero no quiere sentir nada por el hombre. ¿Qué sucede cuando Benedict quiere derribar sus muros? ¿Lo dejará entrar cuando sepa que está limitada por su espantoso pasado?
Prólogo
Colocó el dinero encima de la mesa justo en frente de ella para captar su atención. Ella amaba las grandes pilas de dinero y sus ojos fueron lo suficientemente rápidos para mirar los billetes. Eso siempre le había interesado.
—Eso son tres mil euros —él dijo con tanta calma, mirándola con entusiasmo mientras sus manos se sostenían la una a la otra.
—¿Cómo te llamas? —preguntó con interés en sus ojos.
Amaba su figura y la cantidad de posiciones sex*ales que tenía en mente para hacerle.
—Bueno… —ella revoloteó sus ojos—. Puedes llamarme como quieras, cariño.
Coqueteó con él como normalmente lo haría, tratando de ocultar su verdadera identidad y nerviosismo.
Ella le sonreía mientras la música resonaba con fuerza a través de las paredes del club.
—¿Por qué estás haciendo esto? —él preguntó.
Aún con una sonrisa, ella hizo girar su copa de champán en pequeños círculos y preguntó de nuevo con ese tono coqueto.
—¿Por qué no?
Luego levantó levemente la cabeza hacia él y solo esbozó una sonrisa de complicidad al hombre que vestía un traje negro carbón, con una camisa de vestir blanca debajo y corbata. Se sentó justo frente a ella con una pierna sobre la otra mientras trataba de estudiar a ese tipo de mujer que no había conocido antes.
—No tienes que hacer esto, ¿sabes? No tienes que ser este... tipo de mujer que no eres —añadió.
Ella se quedó atónita al escuchar sus tratabas, pero trataba de ignorarlo.
—Tú no me conoces —respondió de inmediato.
—Pero no tienes que ser así. Eres joven. Se supone que debes estar en una universidad —él debatió.
—En ese caso, tú tampoco deberías estar aquí —ella le sonrió de nuevo—. ¿No tienes a alguien esperándote en casa?
A él le dolió escuchar lo que ella había dicho y se limitó a sonreír.
—Me fascinas. Pero tengo la sensación de que estás siendo forzada —contestó.
Ella resopló.
—Es lo que soy —ella respondió.
—Esta no eres tú —él dijo bruscamente.
—Tengo razones. No tengo otra opción —la chica respondió con suavidad.
Él suspiró levemente.
—Todo el mundo tiene opciones.
—Esta es la mía —ella era ingeniosa con sus respuestas.
El hombre hizo una larga pausa mientras bebía su copa de champán sosteniendo su mirada en ella. Lo intrigaba. Él sabía que había algo más acerca de esa mujer que estaba frente a él. Se quedaron en silencio por un largo rato mientras ella mantenía sus ojos en la pila de dinero que tenía en frente. Lo necesitaba.
—¿Cómo te llamas? —él le preguntó de nuevo.
—Ya te lo dije. Me llamo como tú quieras llamarme —ella respondió lo mismo.
Él sacó otro dinero en efectivo y lo colocó encima de los otros billetes.
—Otros €3.000. Solo di tu nombre.
—Juegas con dinero —ella sonrió.
—No tan a menudo —él respondió descansando su espalda mientras sostenía su labio inferior—. ¿Qué tal Cherry? —preguntó.
—¿Como una fruta? —ella preguntó de nuevo.
Él se rio.