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El chico del que estuve enamorada durante 10 años me dijo que le gustaba, una nerd sin pretensiones.
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Nora

"No, de ninguna manera. Vaya, es demasiado sugestivo". Me miré al espejo, solo me tapaban unos pequeños trozos de tela. La parte superior del bikini, que tenía forma de triángulo, apenas me tapaba los senos, y cuando giré para ver el trasero, la mitad inferior de las nalgas estaban al descubierto.

"Te ves s*xi", opinó mi mejor amiga, Mona. Sus ojos oscuros se llenaron de entusiasmo y juntaba las manos con alegría. "¡Vamos a la piscina!".

Sacudí la cabeza y la miré absorta, el bikini que llevaba puesto apenas cubría su intimidad. Ella no era tan curvilínea como yo, le envidiaba las tetas pequeñas y el cuerpo chato como una tabla. Con esa figura, podía permitirse vestir lo que quisiera, incluso no llevar sujetador. Si yo no llevara sostén...

Las tetas me colgarían hasta los tobillos.

"Conozco esa mirada". Mona me señaló la cara, yo sabía que tenía el ceño fruncido. "Saldrás conmigo, no te acobardes".

"No puedo". Ya me estaba lamentando, y eso no estaba bien, sobre todo porque le había prometido a Mona que sería sociable esa noche.

Estábamos de fiesta. Nuestros padres se habían ido de viaje ese fin de semana, y mi hermano gemelo, Nicholas, pensó que era la ocasión perfecta para organizar una reunión con mucho alcohol, así que invitó a todos los alumnos de la escuela.

A Nicholas no le importaba que no viviéramos en el mejor barrio de la ciudad, o que nuestra vieja casa de dos plantas estuviera en mal estado. Teníamos una piscina y acceso al alijo de bebidas alcohólicas de papá. Para mi hermano y sus amigos, eso era motivo de celebración.

"Puedes y lo harás", sentenció Mona mientras me agarraba del brazo y me acompañaba hacia la puerta cerrada de mi dormitorio. Intenté resistirme, pero ella resultó ser más fuerte de lo que parecía. "Será divertido, lo prometo. Ningún chico podrá resistirse a mirarte".

Esa última frase la entonó como si quisiera seducirme con la propuesta, pero adivinen qué...

No me resultaba para nada tentadora.

Que los chicos me miraran suponía un problema, de hecho, me incomodaba. Nicholas podía ser mi gemelo, pero éramos polos opuestos en casi todos los sentidos. Él era el más popular en la escuela privada a la que asistíamos, y yo, en cambio, no lo era. Él tenía un imán con las chicas, mientras que los chicos apenas se percataban de mi presencia. Él era muy atractivo, yo...

Pasaba desapercibida.

Sí, tenía una melena bonita, de color castaño y reflejos dorados naturales que al sol se volvían más brillantes. Podría decirse que era mi mejor cualidad. Bueno, eso y mis tetas. A quien le gustaran grandes, contaba con ese atributo.

Qué ideas más tontas las mías.

"¿Estás lista?", Mona preguntó con alegría, y me sacó de mis pensamientos.

En un abrir y cerrar de ojos, quedé sorprendida al ver que estábamos frente a la puerta del dormitorio, ella estaba a punto de abrirla. "No, aún no estoy lista".

Mostró cierto desánimo, pero no se daba por vencida. "Simón ya llegó, está afuera".

Me alegraba saberlo. "¿Vino con una chica?".

"Creo que no". Mona sonrió contenta y abrió la puerta de la habitación. "¡Vamos!".

Dejé que me arrastrara por el pasillo hasta las escaleras. Una vez en la cocina, me encontré con que estaba abarrotada de personas a las que apenas conocía de la escuela. Ninguno de ellos me dirigía la palabra, y eso que estaban en mi casa.

Frustrante.

Salimos al exterior, donde había aún más invitados y la música sonaba a todo volumen en el parlante portátil que le habían regalado a Nicholas para la Navidad del año anterior. El aparato era pequeño pero potente, y su pesada base parecía palpitar al compás de los latidos de mi corazón. Había tanta gente en la pequeña piscina que no podía creer cómo habían logrado entrar todos. Otros se agolpan a los lados, con los pies en el agua o sentados en las sillas que rodeaban la pequeña mesa de vidrio, la cual tenía una enorme rajadura.

Simón estaba sentado a la cabecera de la mesa como si fuera el rey de la corte. Era el chico más popular de la clase, de toda la escuela. Era guapísimo, lucía el físico de un modelo: era alto y fornido, de pecho musculoso y abdominales marcados, tenía piernas largas y fibrosas. Exhibía su monumental cuerpo con solo un bañador azul oscuro y una botella de cerveza en la mano, nada más. Desde allí, miraba a todo el mundo con expresión desafiante.

"Ahí está tu chico", susurró Mona mientras ambas lo mirábamos.

Era imposible no quedarse embobada contemplándolo. Ese rostro cincelado, de nariz pronunciada y pómulos definidos, conformaba un conjunto de líneas duras que combinaba con sus ojos celestes glacial, contraste que quedaba compensado con unos labios suaves y exuberantes.

Una boca para besar sin parar.

Mientras lo miraba con detenimiento, se me escapó un suspiro. Su labio inferior era mucho más grueso que el superior, el cual tenía la forma perfecta del arco de Cupido. Eran rosados y carnosos, y se los lamía.

Aparté la mirada de la perfección de su boca y miré a mi mejor amiga. "No es mi chico", le recordé.

"No es de nadie", Mona estuvo de acuerdo. "Pero estoy segura de que una vez que te vea en ese bikini, se morirá por ponerte las manos encima".

Me recorrió un escalofrío al pensar en Simón posando esas manos grandes y ásperas sobre mi cuerpo, traté de ignorarlo. "No sabe que existo".

Mona resopló. "Mentirosa, eres la hermana de su mejor amigo".

"Nunca me habla". En su mundo, no era nadie. Solo le interesaban las rubias, y yo era morocha, las chicas populares que demandaban atención, mientras que yo era... aburrida.

La chica lista a la que le gustaba leer, la que se acobardaba cuando le preguntaban algo en clase aunque supiera la respuesta. La nerd, la que solo tenía un par de amigos. La que...

Estaba perdidamente enamorada de Simón.

A veces quería zamarrearme para volver a la realidad.

"Le hablaría a tus tetas, no a las mías". Ante mi mirada incrédula, Mona estalló en carcajadas. "¿Qué? ¡Es verdad! Mírate!".

Me miré, y deseé haberme puesto algo que me cubriera, como mínimo, una camiseta. Todo estaba a la vista y, aunque nadie nos prestaba atención, si Mona seguía riéndose así, seguro que alguien se daría cuenta.

"¡Mona! ¡Dame una cerveza!".

Mi hermano Nicholas se lo ordenó, él sabía que mi amiga estaba lo suficientemente enamorada como para hacer lo que él le pidiera sin protestar.

Cerdo.

Fiel a su estilo, reaccionó de inmediato y vibró de emoción. "¡Ya voy!".

Ella salió corriendo, no me dio tiempo a decir ni una palabra, y me dejó sola allí parada, no podía sentirme más incómoda.

No había nada de nuevo en eso.

La mirada de Nicholas se dirigió hacia mí, y frunció el ceño. "¿Qué di*blos llevas puesto, Nora?".

Le clavé la mirada, pero él ni siquiera se dio cuenta de lo que pasaba. Todos sus amigos se reían, apenas me miraban, excepto uno.

Simón.

Me recorrió con la mirada, y se me puso la piel de gallina. Él me estaba explorando.

No lo podía creer, Simón en verdad se fijaba en mí.

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