Home/ El Heredero Completed
Después de ser traicionado por su novia, volvió con su familia para heredar los billones de propiedades.
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—Habitación 704…

En el pasillo del hotel, Wilson Avery sostenía el pedido de comida mientras buscaba la puerta indicada. Ya estaba cayendo la tarde, pero Wilson estaba sudado. Era evidente que había ido a toda prisa para entregar la comida a tiempo. Aunque estaba cansado, era todo sonrisas y se lo veía muy feliz. En el bolsillo tenía un colgante de oro puro, que le había costado el sueldo completo de un mes. Como era el día de San Valentín, después de terminar el último pedido, iba a ir a la facultad de Lenguas Extranjeras de la ciudad River a recoger a su novia para disfrutar del romántico día.

No le importaba trabajar, siempre y cuando fuera para ella. Si ella le agradecía con una sonrisa, entonces todo el esfuerzo valía la pena y ya no le importaba lo duro que hubiera trabajado ni lo cansado que estuviera. Wilson se odiaba a sí mismo por no tener suficiente dinero para cumplirle todos los gustos. La culpa lo atormentaba, pero creía que si seguía trabajando duro, iba a poder ofrecerle una mejor vida algún día.

El teléfono sonó en el bolsillo. Cuando vio el número que aparecía en la pantalla, frunció el ceño y rechazó la llamada. Después de volver a guardar el teléfono, forzó una sonrisa, tal como que el trabajo requería, y se dirigió la habitación 704. Llamó a la puerta.

—¿Quién es? —preguntó desde adentro una voz de hombre, ronca y aguda, como el graznido de un pato macho.

Wilson tuvo que contener la risa.

—¡Señor, su pedido de comida!

Se oyó el sonido de pasos, la puerta se abrió, y apareció la figura de un hombre en la rendija. Tenía el torso descubierto y una toalla de baño le cubría las caderas. Era muy delgado, como una caña de bambú. Una apariencia que desilusionaría a cualquiera que estuviera mirando. Con cara de rata y enormes ojeras bajo los ojos, era muy probable que fuera demasiado indulgente con el s*xo.

—Conque aquí estás… —dijo el hombre mientras se reía entre dientes.

Tenía un gesto extraño en el rostro. No tomó la comida, sino que miró a Wilson de arriba a abajo, y parecía querer burlarse de él. Wilson sintió que se estaba perdiendo de algo, pero, después de confirmar y reconfirmar que no conocía al hombre, se apresuró a entregarle la comida.

—Hola, señor, aquí tiene la comida que ordenó —dijo con una sonrisa.

De pronto, desde la habitación se oyó la voz de una mujer que se estaba desperezando.

—Ruskin, ¿cuándo ordenaste comida?

De inmediato, Wilson se sintió aturdido. Creyó que tenía alucinaciones. Aunque era la primera vez que veía al hombre, conocía muy bien la voz de esta mujer. El hombre lo miró con una mueca desagradable.

—Estoy un poco cansado de retozar contigo. Pedí algo de comida. Bebamos y comamos un poco así podemos seguir jugando un largo rato, quizá ¡trescientas veces más! —dijo en voz bien alta, a propósito, para que lo oyeran todos.

—Te odio. Eres tan travieso. ¡No estamos solos!

Mientras la mujer se quejaba, el hombre soltó el picaporte. Cuando vio la escena de la habitación, Wilson soltó la comida que tenía en la mano, y la sopa y los platos se derramaron por todo el suelo. Se quedó helado, sin reaccionar, mirando hacia dentro. Había una hermosa muchacha sentada en la gran cama de la habitación. Tenía las mejillas pálidas e inmaculadas, apenas coloreadas por un extraño rubor. El despeinado cabello negro le caía sobre los hombros, con un aire delicado. Solo estaba envuelta en una bata de baño, y la exquisita figura era fascinante.

La muchacha se dio la vuelta con una sonrisa. Cuando vio a Wilson de pie en la puerta, se quedó atónita.

—Wilson… ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo sin pensar.

Antes de que Wilson pudiera responder, el hombre de la toalla de baño se rio.

—Carrie, ¿no me habías dicho que tu exnovio es quien hace los envíos de ese pequeño restaurante? Ordené comida para ver cómo es. Por lo que veo, ¡no es la gran cosa! —dijo.

La burla cruel del hombre sacó a Wilson de su aturdimiento. Miró con incredulidad a la mujer sentada en la cama, a quien creía conocer tan bien.

—Carrie, ¿qué…? ¿Exnovio? ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que ibas a estudiar en la biblioteca… ¿Y quién es él?

Wilson no podía creerlo. Esta chica, vestida con solo una fina bata de baño en la cama, era su novia, Carrie. El día de San Valentín, iba a cenar con ella y después planeaba darle el colgante de oro puro. Sin embargo, Carrie le había dicho que iría a la biblioteca a estudiar un rato y le había pedido que se encontraran más tarde. Wilson jamás se hubiese imaginado que la biblioteca era en realidad un hotel y «estudiar» era en realidad «rodar entre las sábanas». Se le enrojecieron los ojos y le tembló todo el cuerpo. Apretó los puños con fuerza y las uñas se le clavaron en las palmas.

—¿Quién soy yo? ¿Acaso no tienes ojos? Es bastante obvio… ¿No crees, exnovio? —dijo el hombre con sarcasmo, prácticamente escupiendo la palabra «exnovio».

Al escucharlo, Wilson miró a Carrie y apretó los dientes, que crujieron. Como ya no había forma de esconderse, la muchacha respiró hondo e hizo una mueca de desagrado.

—Wilson, como dijo Ruskin, la relación entre tú y yo terminó. Espero que tengas un poco de orgullo y no me molestes más. ¡Me da ganas de vomitar que seas tan pesado! —dijo.

Al escuchar las palabras crueles de Carrie, Wilson sonrió con amargura.

—¿Vomitar…? ¿Te doy ganas de vomitar? Vaya, en tu cumpleaños dijiste que te gustaba mucho mi regalo y que estaríamos juntos para siempre. Ahora… ¿Qué cambió?

—Fingí. ¿A quién le gustaría recibir un origami como regalo de cumpleaños hoy en día? Cuando los demás reciben móviles y regalos de marcas famosas para sus cumpleaños, tú me diste origami. Si la gente se entera, arruinará mi reputación —respondió Carrie con desprecio y con gran sarcasmo.

—Pero…

Wilson sintió que le estrujaba el corazón. Tenía muchas ganas de decirle que, aunque solo era origami, hacerlo había sido agotador y difícil, y que le había llevado más de medio año. Sin embargo, era obvio que Carrie no quería escucharlo. Resopló y continuó criticándolo:

—Wilson, te graduarás de la universidad, pero no tienes dinero. Lo único que puedes hacer es entregar platos de ese pequeño restaurante todo el día. Me da vergüenza admitir que tuve algo contigo. Mucha, mucha vergüenza.

Wilson apretó los dientes.

—Conque todo esto es por dinero… —dijo en voz baja.

—No tienes dinero ni estatus. ¿Por qué crees que mereces estar conmigo? ¿Quieres que te acompañe al restaurante para servir mesas y entregar pedidos? —dijo Carrie, burlona.

Wilson bajó la cabeza, abatido.

—Carrie, antes de que abriera esta puerta, me gustabas mucho, de verdad. Creo que no había nadie que me gustara más que tú… Ahora soy pobre, pero ¿sabes a cuántas cosas renuncié por ti? —dijo Wilson.

Carrie lo miró con una expresión burlona, como si Wilson hubiese perdido la cabeza y estuviese diciendo tonterías.

—¿Te gusto? ¿De qué me sirve eso? Si te gusto, ¿me vas a dar más de tres mil yuanes para cosméticos al mes? ¿Si te gusto, me vas a comprar todo lo que quiera? Déjame decirte, no puedes comprarme nada. Ruskin sí puede, y eso es «gustar». ¿Entiendes? Wilson, sé realista. ¡Un hombre pobre no merece hablar de amor y romance!

Wilson asintió con indiferencia y miró a Carrie, como si de repente se hubiese quedado sin fuerzas.

—Carrie, algún día te arrepentirás por la elección que hiciste en este momento, ¡porque no puedes imaginar lo que acabas de perder! —dijo Wilson.

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